Amodio Pérez: sexta carta, mayo 2013

Héctor Amodio Pérez hoy, mayo 2013

Héctor Amodio Pérez escribió a Jorge Zabalza:

El pasado 20 de abril pude leeer en Brecha un escrito de Jorge Zabalza, titulado En memoria de los que murieron luchando, en el que pretende desvalorizar lo que dije en mi carta del 19 de marzo.

Pese a que por lo menos desde 1995 dice ser un defensor de la verdad y que en su pretendida respuesta dice que “el secretismo es un instrumento maldito, que educa en la aceptación de que unos pocos decidan por las mayorías”, primero pone en duda que sea yo el autor, luego desvaría acerca de mis intenciones para terminar diciendo que no me perdona, como si yo hubiese pedido en algún momento su perdón o el mismo me importara un carajo.

Ni pretendo volver a residir en Uruguay, ni pretendo reciclarme ni pedirle nada a nadie. He vivido desde 1966 en la clandestinidad y he aprendido a ser médico, ingeniero, maestro, cura, pastor metodista y otros etcéteras. Y fui el responsable del servicio de falsificación. Es decir, tengo bagaje y experiencia para vivir en la clandestinidad los años que me queden de vida.

Cuando yo estudiaba, mi recordado profesor de literatura, Ángel Rama, ponía especial atención en que supiéramos entender los textos que leíamos y recuerdo que en el apartado comprensión lectora me ponía buena nota. Yo, tan mal estudiante, seguramente por lo buen profesor que fue Ángel Rama, aprendí a leer y comprender. Evidentemente, Zabalza y los que le han ayudado a escribir su respuesta, de comprensión lectora, nada de nada.

Tengo una única intención: que se sepa cómo se urdió la trama de mi traición, por qué, el cómo y el cuándo. Yo doy elementos: Zabalza acusa en genérico, sin aportar un solo dato, y una vez más se llena la boca hablando de las muertes de los compañeros, como si no fuera responsable del caos organizativo que las motivó. Y no contesta a mi afirmación de que esa circunstancia es uno de los secretos que se piensa llevar a la tumba. Cuantos menos secretos se lleve, mejor.

Así, por lo menos una vez podremos reconocer que ha hecho algo positivo y que las banderas que agita, de boquilla, en contra de los mangoneos, dejen de ser banderas y se conviertan en realidades.

En el libro de Fontana, página 179, línea 15 dice “cuando nosotros –él y Mujica– estábamos planteando adentro de la cárcel la necesidad de que el Ñato, Marenales, el Bebe, retomaran la Dirección, porque  hacíamos un balance totalmente contrario de cómo era lo que estaba en marcha” y en la 184, línea 18, abunda en lo mismo.

Yo digo que esa maniobra empezó antes del Abuso, que mientras unos, Zabalza incluido, trabajábamos para la fuga, Sendic y el Ñato ya conspiraban. ¿Es cierto o no?

Aclarando lo del acuerdo: la OCOA, como tantas otras “oficinas” que se crearon, no existió nunca ni valió para nada, ni coordinó nunca nada ni podía hacerlo.

Las FFAA nos corrieron a ponchazos porque el MLN se había convertido en una pandilla. Esto, que parece una exageración, es la pura verdad. Yo nunca creí que “solito” fuera a salvar al MLN. La prueba está en los múltiples planteos que ya desde finales de 1971 venía realizando, y que me llevaron a renunciar al Comando General de Montevideo porque se decidió llevar adelante el plan Collar para el que no estábamos capacitados. El plan se puso en marcha y acabó como yo había vaticinado. El problema de Sendic (que según Mujica pensaba con veinte años de adelanto), del Ñato, (que según Mujica sintetizaba de manera genial las ideas de Sendic) y de Marenales, encargado de ponerlas en práctica, es que nunca entendieron que sin una organización capaz de llevarlas adelante, las ideas no son más que eso, simples ideas.

El Bebe era un manantial de ideas. No tenía a su cargo ni grupos de acción ni de servicios, ni nada de nada. Se dedicaba a “idear”, y algunas veces sus ideas fue posible ponerlas en práctica y otras no. Pero fuimos otros los que las pusimos en práctica: Manera, en los inicios y yo, con la ayuda de Mansilla, entre 1968 y 1970. Cuando Sendic no tuvo a su lado nadie que lo controlara, fue como Atila (incumplimiento de las condiciones del plan Satán, la caída de Almería, el plan Tatú, ecetegá, ecetegá, que dicen los franceses.

En 1972, la OCOA era un número de teléfono atendido por un soldado que a gatas sabía escribir y que anotaba en unos cuadernos los datos que le llegaban de las reparticiones militares de todo el país. Cuando el gobierno de Pacheco, con el apoyo de Wilson Ferreira, decreta el Estado de Guerra y las FFAA se hacen cargo de la represión, lo hacen sin tener la más mínima idea de quiénes éramos ni qué queríamos y creían que el MLN tenía una fuerza considerable. Hoy sabemos que el desconocimiento era mutuo. Actuaban por iniciativa de cada unidad, de manera anárquica, lo que provocó que los mismos locales fueran allanados varias veces por unidades distintas, provocándose enfrentamientos entre ellos, incluso con resultado de muerte, y que se le diera a algunos detenidos unas soberanas palizas para descubrir el paradero de un tipo que llevaba semanas detenido. Todos querían ganar su propia batallita.

El que se dio cuenta de que ese funcionamiento había que cambiarlo fue Méndez, quien creyó que nosotros seríamos capaces de descifrar el galimatías que significaba el aluvión de datos que llegaban a diario. Al tercer o cuarto día nos dimos cuenta de que sería imposible, pero “aguantamos” nuestras conclusiones para justificar el acuerdo, pero a los quince días se paró todo, se olvidó la OCOA  y el SID trató de coordinar, y tampoco lo consiguió, porque para hacerlo habría que haber paralizado las operaciones militares un cierto tiempo, decisión que nadie se atrevió a tomar.

El mismo Cristi se montó su operativo a la búsqueda de un túnel para evitar una supuesta fuga que se estaba gestando desde Punta Carretas, que resultó ser el nunca iniciado Gallo 1, dando lugar a una de las situaciones más absurdas y que espero algún día dar a conocer.

Héctor Amodio Pérez

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