FITO PÁEZ

Fito Páez brindó espectáculo “Páez en América” junto a Kashmir Orchestra

El argentino Fito Páez deslumbró a su público recorriendo su obra y rescatando canciones populares latinoamericanas. De esta forma, el rosarino no sólo reconstruyó su pasado, aquel germen que fue Euforia (1996), Moda y Pueblo (2005) y Canciones para Aliens (disco que recorre clásicos de otros autores populares), floreció en el Centro Cultural Kichner. Rodeado de la Kashmir Orchesta, Páez reivindicó la canción popular en un concierto que quedará para la historia.

Condensada la obra de Páez en una veintena de canciones en poco más de una hora. Foto: Fito Páez Página Oficial.
Condensada la obra de Páez en una veintena de canciones en poco más de una hora. Foto: Fito Páez Página Oficial.

El año pasado, el músico hizo algo similar en La Habana, Cuba. Esta vez, contó con la dirección de Mariano Otero con el que combinaron un diálogo instrumental similar al que ya habían logrado Gustavo Cerati con 11 Episodios Sinfónicos o Vox Dei con La Biblia.

La introducción de vientos de «11 y 6″; la relación piano-contrabajo de «Parte del aire»; la sección de cuerdas en el arreglo de «Detrás del muro de los lamentos», o la evocación de creaciones que tienen un lugar ganado en la historia de la música popular argentina como la interpretación, sin desbordes vocales, de «Tumbas de la gloria».

En línea con la propuesta, Páez amplió la mirada a la canción latinoamericana y eligió dos formas retóricas diferentes de la misma expresión poética; la más oscura y críptica de Luis Alberto Spinetta en «Muchacha ojos de papel», acaso naturalizada por la repetición, o la cristalina de Pablo Milanés en «El breve espacio en que no estás».

También hubo diagonales hacia otros géneros y, en esa faena, «La última curda» (Aníbal Troilo-Cátulo Castillo) salió airosa y menos mancillada que la cita a Atahualpa Yupanqui («Los ejes de mi carreta»), aunque la idea del canto a capela solamente armonizado con la mano izquierda del piano no era en si misma impropia.

Hubo algún margen para presentar al Fito Paez pianista –una dimensión que a veces el propio músico posterga- en la versión de «Desarma y sangra», de Charly García, que tuvo otras citas menos gloriosas.

Ovacionado

El primer cierre de la noche fue con la interpretación de «Construcción», de Chico Buarque, que tanto explica sobre el lenguaje y las estéticas que Páez cultivó en sus mejores años. La dirección –en aparente segundo plano- del contrabajo de Juan Pablo Navarro sustentó una versión merecedora de la ovación que el músico se llevó.

Condensada la obra de Páez en una veintena de canciones en poco más de una hora, y a la vista del inmenso valor de muchas de ellas, algunas de las cuales por si solas justifican una carrera, no dejan de causar perplejidad las inclinaciones estéticas de Páez en su madurez musical cuando, sin necesidad de obligaciones ni concesiones ante nadie, apostó a elecciones más cómodas, tan lejanas a esa veintena de canciones que, sin embargo, siguen estando allí.

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