No tenían nombre, sólo letras y número: Carmen Lapacó pasó a ser F50 y Ana María Careaga K04

Sobrevivientes de campos de tortura de Argentina reconstruyen su historia

Pasó un cuarto de siglo antes de que comenzaran a aflorar los cimientos de lo que fue un edificio de suministros de la Policía Federal Argentina en Buenos Aires, a cinco minutos de la Casa de Gobierno, que funcionó durante todo 1977 como centro clandestino de detención conocido como «Club Atlético».

Carmen Lapacó y Ana María Careaga son dos sobrevivientes del campo de tortura por donde pasaron aproximadamente 1.500 detenidos-desaparecidos y del cual salieron muy pocos.

«Es muy difícil explicar todo lo que sentí cuando vi aflorar el lugar donde estuve encerrada tres días y de donde no volvieron ni mi hija Alejandra ni mi yerno Marcelo, pero sentí el deseo de bajar al pozo y recorrer ese lugar donde estuve vendada y al mismo tiempo quedé paralizada», relató Lapacó (76) a la AFP.

Con su pañuelo blanco en la cabeza, esta Madre de Plaza de Mayo parece estar hipnotizada ante la vista del primero de los calabozos, de diminutas dimensiones, que salió a la luz cuando una excavadora hundió días atrás su poderosa mandíbula metálica en un terreno debajo de una autopista construida en 1978.

Entre los escombros, que serán despejados poco a poco en los próximos meses, ya aparecieron botas, trozos de uniformes, cachiporras, botones con la sigla de la Policía Federal y un rosario con una cruz.

Ana María Careaga (41) estuvo tres meses y medio en los sótanos del Club Atlético, con solamente 16 años de edad y embarazada de quien sería su primera hija.

«Fue como levantar una tapa y encontrar un campo de concentración absolutamente intacto que había quedado sepultado por 25 años», describe en diálogo con la AFP.

Afirma que «para los familiares de quienes nunca volvieron es mirar y saber que su ser querido estuvo allí, no como dijo alguna vez (el ex dictador Jorge) Videla que los desaparecidos no existen, no están».

«Nosotros escuchábamos desde abajo los ruidos de la calle, de la hinchada de Boca los días de fútbol, sentíamos que estábamos en un infierno pero muy cerca de la ‘civilización’, y sin embargo para nuestros familiares nos había tragado la tierra, literalmente hablando», continúa Careaga.

El campo estaba situado en la avenida Paseo Colón en San Telmo, paso obligado al estadio del popular Boca Juniors.

En 1985, un pequeño núcleo de sobrevivientes comenzó a dibujar los primeros planos, reconstruyendo metro a metro cada rincón del campo, a revivir el día a día que habían pasado allí.

No fue fácil ya que todos habían tenido los ojos vendados en los sótanos del edificio policial donde se construyeron decenas de celdas sin luz. Allí los desaparecidos no tenían nombre, sólo letras y número: Carmen Lapacó pasó a ser F50 y Ana María Careaga K04.

Nadie tenía certeza sobre dónde quedaba el lugar, pero el testimonio de algunos vecinos que habían visto los cimientos cuando se construyó la autopista, permitió completar una historia que ahora salió a la luz.

Los pedidos de los sobrevivientes de remover la tierra en busca de restos, como si fuera una excavación arqueológica, chocaron durante años con trabas burocráticas e incomprensiones, hasta que el actual gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dio su aprobación y puso manos a la obra.

Desde entonces, a diario los estudiantes de una universidad cercana se detienen en el lugar, los vecinos se acercan y «cuando ven a alguno de nosotros nos traen galletitas, bebidas», relata Lapacó.

«Desde que comenzaron las excavaciones vengo casi todos los días, pero conozco a una chica que cambió su recorrido diario habitual para no pasar por este lugar, no lo puede soportar», confiesa Careaga.

Según registros oficiales, durante la dictadura militar hubo unos 15.000 desaparecidos, cifra que se duplica de acuerdo a las estimaciones de los organismos de derechos humanos de Argentina. *

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