el malestar de la pareja

uál es el problema central que plantea la investigación que has realizado y presentas en el libro: desencuentros, soledad, individualismo? ¿Dónde estaría básicamente el malestar?

-La fuente del libro es una encuesta de cuarenta y una preguntas que han contestado personas solteras y con pareja estable de Argentina, España, Estados Unidos, México y Uruguay. En algunos casos, se hicieron entrevistas. Principalmente he tratado de analizar y profundizar en la independencia afectiva y en el crecimiento de las relaciones descartables en tiempos hipermodernos.

El malestar está dado porque aún en tiempos individualistas, de contratos temporales, tanto hombres como mujeres cargamos con la noción de pareja y familia como bases de la sociedad. Encontrarnos con el derrumbe de uno de nuestros máximos paradigmas culturales trae desasosiego, aunque es llamativo que esto es mayor en las mujeres que en los hombres. Ellos toman este período como un momento transitorio, no creen que estarán todo el tiempo sin pareja. Prefieren ocupar su tiempo en cenas y salidas con amigos, en partidos de fútbol, en horas de gimnasio, en viajes. Mientras que ellas, seguramente por la carga emocional del concepto «ser mujer», viven este período con mayor malestar y dudan si en algún momento van a conocer a la persona que esperan. No obstante que los hombres se muestran miedosos ante la posibilidad de conocer a alguien una vez que han sufrido penas de amor y las mujeres siempre vuelven a creer, en la medida que ellas ven prolongada su soltería aparecen más escépticas que ellos sobre un futuro amoroso.

 

DIFICULTADES DE COMUNICACION

-Tu experiencia en España como single coach, asesorando a solteros y solteras en la búsqueda de pareja, ¿incidió en la realización de este libro?, ¿de qué forma?

-Me encontré con muchos testimonios sobre dificultades para encontrarse con el otro. En una ciudad cosmopolita como Barcelona, a algunas personas les cuesta rehacer su vida tras una ruptura sentimental, no por falta de voluntad ni por arrastrar residuos del pasado, sino por chocar con diferencias culturales y de expectativas. La gente se casa tras años de convivencia o como una forma lúdica y de compromiso con el otro, pero no siguiendo imposiciones sociales como puede suceder todavía en las sociedades latinoamericanas. Aunque es verdad que en todas las sociedades las personas siguen casándose por amor. Cuesta creerlo debido al mundo consumista y materialista que vivimos, pero el amor es el gran ideal de estos tiempos hipermodernos.

Esos hombres y mujeres dan su propia opinión sobre el amor y el desamor en la encuesta que administré on line. También me han ayudado los testimonios que me enviaron algunos usuarios registrados en mi consultora de desarrollo personal Single Coach (www.singlecoach.es).

-¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías y principalmente internet, en las posibilidades de encuentro de las personas con fines sentimentales?

-Asesorando a solteras y solteros en búsqueda de pareja en un sitio de internet, pude ver el rol protagonista que tienen hoy las nuevas tecnologías, que se han consolidado como una herramienta muy útil para conocer a una persona. No obstante, resulta paradójico que en tiempos de auge de internet, cuando llegan las noticias mucho más pronto ya sea por sms o mail, aún no nos estamos comunicando bien.

Igualmente, vamos a fiestas, discotecas, reuniones de amigos, estudiamos en la Universidad, trabajamos en distintos ámbitos, pero no siempre nos mostramos claramente tal cual somos ni expresamos lo que sentimos y queremos.

 

MIEDO AL COMPROMISO

-En su best seller «Las mujeres que aman demasiado», Norwood habla de la dependencia afectiva femenina. En tu libro aparecen las mujeres que no pueden comprometerse, un comportamiento tradicionalmente atribuido a los hombres. ¿De qué tipo de mujeres se trata?

-Mi objetivo ha sido todo lo contrario a tratar de analizar la dependencia afectiva de las mujeres hacia hombres difíciles, como tan magistralmente lo ha hecho Norwood. Creo que ese es un tema que ya ha sido abordado durante mucho tiempo por la psicología, la sociología, incluso por la literatura y el cine. Pero hay algo que todo el mundo comenta pero no se atreve a ahondar: el desencuentro entre hombres y mujeres, que es cada vez más creciente y tiene una natural consecuencia en la sensibilidad de ambos géneros. Las mujeres que «no aman demasiado» suelen ser personas autónomas, seguras de sí mismas de cara a la sociedad, generalmente profesionales exitosas, con un nivel medio alto de ingresos, con un cuidado de sí que les hace ir con frecuencia al gimnasio y a la peluquería, con tendencia a viajar. Posiblemente en la esfera de los treinta a cuarenta y cinco años. Son mujeres que han amado, algunas se han casado, han vivido en pareja, pero ahora se encuentran con hombres que no se comprometen. Al ir cansándose de ese prototipo, ellas mismas comienzan a ser un reflejo de lo que ven: tampoco se comprometen, se muestran descreídas ante cada nuevo hombre que aparece. Inconscientemente, tal vez ellas busquen esos hombres porque aún no están preparadas para el compromiso.

-La encuesta que realizaste incluye hombres y mujeres de varios países: ¿existen diferencias?

Hay muchas diferencias según los países y también debido a un tema generacional además de cultural. Por ejemplo, en la España posfranquista las mujeres comienzan a tener mayor participación en la esfera pública, lo que hace que posterguen su maternidad y se concentren en el desarrollo de su carrera profesional. Esto deja perplejos a los hombres, que no saben cómo actuar ante estas mujeres tan resolutivas y seguras de sí mismas, que no sólo administran su propio dinero: también deciden sobre su sexualidad, sobre cuándo dar rienda suelta al deseo y hasta tomar la iniciativa.

En países como Argentina y Uruguay, el matrimonio y la formación de una familia se suele dar antes de los treinta años y las mujeres siguen sumisas y calladas en temas de sexualidad.

La edad influye, pero sobre todo porque las expectativas en torno a la pareja son distintas. A medida que nos hacemos mayores, somos menos flexibles. Pasan los años y nos mostramos rígidos con los que quieren desestructurar nuestro universo de expectativas con respecto al amor. En la dificultad de encontrarse inciden desde aspectos tan exteriores y frívolos como la altura, hasta el trabajo del otro y la falta de entendimiento sobre lo que cada uno espera del otro.

 

PARADOJAS

-¿Por qué la soltería sigue siendo un problema, aún para estas personas que no están dispuestas al compromiso afectivo?

Es parte del mundo contradictorio y paradójico que conlleva la hipermodernidad, tan bien abordada por el filósofo francés Gilles Lipovetsky. La preocupación por el matrimonio e hijos es más bien femenina y no suele darse mucho en los hombres. Las mujeres, que dicen a viva voz que no quieren una pareja, al mismo tiempo sufren y expresan preocupación ante la posibilidad de no ser madres o terminar sus vidas solas, sin un compañero. Cuando hablamos de tiempos hipermodernos, hablamos de una época ansiosa, vertiginosa, con prisas, donde hay escaso tiempo para compartir, para disfrutar una comida elaborada, para el diálogo.

En realidad, el poder tener amor no deja de ser una estrategia más de nuestra sociedad hipermoderna. Una estrategia que tiene mucho de táctica y de juego. En ese juego del poder es que se erige el conflicto entre teoría y práctica, entre saber y deseo. Estos deseos -de tener amor, pareja, un compañero- chocan con la realidad cuando no llega la estabilidad. Eso proyecta un cierto pesimismo en el carácter de las solteras. Pero no es un pesimismo derrotista, sino más bien un pesimismo optimista que tiene alternativas como el gimnasio,
la discoteca, los clubes sociales, las comunidades virtuales. Llamo la atención en el libro sobre que los hombres que «no aman demasiado» suelen ver estos tiempos de contratos temporales en el amor como un tránsito hacia el amor verdadero que ya llegará. Las mujeres que no aman demasiado, en cambio, sufren mucho más estos tiempos, los viven con pesar. Culturalmente en la sociedad occidental, a la mujer se la ha educado para amar y la ausencia de ese sentimiento entra en contradicción con la educación y los modelos recibidos.

-¿Por qué se ha confundido la independencia afectiva/vincular con la modalidad del «touch and go» (toco y me voy) y un eterno ideal juvenil y hasta adolescente tanto entre varones como entre mujeres?

-En ocasiones, la independencia afectiva connota una serie de relaciones esporádicas, al estilo «touch and go». Ese ser independiente en lo afectivo, ya sea hombre o mujer, muchas veces no quiere ir más allá de un intercambio sexual. Otras veces, algunas personas reconocen cierta resistencia a establecer una relación estable pero vislumbran una relación amistosa con el otro. En cuanto si esta forma de actuar se vincula a inmadurez, diría que los adolescentes, seres puros en estos temas del amor, suelen visualizarse mucho con el objeto de su amor cuando se inician en el arte amatorio. Al no tener penas amorosas, ellos son los más proclives a conocer al otro y entregarse con fervor, y son los seres más inmaduros del mundo junto con los niños. Así que más allá de la madurez, creo que se debe a una influencia social y de paradigmas mentales que tenemos internalizados. El terrorismo, las nuevas tecnologías, la inestabilidad laboral traen consigo también miedos cotidianos ante el otro y ante la posibilidad de ser amado y de expresar amor. También se relaciona con la concepción de amor con la que todos hemos crecido. Cuando se nos transmite que el amor es un sentimiento que nos ata, nos limita y nos impide ser independientes, el soltero, dichoso de su autonomía, resiste a sucumbir a algo que cree le impedirá ser libre. En realidad, el amor sano sólo crece y se regenera cuando cada uno tiene su espacio.

 

ESPERANZA, A PESAR DE TODO

-Freud, en «El malestar de la cultura», hablaba de la imposibilidad que tenía nuestra especie de atender satisfactoriamente sus instintos ­más concretamente al placer-, lo que se entiende más claramente si pensamos en la pulsión sexual. Pero Eros parece ser el gran reverenciado para los que «no aman demasiado» y, sin embargo, el malestar igual está. ¿Cómo se explica?

-El malestar está porque no somos animales. La llamada mente racional que todos tenemos tiene instaurada una cantidad de programas que son creencias, generalizaciones, modelos culturales que nos han colocado los distintos transmisores del saber y el poder: la familia, la escuela, la universidad, los amigos, los colegas. Seguramente si venimos de un hogar muy liberal, el sexo esporádico no tendrá el peso de una lectura moralista, como lo tendrá para una persona proveniente de un hogar tradicional y poco permisivo. Como aspecto opuesto a esta exacerbación sexual, en el libro también abordo la falta de deseo que surge en muchas parejas jóvenes. Parece que el hedonismo y la sobredosis de estímulos provocan un mayor agotamiento de la pulsión sexual. Ahora no se reprime la sexualidad como en tiempos de Freud pero falta el deseo, sobre todo en los hombres. Ahora el hombre dice «no» y ellas no están preparadas para esto. Pero, ni los hombres ni las mujeres sienten satisfacción tras un tiempo interminable de romances pasajeros. Somos seres rutinarios, que creamos nuestros propios hábitos. Y el hábito del amor, de desayunar y comer junto a alguien, de ir al cine o viajar en compañía está profundamente arraigado en el seno de la sociedad occidental.

-Si hay malestar, ¿significa que hay esperanzas para el amor?

-Pese al individualismo y al creciente egocentrismo, las personas siguen queriendo compartir su vida con alguien. Ellos con menos presión y menor ansiedad, ellas con más dudas, más inseguridades, con la presión del reloj biológico pero también con deseo de volver a enamorarse. Claro que así como el amor no es el principio ni el fin de todos los males, no basta simplemente con amar: también tiene que estar la voluntad de amar. La fórmula parece estar en reconocer, aceptar y amar al otro con sus luces y oscuridades. El primer paso para el encuentro es que las dos partes asuman sus similitudes sin dejar de reconocer sus diferencias. En cuanto al cambio de roles, la transformación masculina al igual que la femenina son procesos que aún están en marcha. En la medida que cambiemos nuestra propia subjetividad, las niñas y los niños, futuras mujeres y hombres, asumirán esos nuevos roles sin conflictos ni rivalidades.

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