Mutilación genital femenina

La mutilación genital femenina o también conocida como ablación femenina es el proceso mediante el cual se procede a la eliminación o extirpación de los genitales femeninos, principalmente el clítoris, aunque también se presentan situaciones de mutilación de los labios mayores y menores. Es decir, se constituye como un acto de castración con el objetivo de erradicar el placer sexual en la mujer.

Este fenómeno ha sido instaurado en la sociedad aduciendo distintas razones, entre ellas han destacado los motivos religiosos, pues en casi todas las religiones la mujer es considerada como peligrosa, seductora, tentadora, capaz de arrastrar a los hombres al pecado a través del cuerpo.

Otro de los motivos para su realización será la consideración de los genitales femeninos como sucios y antiestéticos. Pero este procedimiento también habrá de poseer un carácter económico al intentar garantizar que las mujeres no puedan sucumbir a las tentaciones y lleguen vírgenes al matrimonio; de lo contrario serían repudiadas, constituyéndose en una carga para sus familias y la pérdida de la dote.

Otro de los aspectos fundamentales será que la mutilación femenina va a constituirse como una de los principales mecanismos de control de la sexualidad, -función que otrora realizaran los cinturones de castidad-, lo cual permite el mantenimiento de la institución del matrimonio bajo las nociones de propiedad.

Pero además va a explicarse como consecuencia de una sociedad que continúa considerando a la mujer como inferior, como medio para la canalización de los deseos sexuales del hombre y como reproductora de la especie.

Ahora bien, la mutilación genital femenina es una práctica presente en distintas culturas alrededor del mundo, sin embargo, es predominante en África y el Oriente Medio; realizada en niñas y adolescentes de distintas edades, pero que se ha caracterizado por ser un ritual de iniciación, que marca el tránsito de niña a mujer.

Este hecho ha tenido significativas consecuencias en la vida de las mujeres, situaciones de riesgo como desangramiento, infecciones, infertilidad, contagio de enfermedades como hepatitis, sida, e incluso la muerte como consecuencia de su realización a través de métodos inadecuados, rudimentarios, realizados por personas de la misma comunidad sin conocimiento médico y con instrumentos como vidrio, cuchillos, hojillas, entre otros. Aunado a ello, las mujeres se enfrentan a daños irreversibles en el ámbito psicológico, afectivo y sexual.

La mutilación femenina constituye una violación a los derechos humanos de las mujeres, violación al derecho a la vida, la salud, la seguridad y la integridad física; es por ello que el 6 de febrero se ha declarado como el Día Internacional Contra la Mutilación Genital Femenina, con el objetivo de concientizar y comprometer a individualidades, grupos y gobiernos con la erradicación y sanción de esta práctica.

En este contexto, Kenia es uno de los países de la región africana que más ha avanzado en la lucha contra la mutilación femenina. En 2011 estableció una ley que condena esta acción con penas que van desde 3 años hasta cadena perpetua; pese a ello, esta práctica se mantiene, principalmente por el peso de la tradición y la sanción moral en de las comunidades.

En los últimos años algunos informes han comenzado a dar cuenta de una disminución de ablación femenina, sin embargo, nos enfrentamos al recrudecimiento de estas concepciones y prácticas. Recientemente el líder del grupo yihadista ha ordenado a las familias de la ciudad de Mosul la mutilación genital de 2 millones de niñas iraquíes con el objetivo de “distanciarlas del libertinaje y la inmoralidad”, lo cual pone de manifiesto la aún existente condición de vulnerabilidad de las mujeres en la sociedad contemporánea.

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