Lacy Duarte en Venecia

Uruguay es uno de los tres países latinoamericanos, junto a Brasil y Venezuela, con pabellón propio en la Bienal de Arte de Venecia que el 12 de junio inauguró su 51º edición. Allí expone la artista uruguaya Lacy Duarte, luego que su obra fuera seleccionada por una comisión integrada por artistas, críticos y curadores nacionales.

Lacy Duarte se define como una mujer rural. Nacida en 1937 en Mataojo, pueblo fronterizo con Brasil, fue a estudiar a Salto a los 15 años, en momentos de gran efervescencia cultural. Presa de la dictadura en Montevideo, exilada en Brasil, viajó por Europa y Estados Unidos.

 

ABRIGO, ALIVIO Y ALIMENTO

La estética de su obra está profundamente marcada por lo rural, lo nativo y lo femenino. «Tuve una formación académica y es como que después desaprendí, porque al viajar y ver toda la cultura europea y americana, me di cuenta de que ese mundo era diferente al mío e hice un viaje hacia adentro», explica. En ese proceso se reencontró con su madre, mujer rural y figura de inspiración central en el trabajo que presentó a la Bienal, titulado «Territorio/Territorios».

En la edición de 2005, la Bienal propone reflexionar sobre «la experiencia del arte». La instalación de Duarte trabaja sobre tres conceptos enraizados en su entorno personal: el abrigo, el alivio y el alimento. El abrigo inicia el recorrido: las escaleras de entrada al pabellón uruguayo aparecen cubiertas por una trapera (frazada de retazos) elaborada por campesinas y con dibujos de la artista, hasta llegar a una cama cubierta por una frazada de papel hecha por ella, ubicada en el centro del recinto. De ese modo refleja «la pobreza pulcra del medio rural».

Al alivio lo simbolizó en una serie de muñequitas hechas con fibras naturales, como las que usan las curanderas de campaña. El alimento está representado por panes con forma de muñeco: «Mi madre hacía panes para vender, y para nosotros con forma de animalitos y muñecos. Ella era una creativa: además de cuidar a sus diez hijos, trabajaba para mantenerlos y se daba el tiempo de hacernos los juguetes: tallas de madera, de barro, telar. Toda esa búsqueda de mis raíces y de esa cultura del campo es una postura que tengo sobre mi trabajo artístico, de traer a nuestra realidad eso que es tan olvidado».

Junto a la artista, otras dos uruguayas viajaron oficialmente a la Bienal: la curadora de la muestra Olga Larnaudie, y como comisaria la profesora Alicia Haber, quien comentó: «A través de su obra, Lacy Duarte supera relatos dominantes, hegemónicos, capitalinos, machistas, y desafía el imaginario uruguayo predominante, creado desde la mirada de una sociedad hiperurbanizada y europeizada que aún cree en el mito de haber logrado la igualdad y la homogeneidad. La pobreza sale a la luz en su obra. Lo hace en la época de las secuelas del profundo trauma de la dictadura, de la crisis económica de larga duración que, con altibajos, vive el país desde la década del 60 y de la grave crisis de los últimos cinco años. Lacy Duarte integra el tema de la memoria, esencial en la vida uruguaya actual posdictadura, ayuda a la construcción de una memoria democrática porque incluye una zona poco explorada de Uruguay; coopera con la elaboración de una historia múltiple. Lacy Duarte deviene una militante de la memoria».

 

FUERTE PRESENCIA FEMENINA

En los 110 años de historia que tiene la Bienal sólo una mujer había representado a Uruguay: Agueda Dicancro. Además, esta es la primera vez que van mujeres curadoras y comisarias, encargadas de organizar y promocionar el pabellón uruguayo.

Este hecho se enmarca en otro de gran importancia como es el que sean dos mujeres las curadoras de toda la Bienal: las españolas María de Corral y Rosa Martínez, quien declaró que su elección «profesionalmente es muy importante», pero también destacó la «importancia política y simbólica» de ello.

La presencia femenina es notoria además en las salas de exposición, con obras que denuncian la escasa participación de las mujeres en el mundo artístico, como las presentadas por las Riot Girls, un grupo anónimo de artistas mujeres que desde hace veinte años denuncia la discriminación en el arte. En un cartel se puede leer «¿Tienen que desnudarse las mujeres para ingresar al Museo Metropolitano? Menos del 3% de los artistas en las exposiciones de arte moderno son mujeres, pero el 83% de los desnudos son femeninos». Muy cerca se puede ver un artefacto lumínico que simula las pomposas «arañas de cristal» pero fabricada con cientos de tampones. La artista de origen europeo, Joana Vasconcelos, aclaró que su obra es una reflexión sobre la condición de las mujeres «bajo las dictaduras inspiradas en el modelo de catolicismo más misógino y conservador».

Con otros recursos expresivos, la obra de la compatriota Lacy Duarte también reivindica a la mujer. «El género es un tema importante para ella –dice Alicia Haber- Las mujeres son los nuevos actores sociales en Uruguay. Han adquirido un relevante papel social en los últimos treinta años y se produjo, en ese sentido, una verdadera mutación civilizadora. Duarte evidencia la supervivencia de ritos, mitos y supersticiones antiguas vinculadas a la magia, dando otra visión de la sociedad uruguaya». Esta observación se refuerza con palabras de la propia Duarte: «Si no abrimos la cabeza de la gente por medio de la cultura es como imposible que se pueda crecer, abrirse a todas las diferencias, al respeto y a la solidaridad con el otro».

Colaboración de Cotidiano Mujer.

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