Explotación sexual y trata de niñas y mujeres venezolanas en su migración hacia Colombia

Foto de archivo con fines meramente ilustrativos
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La profunda crisis política, social, pero principalmente económica que se vive en Venezuela, la hiperinflación sin precedentes, los altos índices de escasez de medicamentos, la escasez de alimentos y el alto costo de la canasta alimentaria familiar, el aumento de la pobreza y la vertiginosa pauperización de las condiciones de vida, la pérdida de beneficios laborales, la pulverización de los salarios de la clase trabajadora, el desempleo, la desaparición de la capacidad de consumo de la población, el incremento en el número de personas subalimentadas, las dificultades para acceder al dinero en efectivo, el progresivo colapso de los servicios públicos como salud, electricidad, agua potable, gas, transporte público, telecomunicaciones, aunado a la merma de derechos civiles y políticos; ha profundizado y agudizado las desigualdades, formas de discriminación, violencia, vulnerabilidad y riesgo de las niñas y mujeres venezolanas. 

Esta situación ha llevado a niñas y adolescentes a abandonar sus estudios primarios y secundarios para insertarse cada vez más temprano en el mercado de trabajo informal, pero también para engrosar las filas de la mendicidad. De acuerdo con los registros de la Red de Casas Don Bosco, desde octubre de 2017 a marzo de 2018 la población infantil en la calle aumentó 40%, de estos el 80% se dedica a la mendicidad y el 40% son niñas, cuando en 2009 las niñas representaban solo 13%. Así mismo, este escenario ha obligado a las mujeres a realizar dobles y hasta triples jornadas, a desertar de sus puestos de trabajo, y a recurrir a otras actividades económicas que permitan su subsistencia y la de sus familias. Entre estos es posible considerar el trabajo informal, la reventa de productos escasos, el micro contrabando de productos, la prestación informal de servicios de cuidado, la comisión de hurtos, la participación en diversos tipos de delitos y la explotación sexual.

Este contexto de vulnerabilidad favorece que las niñas y mujeres sean sometidas, chantajeadas o forzadas por personas individuales o por las redes de prostitución a cambio de alimentos, agua, medicinas, productos de aseo personal y otros artículos básicos. Algunas son explotadas sexualmente, vendidas o trasladadas para convertirlas en mercancía del mercado de la trata. Situación de riesgo y vulnerabilidad que se incrementa en el contexto de la migración.  

De acuerdo a la Agencia de la ONU para los Refugiados los migrantes venezolanos ya superan los 4 millones y, según el “Informe Sobre la Movilidad Humana Venezolana. Realidades y Perspectivas de Quienes Emigran”, el 16% de los migrantes consultados no había averiguado previamente sobre la forma de vida del país que tenía como destino, al 4% no lo esperaba nadie a su arribo y el 4,4% no tenía un sitio donde llegar. Este hecho, aunado a la desesperación y la falta de recursos, según la OIM (2018) les impulsa muchas veces a entrar en contacto con personas que anuncian servicios de migración, tanto legítimos como ilegítimos, por ejemplo, agencias de viaje y contratación, y traficantes que venden documentos de identidad y visados falsos; coyuntura que aumenta los riesgos y niveles de vulnerabilidad de esta población y favorece su captación por redes de trata de personas y de explotación. 

En muchos casos estos procesos migratorios representan sin lugar a dudas una mejora en las condiciones y calidad de vida de las mujeres y sus familias, así como, en el paliativo de la precarización y sufrimiento de familiares y dependientes en el país de origen. Sin embargo, estos procesos migratorios también pueden profundizar las condiciones de vulnerabilidad y riesgo de las mujeres venezolanas, quienes desde el momento que inician el recorrido desde sus hogares de origen hasta los lugares de destino se enfrentan a la desprotección y a múltiples formas de violencia y desigualdad por razones de género; entre estos es posible mencionar: prejuicios, estereotipos, acoso, violencia sexual (Naciones Unidas en 2018 estimaba que un 2% de las mujeres venezolanas en el exterior con edades entre los 15 y 49 años eran sobrevivientes de violencia sexual), así como, la captación por parte de redes de trata con fines de explotación sexual.

Muchas mujeres son víctimas de mafias que les ofrecen trabajos en el exterior con llamativas remuneraciones económicas, vivienda y traslado al nuevo destino. En la mayoría de los casos quienes reclutan a estas mujeres son otros venezolanos, quienes apelando a la confianza del gentilicio común, haciendo alarde de la mejora de su calidad de vida tras haberse radicado en otro país y, enfatizando en la posibilidad de ganar más dinero para ayudar a las familias que permanecen en Venezuela logran convencer a sus víctimas. También estas ofertas abundan en las redes sociales. No obstante, tras llegar al destino ofrecido estas mujeres son despojadas de sus papeles, incomunicadas, encerradas, sometidas a múltiples y diversas formas de violencia, que permitan supeditarlas para ser vendidas cual mercancía exótica. 

Un trabajo de investigación realizado por el diario digital Efecto Cocuyo que incluyó el conteo y revisión de casos reseñados en diversos medios de comunicación desde marzo hasta el 22 de noviembre 2018, encontró que 188 venezolanas en nueve países habían sido rescatadas por autoridades judiciales de varios países como México, Panamá, República Dominicana, Perú, Ecuador y Colombia tras haber sido víctimas de trata, 88 de ellas en Colombia lo que equivale al 46,8% de las víctimas. Así mismo, una cantidad importante de migrantes venezolanas en Colombia han sido reclutadas por las redes de trata y explotación sexual, situación a la que se ven expuestas en mayor medida las migrantes en condición de irregulares. 

De acuerdo al trabajo de investigación titulado “Caracterización de Personas que Realizan Actividades Sexuales Pagadas en Contextos de Prostitución en Bogotá 2017” realizado por el Observatorio de Mujeres y Equidad de Género de Bogotá (OMEG) de la Secretaría Distrital de la Mujer (2018), se pudo conocer que, de 7.094 personas consultadas en situación de prostitución en la ciudad de Bogotá, 2.316 de estas personas son extranjeras 32,7%, y de estas extranjeras 2.312 son venezolanas 99,8%. Esta investigación también muestra que el 84,1% de ellas comenzaron a ser explotadas sexualmente tras su llegada a Colombia y, el 23,7% considera que es la única opción que tiene y 20,2% afirma que es la actividad a la que esta forzada a realizar. 

Respecto al lugar donde son explotadas sexualmente las mujeres venezolanas en Bogotá el 92,5% declaró que algún establecimiento y el 7,3% en la calle. El 54% reside en un cuarto en el establecimiento donde es explotada, el 7,8% de ellas debe pagar arriendo por la habitación en el establecimiento y el 35,8% debe pagar el arriendo con una periodicidad diaria; este hecho permite identificar los niveles de vulnerabilidad y desprotección de estas mujeres pues, si no cumplen con los mínimos exigidos y no producen el dinero suficiente para cancelar el arriendo diario no cuenta ni siquiera con un lugar donde pernoctar. Ante esta situación el 79% de las venezolanas en situación de prostitución que hacen vida en Bogotá son vendidas al día entre 2 y 5 prostituyentes, además por cada prostituyente que el 66,2% recibe en promedio entre $25.001 y $50.000 pesos colombianos (entre 8 y 16 dólares). 

La referida investigación también evidencia que de las venezolanas en situación de prostitución en Bogotá el 10,3% ha vivido violencia física y el 7,6% violencia sexual por parte de los prostituyentes, el 2,8% ha experimentado violencia física por parte de los proxenetas, al 4,5% les han sido retenidos sus papeles de identificación, 2% ha sido retenida en contra de su voluntad dentro del establecimiento, al 2% le ha sido retenido dinero por parte del proxeneta, y el 2,1% ha sido víctima de trata de personas. 

Finalmente, las mujeres venezolanas comienzan a aumentar las estadísticas de feminicidio en Colombia, algunas de ellas si bien han sido asesinadas en el contexto de la violencia de género por parte de sus parejas o ex parejas, también algunas de estas mujeres han sido victimizadas en contextos que hacen pensar en situaciones de explotación sexual y trata.

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