Irak acepta refuerzos pro-Irán para una contraofensiva que le permita recuperar Ramadi, antes que caiga Bagdad

El primer ministro iraquí Haider Al-Abadi, que asumió el cargo hace 8 meses, está siendo duramente criticado por haber dejado caer la ciudad en manos yihadistas, cuando todavía disponía del fuerte contingente de las milicias chiítas para evitarlo, y a los que ahora enviará para recuperar la ciudad de Ramadi. Las fuerzas chiítas hasta ahora habían sido dejadas fuera de la mayor provincia de Irak para evitar problemas con la población en su mayoría sunita, argumenta el Ejecutivo iraquí. Sin embargo ahora el gobierno de  Bagdad anunció “la llegada de combatientes de las Unidades de movilización popular” mayormente chiítas, para colaborar con las fuerzas gubernamentales.

Estados Unidos reconoce que su entusiasmo era excesivo

Después que el Pentágono no quisiera reconocer la caída de Ramadi, afirmando que era “muy pronto para sacar conclusiones”, y manteniendo su postura que “el frente varía por momentos”, los militares han debido reconocer que su apoyo y bombardeos aéreos de poco han servido para evitar el avance de Estado Islámico, que ahora ocupa más terreno que nunca antes en Irak.

Los estadounidenses han dicho que los chiítas “deben ahora jugar un papel en Ramadi, porque están bajo control del gobierno iraquí”, desentendiéndose del asunto, ya que las milicias son enemigas de Estados Unidos desde sus inicios en Irán.

Mientras tanto la fuga de civiles continúa desde el área de Ramadi, rumbo a Bagdad, después que se supo el Ejército había realizado una “huída caótica” según versiones de testigos, dejando el flanco completamente expuesto, lo cual los yihadistas ocuparon de inmediato. Los ocupantes de Ramadi han comenzado a aplicar su criterio de las leyes musulmanas y ejecutan vecinos por decenas en el marco de la primera represalia a los aliados del gobierno.