Rechifla estudiantil en Harvard para Cristina Kirchner, blanco de preguntas incómodas
La presidenta Cristina Kirchner hizo desbordar las redes sociales argentinas, tras su presentación en dos universidades norteamericanos, donde su presentación causó un impacto que aún repercute este fin de semana en los medios de prensa argentinos.
Cristina Kirchner, había viajado a Nueva York, para participar de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas. Como es habitual, las principales universidades de la costa este norteamericana, invitaron a la mandataria para una disertación con posterior ronda de prensa para los estudiantes. Cristina aceptó la invitación de dos de las principales: Georgetown, en Washington, y Harvard, en Nueva York.
La primera comparecencia ante los estudiantes, debió haberle advertido que los estudiantes de periodismo no eran fáciles en esas universidades: los jóvenes preguntaron sobre libertad de prensa en Argentina, sobre el patrimonio de la presidenta, y algún otro punto que salía del habitual escenario estudiantil que suele aplaudir a Cristina en Argentina. Lo peor vendría después.
Los silbidos de Harvard
La presidenta argentina comenzó su asistencia a la Universidad de Harvard con un breve discurso donde agradeció “porque acá reciben se, solo a grandes figuras”, dijo. Cuando se fue, ni siquiera aceptó participar del cóctel de estilo.
Tras palabras del invitado, en Harvard, los estudiantes se inscriben para un sorteo, si el bolillero los beneficia, forman fila y cuando les toca el turno, preguntan. Pero las interrogantes, que parecían hechas o por profesionales o por argentinos interiorizados en la política de los vecinos, no agradaron a la presidenta.
Comenzó así una serie de atajadas, desviaciones de tema, enfados y hasta agresiones de Cristina que sorprendieron a todos los anfitriones. Cristina llegó a acusar a los estudiantes de estar “operando” con sus preguntas, para la oposición a su gobierno en Argentina.
Pero cuando el decano propuso cerrar las preguntas y respuestas (después de todo Dilma Rousseff, que allí había estado, contestó tres preguntas en total y nadie se molestó), Cristina lo rechazó y siguió adelante respondiendo a troche y moche, pero empantanándose cada vez más según sus críticos y salvándose con honor de este “servicio a la protesta cacerolera”, según aliados al gobierno.
Nadie recuerda en ese ámbito de Harvard, que se hubiera silbado a un entrevistado: Cristina lo logró. Y cuando ya al final de la batalla , le dijo a un estudiante que la pregunta que le hacía no era digna de Harvard, sino de La Matanza, alzó el enojo de los estudiantes argentinos, que si bien reconocen estar en inferioridad técnica con los norteamericanos, no creen que sea culpa de ellos, y mucho menos que sea lógica que su propia presidenta, los discrimine por el mundo.
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