Riesgo, agro-tóxicos y ¿cambio?

Hace algunos días y como consecuencia de una viñeta colocada en el facebook por parte de un amigo,vse disparó todo un intercambio de ideas que desembocó en el problema de los agro-tóxicos, las condiciones de producción agropecuaria y en definitiva la lógica en que se sustenta el modelo global de producción. Pensando cada uno de los aportes se me ocurren algunas ideas que quisiera compartir con ustedes. Lamentablemente desde ya estoy convencido de que encontraré un gran silencio e indiferencia por parte de la mayoría y alguna respuesta incorrecta por parte de otros, pero no importa, como dijo un amigo por lo menos uno pone un grano más de arena en el desierto.
Ulbrich Beck, fue un sociólogo alemán que creó el concepto de La sociedad del riesgo (1986). Según su construcción, todo el desarrollo capitalista ha llevado a la generalización del riesgo en todos los planos sociales. Riesgo relacionado con el mantener el puesto de trabajo, riesgo derivado de la cotidianidad urbana, y fundamentalmente riesgos relacionados con el medio ambiente. También riesgos relacionados con la capacidad de autonomía personal, de estabilidad emocional, y una larga lista de etc.
Entre los primeros ejemplos mencionados por el autor señala que en estudios llevados adelante en Alemania a comienzos de los “80” se constató la presencia de trazas de DDT en la leche materna y reducción de los bosques como consecuencia de la lluvia ácida. En el caso de los bebés ya nacían envenenados y sus consecuencias aún están lejos de haberse evaluado por completo. La desaparición de los bosques comprometía el hábitat básico de amplias regiones del país.
Entre las medidas tomadas estuvo la erradicación del uso de DDT en los cultivos y una limitación del uso de carbón. Esos dos riesgos fueron acotados allí donde las movilizaciones populares tuvieron una dimensión importante y consiguieron que el problema se pusiera en primer plano.
En otras regiones, vulnerables económicamente, como son las más atrasadas áreas de África o América, las cosas marchan por otros carriles.
Aprovechando las urgencias sociales y con la promesa de crear empleos y elevar el nivel de desarrollo general de la población, se han instalado grandes transnacionales que practican lo más descarnado del proceso de acumulación de riqueza. Para ello, al igual que en el pasado llegan a estas tierras con afán depredador. Este nuevo proceso que pensadores como David Harvey denominan acumulación por desposesión, no tiene otro objetivo que acelerar la transferencia de riquezas desde estas naciones hacia las grandes empresas.

Esa depredación no se limita a las riquezas naturales de una región La generación de pensamiento también es un blanco que se pretende dominar. Es así que la escasa investigación que se ha desarrollado en nuestro continente, está influida de modo directo o indirecto por la acción y financiación de grandes fundaciones que no son sino ramas de las corporaciones. Las investigaciones en derredor al desarrollo del maíz transgénico, en parte fue desarrollada en nuestra universidad financiada por esas fundaciones. De esa manera nos depredan la “inteligencia” y de paso se aseguran que sigamos moviéndonos dentro de determinados paradigmas y premisas funcionales al orden establecido. La ilusión de la asepsia ideológica de la ciencia, hace tiempo que murió por más que bajo la forma de fantasma recorre la escena.
El capitalismo progresivamente ha conseguido transformar los alimentos en mercancías y ajustar su producción a los criterios y lógica empresarial. Esto ha llevado a que se verifiquen determinados fenómenos: a. Hacer que toda la producción de alimentos pase a circular por un mercado dominado por las corporaciones. b. Instalar modelos de monocultivo que llevan a la ruina a la autonomía alimentaria de las diferentes regiones y deja a la suerte del mercado el hambre o no de poblaciones enteras. Hemos visto en Uruguay disminuir radicalmente la actividad granjera, ya no se siembran productos tradicionales como papa y ello ha transformado zonas concretas que conozco de primera mano como Rincón del Pino, en San José. Sería bueno que sacáramos cuenta de cuantos alimentos importados consumimos a diario, se van a asombrar realmente. c. Crear grandes unidades productivas, más allá de los sistemas de propiedad, que lleva a que las pequeñas o medianos emprendimientos no puedan sobrevivir. Estas últimas por otra parte, no pueden acceder a los circuitos financieros establecidos, no tienen acceso directo al mercado y enfrentan ecuaciones de costos en virtud de la escala que manejan, que hacen insostenible su actividad dentro de esta lógica.
A partir de la aplicación empresarial de la producción alimentaria, se parte de un precio internacional, de ahí se establece un margen de ganancia neta. Ello lleva a desarrollar una ecuación básica que implica un valor por kilo producido. Si el medio natural no es capaz de asegurar ese indicador se recurre a la utilización de cualquier cosa que eleve la capacidad natural.
A pesar de todo lo que se pueda decir, nadie tiene una idea clara de las consecuencias que tendrá en la humanidad ese consumo de alimentos manipulados genéticamente y con dosis importantes de agrotóxicos. La insidencia de enfermedades como el cáncer es más alta en las áreas afectadas por estos productos, eso es algo que la experiencia de cientos de personas percibe. ¿Qué hace nuestra Univerdidad? ¿Alguien impulsa una línea de investigación en este sentido? Para nada, en el principal centro de estudios se sigue aplicando el viejo modelo reproductor afín a la funcionalidad del orden establecido.
Los grandes laboratorios niegan esta posibilidad, pero su credibilidad puede ser colocada en entredicho de manera muy fácil. En primer término las investigaciones son realizadas sobre universos muy reducidos, por otra parte el plazo del seguimiento no va más allá de una generación y sabemos que las modificaciones genéticas se extienden en el tiempo. Por tanto el riesgo está allí.
Todo este escenario señala lo imprescindible que resulta plantearse la necesidad de cambiar radicalmente este estado de cosas, pero ello no es algo sencillo.
En primer lugar el cambio debe ser encarado a través de organizar la resistencia políticamente de manera de acumular fuerzas y ganar peso en la toma de decisiones. Pero esa conciencia debe estar apoyada en todo un trabajo que debe desarrollar en nuestro caso, la Universidad, de manera de crear un producto tecnológico que sustente un modelo alternativo. No podemos dejar de producir y de optimizar los niveles, pero ello dentro de una autonomía alimentaria y atendiendo a favorecer la permanencia de la población rural y la radicación de nuevas familias. Claro que para esto hay que cambiar radicalmente las condiciones de vida de estas áreas. Para ello es incuestionable que se debe apuntar a un cambio cultural. Las megalópolis presentes en otras regiones demuestran que son ecológicamente insostenibles y a ello se encamina Montevideo y varias ciudades del interior, pese a que nuestra pequeñez muestra el hecho en una dimensión reducida a escala mundial.
Ya la tierra no puede ser vista como el cuerno de la abundancia del que vale apoderarse sino de la base sobre la que se levanta la vida. La vieja consigna de la reforma agraria, ya levantada a inicios de la década de los sesenta por el Congreso del Pueblo, sigue estando sobre la mesa, aunque no se hable de ella.
Para terminar esta muy breve reflexión vale la pena tener en cuenta que es imposible sacar de la lógica capitalista una parte de la realidad, debemos plantearnos dejar de lado el capitalismo, sustituirlo.
No me vengan con que eso es imposible. Es más que probable que ni aún los niños muy pequeños de nuestros días, tengan la posibilidad de verlo, pero que se va a dar que nadie dude. Así como desapareció el esclavismo y el feudalismo cayó, le sucederá al capitalismo. Nuestra tarea es colocar granitos de arena, insignificantes en el largo camino del cambio. Si algo demuestra la historia es que las revoluciones profundas se despliegan a los largo de varios siglos, así que con paciencia y determinación a hacer el trabajo de la hormiga.
No podemos esperar que el sistema se “suicide”. Además si se tomó más de siete siglos para consolidarse, es bueno dejar de lado los apuros y por sobre todas las cosas los falsos atajos.
De las pocas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida es que no se trata de sentarse a esperar pacientemente ver pasar el cadáver de tu enemigo, es necesario allanarle el camino para que muera, no importa el tiempo que insuma. Es un error creer que se producirá un apocalipsis que dará por tierra de la noche a la mañana lo existente y generará una nueva realidad. Eso está bueno para la ficción pero es contradicho por la historia. La lógica del capitalismo ha demostrado, en especial a lo largo del siglo XX que cada vez que se ha visto acorralado es capaz de comerse parte de su propio cuerpo y encontrar así nuevos espacios para sostenerse.

Luchar vale la pena y siempre deja avances sociales.

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