Regresó de Berlín como miembro permanente de la Tercera Vía

Fernando De la Rúa se define como un progresista

Por los contenidos de su política económica, sobre todo después del último ajuste que podó los sueldos de casi doscientos mil empleados públicos, no parece errada la cucarda a tenor de una definición sobre la Tercera Vía del sociólogo francés, Alain Touraine: se trata de darle a la política económica conservadora la ilusión de ser de centro-izquierda. Es cierto de todos modos también que en Berlín, Francia y Alemania trataron de despegarse de las ideas neoliberales barnizadas de Tony Blair.

Pero no es el caso, por ahora, de Fernando de la Rúa, más cerca del inglés aunque hay que precisar que la política oficial, respaldada políticamente por el grueso del gabinete, que incluye a ortodoxos y progresistas, tiene el guiño de los principales caciques del peronismo, el respaldo de los grupos económicos y el rechazo de un buen grupo de legisladores, especialmente del Frepaso, está sujeta a presiones.

De la Rúa ayer se definió como «progresista» y negó que su reciente ajuste centrado en la poda a sueldos del personal estatal vaya a perjudicar al resto de la población y recordó que fue elegido Presidente para hacer un gobierno equitativo y responsable.

El vicepresidente Carlos «Chacho» Alvarez advierte que si las metas orientadas a equilibrar las cuentas fiscales no se cumplen, vendrá la presión para «dolarizar» la economía. Realista o pragmático, el líder del Frepaso sostuvo en la víspera en «Página/12″ que «las medidas adoptadas son ortodoxas», porque «las crisis no se solucionan con medidas progresistas». Pero previene que esas medidas son insuficientes «si es que el equilibrio fiscal no va acompañado de crecimiento económico. Hay que acompañarlo con desarrollo», enfatizó.

Sin embargo, el jefe del gabinete, Rodolfo Terragno, aseguró que «ningún ajuste es progresista: la economía está secuestrada y hay que pagar rescate». ¿Impotencia? Es posible, pero el proceso es más que dinámico.

El jefe de la SIDE, un superpoder

Desde «La Nación» el titular de la Secretaría de Inteligencia del Estado, Fernando de Santibáñez, la voz más influyente en el oído del Presidente, anticipó que el ajuste de la semana pasada no será el último y que algunas concesiones a la que debió ceder el equipo económico por presión dentro y fuera del gobierno, como mantener la agencia de noticias Telam o no rifar la imprenta del Parlamento, dos recortes por 50 millones de dólares, deberá ser repuesto de algún modo.

Santibáñez reconoce así esa puja, menor si se quiere, entre ortodoxos a ultranza, que lo encuentra junto a los ministros de Defensa y el de Relaciones Exteriores, Ricardo López Murphy y Adalberto Rodríguez Giavarini y «progresistas». Pero no hay que equivocarse: el gabinete en su conjunto, aprobó la poda y dónde debía realizarse y descartó buscar recursos en el sector económico y financiero concentrado.

Pero el titular de la SIDE se comporta como mandamás, con poder sólo inferior al de su amigo el Presidente, incluso sugiere que le dio órdenes al vicepresidente, una exageración sin duda, como para que él firmara un discutido decreto-ley que desregula las Obras Sociales de los sindicatos para permitir el ingreso de capitales privados porque de la Rúa no debía ir a Washington, la semana próxima, sin ese instrumento. Estas declaraciones traerán cola.

El ministro de Salud, Francisco Lombardo, otro amigo del Presidente, fue sentado junto a él en una conferencia de prensa para defender la desregulación como beneficiosa para los más pobres y asegurar que el capital privado no dominará la medicina, porque será acotado por medidas reglamentarias, que se mejorará la prestación de la atención médica universal e, incluso, ninguna empresa privada en la materia podrá negar atender incluso a los más pobres. Pero las dudas carcomen el alma de legisladores de la Alianza, de la oposición y del sindicalismo.

Sin ruptura, pero…

Hay un fantasma que recorre a la Alianza: el de la ruptura del bloque de diputados nacionales. Pero ayer uno de los más críticos, el socialista Alfredo Bravo, descartó la fragmentación, pero no que seguirán siendo la voz diferente de la coalición.

De hecho, los disidentes, cerca de 15 diputados nacionales, incluidos dos radicales, forman un subbloque con el que las autoridades legislativas deberán negociar.

De la Rúa reconoció ese malestar, negó que los disidentes vayan a ser raleados y, por el contrario, prometio diálogo con ellos, aunque les pidió soluciones, no quejas.

Hay quien apuesta a que el quiebre vendrá en poco tiempo, tanto por si la reglamentación de la ley sobre las Obras Sociales privilegia el negocio sobre la salud, como por actitudes en foros internacionales.

Hoy se inicia en Nueva York una Conferencia Mundial de Mujeres, bajo los patrocinios de la ONU y muchos temen que de la Rúa ordene a la delegación argentina a que ratifique su respaldo a la posición del Vaticano frente al aborto.

En la campaña electoral, la Alianza se cuidó de tocar el tema, aunque el gobernador bonaerense, Carlos Ruckauf, demolió a Graciela Fernández Meijide, acusándola de «abortista», como si fuera una maldición. La Iglesia, que se ha colocado del lado del Presidente frente a embestidas de algunos sectores internos que piden el respaldo a los sindicatos, aguarda que el gobierno no modifique la actitud de Carlos Menem frente al aborto.

Las declaraciones de las últimas horas de legisladores del Frepaso a favor de mantener la unidad en la diversidad tiene muchos adherentes. Sin embargo, la coalición debe urgentemente comunicar sus objetivos políticos. Curioso, una formación de estas características tiene su talón de Aquiles en darle a sus medidas un claro contexto y perspectivas.

El viernes el gobierno enfrentará una huelga general que se supone será de gran envergadura. La debilidad de la protesta es la ausencia de un proyecto y, si se quiere, paraguas político. Aunque la mayoría de los sindicalistas son peronistas, muchos de ellos tienen batallas libradas contra Menem y algunos gobernadores de ese color no quieren ser «conducidos» por la marea popular.

Vienen días complicados.

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