Dogos, doberman, cimarrones y cualquier perro grande: todos van a parar al asador

Comenzaron a desaparecer perros en Carrasco y ya los ofertan como corderos

El año pasado sucedió algo similar. Los perros empezaron a desaparecer misteriosamente y nadie sabía adónde iban a parar. Los dueños, desesperados, empapelaban la ciudad con carteles que tenían la foto de su tan preciada mascota y abajo decían «Se perdió perro dogo de color blanco en las inmediaciones de Havre y Horacio Quiroga. Responde al nombre de ‘fulano'». Pero nadie los encontraba. Dos veterinarios de la zona, que caminaban una mañana por la feria, vieron a un supuesto cordero colgado de las patas traseras y sin cabeza que se ofrecía a un muy buen precio. No fue sólo el costo lo que les llamó la atención, sino que su costillar no parecía ser el de un ovino sino el de un perro de gran porte. Los médicos de animales compraron el «cordero» y se lo llevaron a su consultorio a investigarlo. Para su asombro, comprobaron que efectivamente se trataba de un can, que según calcularon, no tenía más de ocho meses. Inmediatamente realizaron la denuncia y la noticia corrió como reguero de pólvora. Algunos vecinos hicieron caso omiso al anuncio y siguieron comprando las lindas mascotas que continuaban desapareciendo, acorde a la demanda que tuvieran sus carneadores.

Este año, la historia parece volver a repetirse. Las papeletas anunciando las misteriosas desapariciones volvieron a surgir en masa, y más de un desprevenido llegó contento a su casa contándole a su mujer «qué buen precio» había pagado por el «corderito en la feria». Los coreanos, legendarios comedores de perros, los guisan, los asan, los fríen y los comen con ganas. Pero en Uruguay, donde los gustos culinarios son distintos, es fácil darse cuenta al hincarle el diente a la carne del perro que nada tiene que ver con la de un cordero. Pero los expertos «negociantes» tienen la solución. Primero salen de cacería. Ya con el perro al hombro, vuelven a su domicilio donde lo cuelgan cabeza abajo y lo degüellan como a cualquier cordero. Luego de extraída toda la sangre (todavía no se registraron casos de morcillas), «pelan» al animal y le sacan los sobrantes de grasas, ya que según dicen, es la parte con más tufo. Mientras tanto, preparan un adobo bien condimentado, con las más fuertes especias para que el gusto «tape» al sabor del perro. Dos días en la heladera envuelto en una bolsa de nailon bastan para que el perro quede bien gustoso y tierno. El domingo, lo llevan a la feria y lo venden como «cordero fresco».

Los carniceros aseguran que es una práctica común y que lamentablemente hay casos en que las propias carnicerías de la periferia venden gustosos los perros por cordero. También aseguran que «la gente busca precio y no le importa lo que está comprando. Compran chorizos que cuestan 20 pesos el kilo. Yo no me quiero ni imaginar con qué son fabricados. Basta con pensar que un kilo de carne pura ronda los 90 pesos… La tripa para hacer los chorizos, cuesta cinco pesos el metro. Es un disparate.»

El mayor problema es visible en las ferias más «pobres» de nuestra capital, donde los puesteros tienen a merced de las moscas un sinnúmero de variedades animales a la venta. Pollos, conejos, lechones y «¿corderos?» son vendidos a precios irrisorios. La gente, que no pudo encontrar el «cordero del Pepe», aprovecha para darse un gustito y termina comprando un pobre perro carneado hace dos días. La situación es complicada, pero seguramente las autoridades sanitarias extremarán las medidas de seguridad para tratar de evitar que los perros inunden las ferias vecinales. Papá Noel es así, trae regalos pero se lleva a los perros. *

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