Pasado oscuro. Una investigación señala que el militar estuvo involucrado en el magnicidio de 1998

Nexos entre Pérez Molina y el asesinato del obispo Gerardi

Con base en testimonios y documentos, el escritor y periodista Francisco Goldman publicó «El arte del asesinato político», un libro que reconstruye el homicidio del obispo Gerardi y sus nexos con la cúpula militar de Guatemala, de la que formaba parte el general Pérez Molina.

Testimonios e indicios implican al general Otto Pérez Molina, candidato del conservador Partido Patriota (PP) en las elecciones presidenciales de Guatemala, en el asesinato del obispo Juan José Gerardi Conedera, cometido el 26 de abril de 1998.

Así se consigna en el libro «El arte del asesinato político», escrito por el novelista y periodista estadounidense Francisco Goldman, que en setiembre pasado empezó a circular en Estados Unidos con el sello Grove Press y el próximo año será publicado en español por la editorial Anagrama.

El libro –para el cual Goldman invirtió más de ocho años de investigación dentro y fuera de Guatemala– reconstruye el homicidio de Gerardi y la controvertida captura y juicio realizado contra cuatro de los involucrados en el caso: el capitán Byron Lima Oliva, el coronel Byron Disrael Lima Estrada, el sargento mayor Obdulio Villanueva (quien fue asesinado en prisión en febrero de 2003) y el sacerdote Mario Orantes.

Gerardi fue golpeado hasta la muerte en el garaje de la casa parroquial en la que habitaba. Su cuerpo fue encontrado por el padre Mario Orantes, tendido y con el rostro deshecho a golpes. Las piernas estaban cruzadas a la altura de los tobillos y las manos cruzadas por las muñecas sobre el pecho. La sangre inundaba el garaje. Cerca del cuerpo estaba un bloque de concreto triangular que presuntamente fue utilizado para cometer el crimen.

 

El testigo

El libro recuerda que el 24 de abril de 1998 –dos días ante del crimen–, Gerardi publicó un informe en el que acusó al ejército y a grupos paramilitares asociados con el gobierno de ser los responsables de 90% de los crímenes perpetrados durante la guerra civil que diezmó a la sociedad guatemalteca entre 1960 y 1996, período en que murieron al menos 200 mil ciudadanos.

Con base en distintos testimonios, Goldman registra en su libro que Pérez Molina, quien fue jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP) y entonces delegado del Consejo Interamericano de Defensa, con sede en Washington, D.C., el coronel Lima Estrada, jefe de Inteligencia Militar (también llamada D-2), y el coronel Fernando Reyes Palencia, jefe de la Guardia Presidencial, se reunieron la noche del crimen en la tienda de abarrotes y licores Don Mike, ubicada a una cuadra de la iglesia de San Sebastián, adjunta a la casa parroquial donde habitaba el obispo Gerardi y donde ocurrió el asesinato.

«Los fiscales (del caso) asumían que los oficiales se habían reunido en la tienda Don Mike para monitorear el crimen», escribe Goldman en su libro. Además, señala, «había una razón aún más lógica para estar allí»: obligarse entre ellos a asumir un pacto tácito de complicidad en aras de la supuesta defensa de la institución militar.

Goldman explica: «La muerte del obispo Gerardi fue el más audaz y arriesgado asesinato que el ejército guatemalteco había intentado, y debía ser percibido como una defensa de la institución más que de los individuos. Ningún militar (involucrado en los hechos) debía evadir la responsabilidad. La cola de todos debía amarrarse: un círculo de tigres sosteniéndose entre ellos la cola con sus hocicos».

Goldman entrevistó a Rubén Chanax Sontay, un ex militar que afirmó haber sido informante de los servicios de Inteligencia Militar de Guatemala. Dijo que su misión era vigilar los movimientos de Gerardi. Para ello se hacia pasar por uno de los indigentes que dormían en el parque ubicado al lado de la Casa Parroquial. Su testimonio fue clave: estuvo en el lugar del crimen la noche que éste ocurrió.

En su libro, Goldman relata: «Chanax me dijo que él creía que era sólo coincidencia que los tres militares hubieran llegado» a la tienda Don Mike la noche del asesinato. Aseguró que estaban allí el coronel Lima, el general Otto Pérez Molina, y otro hombre que después supo que era el coronel Reyes Palencia.

Más: «Chanax me dijo que por la mañana del día en que el obispo Gerardi fue asesinado, se encontró con (Obdulio) Villanueva y Quesén (cuyo nombre no identifica, pero quien era miembro del EMP) en el parque y que le habían ordenado regresar a este lugar a las 10 de esa noche. Ellos iban a darle algunas cosas que serían robadas del interior de la iglesia (contigua a la casa parroquial)».

Goldman refiere que posteriormente Rafael Guillamón, investigador de la Misión de verificación de las Naciones Unidas en Guatemala (Minugua) –establecida en este país para asegurar el cese de hostilidades tras la firma de la paz en 1996– le dijo que Quesén «había pertenecido a la unidad de comando de antisecuestros del EMP».

Chanax le comentó a Goldman que en el crimen también habría participado un hombre llamado Hugo, presunto sicario que trabajaba para Inteligencia Militar.

De acuerdo con Goldman, Chanax le contó que «minutos después de que Hugo salió del garaje (de la casa parroquial) llegó un jeep negro Cherokee, y el capitán Lima y Obdulio Villanueva había bajado del asiento trasero. Chanax no vio al conductor. ‘Ven Aquí, hijoeputa’, dijo Lima, ‘tú nos vas a ayudar’, Lima le dio (a Chanax) unos guantes médicos de plástico. ¡Cuánta sangre! Voltearon el cadáver del obispo sobre su espalda y jalaron el cuerpo (…) El capitán Lima, dijo Chanax, recogió una lente de los anteojos del obispo Gerardi del piso del garaje y la puso en el bolsillo de piel del interior de la puerta del VW (auto propiedad de Gerardi). Cuando terminaron, Lima tomó los guantes de plástico de Chanax, los puso en una pequeña bolsa con los otros guantes y dijo: «si hablas, está esto» –y Rubén Chanax imitó a Lima sacudiendo la pequeña bolsa con los guantes».

 

Crimen de Estado

En entrevista con Proceso realizada en su departamento de Brooklyn, Goldman dice que es consciente de que las declaraciones de Chanax no pueden ser aceptadas sin subsecuentes corroboraciones, como el testimonio que obtuvo de Rafael Guillamón, investigador de la Minugua.

«Cuando al fin la misión declara que ellos creen que hubo un crimen político y que los están encubriendo, Guillamón se está basando no en el trabajo realizado por los fiscales del caso, sino en el trabajo hecho por sus propios investigadores», dice Goldman.

Y añade: «Unos días después del asesinato, Chanax le contó a Guillamón que Pérez Molina era uno de los grande jefes involucrados. Obviamente eso es algo que mucha gente sospechaba, porque un crimen como éste, matar un obispo, no es algo que puede hacer cualquier militar. Para poder hacer algo así necesitas la participación y la sanción de los grandes jefes militares».

En su libro, Goldman consigna que el jefe de la Minugua, Jean Arnault, dijo a Guillamón que días después del asesinato de Gerardi cenó con Pérez Molina en la capital guatemalteca y que le sorprendió que el militar evitara discutir el caso.

Pérez Molina ha rechazado cualquier vínculo con el asesinato de Gerardi. Al publicarse en Guatemala en julio pasado un adelanto del libro de Goldman, el candidato del PP acusó al escritor de ser un agente pagado al servicio de un «cierto político» guatemalteco.

Pérez Molina también negó su relación con el capitán Lima, pero Goldman recuerda que hay numerosas declaraciones que prueban lo contrario, como la investigación realizada por la periodista guatemalteca Claudia Méndez Arriaza, publicada el pasado 21 de octubre en su columna del rotativo El Periódico.

«El capitán Lima conoce a Pérez Molina de 30 años atrás; él fue además su instructor en la Escuela Politécnica y más tarde comandante del batallón al cual perteneció en algún momento el joven militar; años después, la vida militar colocó a Lima Oliva como instructor del hijo de Pérez Molina», escribió M
éndez en su columna. «Hace poco más de una década, Lima Oliva, en el momento cúspide de su carrera quedó bajo el mando de Pérez Molina en la EMO. La relación es más añeja de lo que Pérez Molina quiso hacer ver, ¿temía que la cercanía lo implicara en el crimen?

Otro de los alegatos que Pérez Molina ha utilizado en su defensa es el supuesto viaje que hizo a Washington, D.C., donde dice que se encontraba la noche del asesinato. Sin embargo, la periodista Méndez afirma en la misma columna que el pasaporte diplomático de Pérez Molina registra que salió de Guatemala el 6 de abril de 1998 (semanas antes del asesinato de Gerardi). No obstante, señala que existen por lo menos otros seis diferentes pasaportes con su nombre que habían sido utilizados previamente.

Pérez Molina «era jefe de inteligencia y obviamente tenía múltiples pasaportes y podía ir y venir sin dejar rastro. Eso no es prueba de nada, aunque él tenga un pasaporte diplomático que demuestre que estaba fuera del país. Las autoridades de Estados Unidos podrían probarlo, pero no han dicho nada. No ha aparecido nadie con credibilidad en Washington que diga que lo vio allí», dice Goldman.

Oswaldo Zabala, en acuerdo con la  revista PROCESO de México . 

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