Alexandra Larsson: crónica sentimental de aquella noche loca con «la Suequita de Leandro»

Una cosa llama a la otra: apenas conocida la existencia de un video de una sesión íntima grupal nada menos que con Alexandra Larsson como protagonista, admirada por su candorosa belleza entre la multitudinaria audiencia del zar del rating Marcelo Tinelli, la comunidad argentina en Internet, extensiva a toda Iberoamérica, hizo colapsar los servidores en una desenfrenada búsqueda de las crudas -o bellas según los ojos que miren- imágenes de la «diosa» escandinava, mientras disfrutaba las atenciones de tres apuestos jóvenes, extasiados por su magnífica naturaleza.

La filmación de esas escenas tras las discretas cortinas de un departamento de soltero en Puerto Madero, separadas apenas por 6 metros de los ruidosos paseantes por Juana Manso al 1.600 aquella noche de primavera, no fue un factor externo a la celebración de los sentidos, sino precisamente el ingrediente central de la opción por el desafuero que Alexandra, más que sus tres prodigantes, había decidido ceder a la tentación de experimentar.

El murmullo de los caminantes tras las cortinas, un poco de alcohol de más, la «comprensión» de su novio carioca -un equívoco de nacionalidades de la que la Alexandra cayó despues- y una cámara digital para imaginarse viviendo una película incandescente, bastaron para que Alexandra, más que sus tres adoradores, se sintiera en la puerta misma del éxtasis.

No le quedó nada por hacer ni sentir, nada. Con cada uno, con Leandro y uno, con Leandro y el otro, y finalmente con los tres al mismo tiempo.

Es cierto que, no solo por el alcohol, Alexandra sintió que «perdía la cabeza en una especie de cascada en la que no paraba de caer», como contó a su amiga Mariela dos días después, con sensaciones extremas, «demasiado fuertes», de las que sin embargo no quería apartarse.

Cuando despertó al día siguiente no recordó nada de inmediato, Leandro yacía durmiendo a su lado y unas rayas de sol se colaban por los bordes del blackout en las ventanas. Quiso inorporarse y recién ahí, en la molestia de sus músculos fatigados y el desorden catastrófico de la estancia, Alexandra comenzó a percibir que «aquello» no había sido un sueño.

Comenzó a juntar imágenes de aquel rompecabezas mientras se dirigía con alguna dificultad hacia el baño. Recién tras la ducha reparadora, vuelta a tenderse en la cama sobre el torso rendido de su «novio», Alexandra atinó a tomar la cámara digital que asomaba bajo una almohada.

Entonces lo vio todo, de principio a fin, despierta y con los ojos abiertos. Se vio a sí misma en aquella mujer completamente desatada al hervor de sus instintos. Se miró una y otra vez, tres veces.

Alexandra Charlotte Larsson, sueca argentina de 21 años, se asombró primero, se gustó enseguida, se sintió dichosa y se asustó después. Dichosa y asustada. Hizo una llamada por teléfono. Y entonces se volvió a dormir. Así lo cuenta «el Ruso», al menos, que sabe sabe.

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