Aldea global / Circo eléctrico

Piquetes y aduanas en el mundo virtual

Se dice que vivimos en la sociedad de la información y la comunicación, caracterizada tanto por los medios de comunicación como ejes del proceso de globalización, como por el papel dinamizador de la información en los procesos productivos.

Para algunos de los gurúes de esta nueva era, el fenómeno rebasa las transformaciones económicas para dar paso a nuevos modos de subjetividad, a un nuevo modelo de sujeto. Se trataría, por lo tanto, de un nuevo espacio antropológico que estaría ligado de manera indisoluble al desarrollo de una inteligencia colectiva mediante tecnologías de la información y la comunicación. En este mundo la información es dios e internet su profeta.

Sin embargo, en este paisaje paradisíaco se han levantado algunas sombras que, sin hacer dudar de la conceptualización que la globalización le ha dado a la dupla información-tecnología, permiten poner en duda algunos de los pretendidos atributos que caracterizarían ese desarrollo angélico de la naturaleza humana. Dos de esas sombras tienen que ver con una nueva generación de piqueteros y la introducción de bochornosas aduanas en el mundo en red.

Los argentinos que otrora cortaron el puente que unía a Fray Bentos con Gualeguaychú pueden merecer muchas adjetivaciones –según la opinión del que adjetive- pero sin duda también merecen ser considerados como los últimos luddistas románticos, los piqueteros de a pie.

En un mundo donde la vincularidad queda representada mediante las metáforas de redes, carreteras y autopistas, pareciera que la acción de cualquier movimiento social está condenada a cortar flujos como forma de incidencia en la economía política.

Las huelgas fueron, en un mundo signado por el orden material de la producción, el palo en la rueda del sistema productivo, el flujo de capital y el orden existente. Hoy las huelgas de ese tipo son hoy más bien  de escasa trascendencia, un producto testimonial que pronto quizás podría formar parte de estrategias turísticas para aquellos que gusten ver cosas exóticas.

La deslocalización de las unidades productivas, la segmentación de las categorías de trabajadores, la segmentación de los modos de consumo se han conjugado para que el término proletario sea de aplicación problemática.

Los flujos que mueven al sistema pasan hoy por otro lado. La desterritorialización ha llegado a los cuerpos para descarnarlos. La virtualidad no es una palabra restringible al ámbito de la informática, sino que habla de una manera de ser en el mundo, una manera de estar en el mundo, de vincularse.

Los piqueteros de a pie son hoy el último gesto –desesperado o no- de una forma de hacer sociedad que va muriendo  a causa de una serie de rupturas vinculares que transformaron las familias, la vecindad, los barrios y las ciudades y con ellos los modos de organización social.

La última crisis política en Egipto  ilustra un viraje en la historia del piqueterismo universal. Ante las protestas políticas ocurridas no hace mucho y que pedían el fin del largo mandato de Hosni Mubarak el  gobierno decidió  – de manera totalmente desesperada- contrarrestar la eficacia de las manifestaciones populares desconectando Internet.

Las redes sociales como facebook o twitter fueron los caminos para la organización de la resistencia política permitiendo hacer lo que en las calles no se podía. Como dice el viejo dictum surrealista: la vida está en otra parte.

Mubarak parece ser el primer representante visible de una nueva estrategia piquetera: la acción sobre los flujos informativos vía medios de virtualización que parecen ser hoy claves como nuevas estrategias formativas de la opinión pública. Recordemos que se rumorea de un acto similar por parte de Google y sus amigos a causa de una posible ley en EEUU sobre la  piratería on line.

Pero este intento de piqueterismo virtual también arroja algunas nuevas problematizaciones. La primera es que por un momento la red digital se convirtió de una realidad indetenible en un conjunto de moscas conversando en una telaraña.

La segunda es que el neo piqueterismo parece quedar en manos de los que tienen el poder de hacerlo (y no de otra manera deben ser vistas las nuevas regulaciones que sobre internet buscan tanto EEUU como Europa) y por lo tanto las masas populares podrían estar condenadas a un piqueterismo menos efectivo o que se puede realizar si las estructuras instituidas de poder no cierran el juego convirtiendo a los internautas en los que juegan en el bosque mientras el lobo no está.

Tal vez Mubarak perdió el apoyo de sus aliados al poner  en evidencia la necesidad de revisar las maneras en que los ciudadanos se vinculan con los nuevos bosques y los nuevos lobos.

Por su parte la ley Sinde en España y el proyecto de ley SOPA en EEUU vienen a recordar que, más allá de la legítima defensa del derecho de autor, el patrimonio cultural de la humanidad no es patrimonio cultural ni de la humanidad sino, lisa y llanamente, patrimonio empresarial. Más allá de la piratería, Internet se ha convertido en la manera de tener acceso a obras que muchas veces las mismas empresas no ponen a disposición del público.

El derecho de los individuos para acceder a los bienes culturales no es lo mismo que garantizar que los productores accedan al mercado.  Obviamente la restricción al libre acceso al patrimonio cultural vuelve a mantener el orden discriminativo al interior de lo que aparecía como un sistema que promovía la igualdad de oportunidades de accesibilidad a la cultura. De esta manera se ha devuelto la tranquilidad a quienes piensan que el acceso a la cultura debe quedar restringido a aquellos que económicamente estén en situación de hacerlo.

Tal vez los nuevos piqueteros y las nuevas aduanas que tratan de frenar el libre flujo de circulación en la red, generando nuevos  sistemas policíacos, no hacen más que poner en evidencia que los pies de barro del mundo virtual no tienen nada de virtuales.

 

 

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