Afghanistán

De la boda a la prostitución

Criada en un hogar sin padre, Soma pensaba que la boda era su única opción. Fue llevada por su suegro a Kabul, donde esperaba comenzar una nueva vida.

Al llegar, conoció a su esposo: un niño de ocho años, y se enteró de su triste destino: tendría que prostituirse.

Todas las noches, su suegro organizaba fiestas, donde por 200 dólares los hombres visitantes podían comer carne, beber alcohol y ver a Soma y a sus dos cuñadas bailar. 

Las jóvenes luego eran obligadas a acostarse con hasta cuatro hombres en una sola noche. 

Soma dijo que su suegro regularmente le extraía sangre, que luego vertía sobre las sábanas de la cama como «prueba» a sus clientes de que la muchacha era virgen. 

Luego de dos años, un cliente tuvo lástima de ella y la ayudó a escapar de la policía, donde ella denunció lo ocurrido antes de ser enviada al Ministerio de Asuntos de las Mujeres. 

No obstante, su seguridad no está garantizada. Regresó con su abuelo a Mazar-e-Sharif, pero el hombre que la esclavizó en Kabul eludió el arresto.

Tráfico sexual

«Si se compara el tráfico sexual en Afganistán con (el que ocurre en) otros países, definitivamente se ven algunas diferencias», dijo Nigina Mamadjonova, administradora de programas de la Organización Internacional para las Migraciones, que sigue casos como el de Soma. 

«Por ejemplo, las ex repúblicas soviéticas son las principales naciones emisoras de tráfico sexual. No puedo decir que (el fenómeno) no pase aquí, y de hecho sucede a veces, pero es de otra forma. Es generalmente interno, y no es tan organizado como en otros países«, añadió. 

«Aquí vemos muchos matrimonios forzados y tempranos», explicó Mamadjonova. 

«Las familias venden a sus mujeres y estas trabajan como prostitutas. La razón por la cual no vemos muchos casos es por la naturaleza de nuestra cultura. Esas mujeres no tienen opciones, pues muchas veces las familias no las aceptan (de regreso) por vergüenza», indicó. 

«Y no pueden acercarse a trabajadores sociales u organizaciones para pedir ayuda pues pueden ser asesinadas» por sus propios familiares, agregó. 

Las décadas de violencia en Afganistán han causado el desplazamiento de millones de personas, pobreza crónica y una creciente vulnerabilidad de las mujeres, niñas y niños, vendidos en matrimonios forzados antes de cumplir la edad mínima requerida por la ley, de 16 años, y obligados a trabajar o prostituirse. Una encuesta realizada por la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán concluyó que más de 60 por ciento del tráfico de mujeres, niños y niñas en este país es interno. 

De ese total, 45 por ciento son niñas y 38 por ciento mujeres. La explotación laboral es la mayor motivación para el tráfico interno, seguida de la prostitución. 

Nueva ley

En 2009 se aprobó la Ley para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que entre otras cosas condena los matrimonios forzados. En julio de este año se adoptó la Ley para el Combate del Secuestro y del Tráfico Humano. 

Sin embargo, activistas por los derechos humanos acusan al gobierno de incapacidad para implementar las leyes en forma eficiente. Las mujeres son por lo general vistas como criminales por el sistema judicial, y enviadas a prisión. 

«Debido a que es un gobierno débil y corrupto, es difícil impedir el tráfico humano, sexual e infantil, y el sistema judicial no le está prestando atención esto. Dice que es más un problema familiar que de la justicia», explicó Hamid Safwat, administrador regional del Centro de Cooperación para Afganistán en Mazar-e-Sharif. 

Esta organización acaba de proteger a una niña de 12 años que fue secuestrada en el famoso santuario de Hazrat Ali, conocido popularmente como «la mezquita azul», y estuvo retenida durante ocho meses por hombres que ella describió como funcionarios de gobierno. 

Fue violada repetidamente hasta que pudo escapar y se escondió en un refugio durante un par de años, pues temía ser asesinada por avergonzar a su familia. 

Ahora está casada y tiene un hijo, y habría restablecido sus relaciones con su madre y su padre. 

Centro de apoyo

El Centro de Apoyo a las Mujeres y a la Juventud reúne nombres de policías y de supuestas prostitutas, a la vez que ofrece ayuda y asesoramiento telefónico. 

«Algunos de sus esposos las obligan a ganar dinero mediante el sexo», indicó la directora del centro, Nilofar Sayar, quien explicó que la pobreza era el principal factor del problema, y que muchas se dedicaban a la prostitución para alimentar a sus hijos. 

«Hicimos un estudio sobre sus contextos, y (vimos que) generalmente el padre y la madre estaban divorciados, o uno había muerto», dijo. 

Sayar recordó el caso de una adolescente. «El esposo la estaba obligando a tener sexo ilegal cuando se casó a los 15 o 16 años. El esposo traía a desconocidos a la casa y ella era obligada a dormir con ellos», contó. 

«Entonces ella se prendió fuego a sí misma cuando tenía 18 años para evitar eso. Ahora tiene 25, y su cara, sus manos y su cuello están dañados», dijo Sayar. «Todavía vive con su esposo porque tiene cuatro hijos».

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