Ni en nuestras peores pesadillas

Discriminar significa “seleccionar excluyendo”. Esto es precisamente lo que hace el presidente Mujica y su canciller Almagro respecto al conflicto en Gaza.

Las condenas y epítetos que recibe Israel son más en cantidad y vehemencia que todo el resto de los conflictos que hay en el mundo sumados. A pesar de las verdaderas masacres que se están ejecutando en el planeta. El genocidio en Sudán, la esclavización de las niñas en Nigeria, la persecución, decapitación y crucifixión de cristianos en Irak, la matanza indiscriminada de decenas de miles de sirios, utilizando incluso armas químicas, los conflictos armados en Ucrania, Afganistán, Libia, etc.

Sin embargo, el presidente y  su canciller, se focalizan en acusar con durezaa Israel, casi a diario, de los más terribles crímenes: “genocidio”, “barbarismo por fanatismo”, “masacres”, “crímenes de guerra”, “desproporcionado uso de la fuerza”, etc.

Lucir una bufanda con los colores de Palestina y afirmar que Gaza es: “un gran campo de concentración”, es un inequívoco mensaje de toma de partido por uno de los bandos, posición alejada totalmente de la tradición nacional. Además sólo se puede intentar trazar esa burda analogía, dejando de lado premeditadamente los elementos más importantes que conforman la realidad.

Israel libra una guerra defensiva en la Franja de Gaza que tiene como primordial objetivo detener el lanzamiento indiscriminado de misiles sobre su población civil por parte de Hamás. Esta organización, que es considerada terrorista por una larga lista de países en el mundo como Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón, Australia, Egipto, etc., nunca ha sido calificada así por nuestro gobierno.

No parece ser una feliz justificación de esa postura alegar que en el gabinete hay tres ministros judíos. Me recuerda el caso típico de quien tiene prejuicios, pero para no reconocerlo, subraya que tiene un amigo negro o judío. Es irrefutable que los ministros no integran el gobierno en virtud de su condición de judíos.

El presidente, inspirado en algún libelo panfletario, asimila al partido gobernante en Israel, el Likud, con el Hamás. Sostiene a viva voz que ambos:”son patologías extremas del odio, un odio nacionalista llevado al extremo”. Pone como equivalentes a un partido liberal y democrático, con la organización terrorista fundamentalista. El objetivo declarado del Likud es vivir en paz al lado de un Estado palestino, mientras que el del Hamás es eliminar a Israel. Afirmar que son lo mismo constituye una ofensa y una falta de respeto que Mujica no ha tenido con ningún otro partido político de ningún país del mundo.

Y para que no quede un atisbo de duda, el cancillerva más allá. Apunta directamente a la comunidad judía vernácula, tildándola de mentirosa y exigiéndole que se pronuncie en el sentido de condenar a Israel y reniegue de sus más profundas convicciones.

La comunidad judía uruguaya es en su abrumadora mayoría sionista, considera a Israel su madre patria cultural. Puede existir algún grupo minoritario que se considere judío y que no se identifique con el Estado de Israel, pero se trata de un sector marginal que no integra la comunidad judía organizada.

Curiosamente, esta interpelación surge del canciller Almagro, quien ha estado en misión diplomática muchos años en Irán (casualmente el mayor proveedor de armas de Hamás). En ese país, hay una comunidad judía de dimensiones similares a la nuestra. Viven bajo un régimen teocrático fundamentalista, bajo las más estrictas normas del Islam. Sin embargo, no son molestados en su vida cotidiana. Para ello se les impone una sola condición: deben criticar y maldecir a Israel esporádicamente. Cuando se celebra alguna festividad, como por ejemplo el día de Al Quds (Jerusalén), deben condenar a Israel. De ese modo están libres de todo tipo de manifestación antisemita.

En el Uruguay, las manifestaciones antisemitas han sido alentadas por este tipo de afirmaciones. Los que albergaban internamente sentimientos antijudíos, se sienten libres de expresarlos abiertamente. Los agresores utilizan la misma terminología que sus gobernantes, lo que los hace sentir revestidos con un tinte de legitimidad. Es así que las calles se inundan de pintadas, se colocan carteles en instituciones y en las redes sociales y estallan las provocaciones en los más diversos ámbitos sociales, centros de estudio, clubes deportivos, lugares de trabajo e incluso en el seno de las familias.

A eso debemos sumarle que según el presidente la “actitud” de Israel “puede hacer que surjan por allí y por acá cosas como el atentado a la AMIA en Argentina”. O sea que si mañana estas agresiones derivan en eventos más terribles, debemos desde ya saber de quién es la culpa.

Los gobiernos y los partidos políticos guían su accionar teniendo a las encuestas de opinión pública como un insumo importante. Es lamentable y muy decepcionante que el partido de gobierno no titubee en atacar y condenar al Estado judío y aún a sus propios ciudadanos judíos, sabedor que lejos de perder apoyos, los mantendría o peor aún, los podría aumentar.

Los judíos ya hemos experimentado esta clase de agravios y de violencia en otros lugares geográficos y momentos históricos, pero ni en nuestras peores pesadillas, imaginamos su propagación en nuestro Uruguay.

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