Un viejo romance: Hillary Clinton y Trump, tal para cual

Fotos: Gage Skidmore - Flickr / Facebook Hillary Clinton.
Fotos: Gage Skidmore – Flickr / Facebook Hillary Clinton.

Lo viejo no termina de morir y no nuevo no termina de nacer. El candidato a presidente a los Estados Unidos por el partido republicano, por muy disparatado que pareciera que fuera, al final está siendo Donald Tramp. No voy a entrar a definir lo que psicológicamente se desprende de sus excéntricas manifestaciones públicas. Es obvio su manifiesto racismo, nacionalismo exacerbado (asunto malo y peligroso en un país imperialista durante décadas), machista, xenófobo, explotador, engreído… Todas las contravirtudes.

La candidata por el partido demócrata, Hillary Clinton, ex primera dama, cuyo esposo fue Bill Clinton. A la vista de la simple mirada, pareciera que hay que apoyar a Hillary, porque representa históricamente la posibilidad de que una mujer ocupe ese asiento de Tanta representatividad y repercusión mundial, dado el poder que Estados Unidos pretende ejercer a nivel internacional (incluso bélico cuando lo justifica con miles de patrañas y tropelías).

¿Pero el hecho de que sea mujer, la hace una buena candidata?

Si fuera un hombre quien sustentara el discurso político del actual partido demócrata, es decir, si se llamara Hilario Clinton, estaríamos hablando de las similitudes en la política económica, cultural y social existente entre Trump y Hilario/y, al margen de algunos tics diferenciadores. Y estaríamos hablando del fin del bipartidismo en Estados Unidos, en una situación de unipartidismo, de bicefalia. Un dragón de dos cabezas, pero un mismo cuerpo orgánico.

Ocurre que al ser Hilario una mujer, Hillary, parece que debemos aceptar ya por buena su candidatura. Y es que el hecho de la aparición de una mujer en escena en esa aspiración a ser la primera mujer presidenta de los Estados Unidos, lo eclipsaría casi todo, pero no debe segar la capacidad crítica. Hay que superar ese sentido común dominante. Para hacernos comulgar con Hillary por el simple hecho de ser mujer, no cabía mejor que contraponer al pueblo norteamericano con su antítesis: un hombre, y lo más fantoche, brabucón, engreído, prepotente, facha y patriarcal posible. Pero realmente Hillary, al margen de su condición de hembra, no representa postura feminista clásica alguna (salvo la populista, y cuando le interesa esgrimirla; no parecieron preocuparle muchos la mujeres libias, cuando fue a la caza de Gadafi… y bombardearon a diestro y siniestro, fomentado una guerra interna de la que ella sólo fue observadora en su condición de ministra, con Obama, de asuntos exteriores). Hillary será candidata por ser mujer, pero no por ser una adecuada persona para liderar un partido demócrata verdaderamente progresista en Estados Unidos. Y lo va a ser porque enfrente tiene un opuesto que representa el machismo que se supone ella viene a superar, y el sistema patriarcal capitalista que se supone ella viene a superar. Pero su devenir político no permite alumbrar giros en su orientación (desorientación política).

Hillary cuando sea presidenta se sentirá orgullosa de serlo no por servir a una ideas progresistas, sino por el simple hecho de lo mismo que siente o sentiría un hombre como Trump: por llamar la atención, llenar y colmar su ego, y ocupar un papel en la historia de su país, no en el bienestar de la vida de sus compatriotas. Puede ser que en una óptica antiimperialista y anticapitalista, mi análisis no sea lo objetivo que requeriría el caso. Pero puede ser que no. Pero da toda la sensación, que la dispusta personalista entre ella y él en los dos debates que se han sucedido, resume dos cuestiones: en un país altamente individualista, es lógico que los debates introduzcan elementos tan personal en la crítica al opuesto (cuestión de competitividad ideológica); y fuera como fuera, lo que sí queda claro es que sus discursos políticos son tan similares, que ocultan el vacío de la dialéctica y del contenido político, con el relleno de esas miserables declaraciones, a las que Clinton también ha entrado (pues de Trump era de esperar). Lo dicho, el romance Clinton y Trump les viene bien a ella y a él, porque están hechos tal para cual. Él necesitaba una candidata aparentemente débil (mujer…) para reafirmar sus \»valores\» dominantes, el patriarcado, el machismo, el sexismo y todo lo que ello acompaña ideológica y capitalistamente; y ella lo necesitaba a él, para disimular con su postura débil (en tanto mujer…) que no tiene un contenido diferenciable muy grande a nivel político con el partido republicano.

Lo que sí sería de cuestión a analizar es cómo quizás desde la aniquilación a Kennedy, el partido demócrata y el partido republicano, son casi lo mismo para el resto del mundo: terminan siendo gobiernos estadounidenses intervencionistas, que sólo privilegian los intereses comerciales de los grandes poderes ocultos que sustentan sus campañas políticas y resortes ideológicos. NO sería de extrañar, que tras no darse la mano al inicio en el segundo de debate, Hilario y el tío Gilito Trump, finalicen el tercero de los supuestos debates sellando su romance con un beso en la boca de tornillo ante la atónita audiencia y la misma Lisa Simpons… Los grandes amores empiezan a veces siempre así…

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