¡Cháu, Pablo! ¡Venceremos, Vencerás!

Deambulando de taller en taller, aguardando multicolores salidas de mil planas y mil rotativas en madrugadas interminables, observando esa admirable sincronía máquina-hombre produciendo papeles pintados y gigantescas plusvalías para pequeños individuos dueños de poderosas pandillas de vividores; yendo y viniendo atrás de un salario de sobrevivencia que no reconoce años y años de UTU ni talentos creativos de ninguna especie; peregrinando por el submundo súper rentable de las “artes gráficas” auxiliares de la apabullante maquinaria del sistema; así, quemando la vida y los sueños entre líneas de plomo y acetatos cargados de tóner, he conocido una pléyade de “personajes” inolvidables, la mayoría entrañablemente queribles y unos pocos –sólo unos pocos– decididamente detestables, por lo obsecuentes, por lo carentes de amor propio, por enemigos de su propia clase.
Ayer, 12 de noviembre de 2014, con apenitas unos cuarenta años de edad y una vida muy digna y enérgica que no pudo seguir siendo, falleció Pablo Moreno, uno de esos obreros gráficos que, ellos solitos, por su forma de ser, por su fibra humana, por su infatigable resistencia a los abusos patronales y por su entereza moral, te convocan a sentirte orgulloso de pertenecer a un gremio y una clase que ojalá un día tenga entre sus luchadores decenas y decenas de miles de Pablo Moreno.
De la enfermedad que se llevó a Pablito casi al toque, como si la rotativa se hubiese empacado de un instante para el otro y no quisiera escupir ya mas nada lleno de letras e imágenes coloridas, ninguno de nosotros quiere hablar… Si nuestra bronca pudiera hablar, solamente diría: ¡maldición, hija de perra, te llevas lo mejor de nosotros!!!.
Lo conocí hace unos veinte años en el diario “La Juventud”, pegado al “Tito” (otro inolvidable de un millón de madrugadas, también fallecido) y la incansable y elocuente “Lore”, chupando oficio y valores de gente de laburo que no precisa más nada que la hermandad entre explotados para saberse parte del alma de la causa más justa por la que luchar en este mundo: parte de este ejército latente de desgraciados e infelices que un día asaltaremos el cielo para que el cielo y la tierra sean de todos y para enseñarles a vivir con dignidad a los que aún no han podido aprenderlo por las buenas.
En el SAG (Sindicato de Artes Gráficas), en la “Gerardo Gatti”, en “La Juve”, en el barrio, extrañaremos mucho a Pablo Moreno y su sonrisa de hombre bueno. Lo seguiremos viendo y sintiendo entre nosotros, no como el que se está muriendo, sino como el que con su vida nos enseña a vivir y pelearla con alegría, contagiando firmeza y orgullo de ser.
No nos conocimos mucho, es cierto. Aunque a mí me bastó para sentir hoy que la muerte de Pablito es una baja, por supuesto; pero para sentir y saber, también, que en cada una y cada uno de los que lo conocimos aunque sea un cachito nomás, sigue viviendo un hermano, un compañero, un revolucionario de mameluco enchastrado en el que palpita la mejor vida humana: la vida que es ejemplo, la conducta que convence más que mil palabras, el contenido espiritual que hará que sigamos teniendo presente a Pablo Moreno en presente y en futuro, y no en un pasado de meros recuerdos y pintorescas anécdotas.

¡Cháu, Pablo!. ¡Venceremos, Vencerás!!! ¡Hasta la segura victoria, Siempre!!!.

Gabriel -Saracho- Carbajales, Montevideo, 13 de noviembre de 2014, Primavera de la Dignidad.-

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