Tranqueras

Juan Carlos Rodríguez: la voz de un pueblo

Juan Carlos Rodríguez y Luciano. foto: //asiestranqueras.blogspot.com

Nacido y criado en Tranqueras, Juan Carlos Rodríguez  fue a la Escuela Nº 3 y al Liceo de Tranqueras hasta 4º año, que era lo que había en esa época, hizo un curso de reparación de radio y TV por correspondencia, trabajó en eso durante mucho tiempo y esa fue su base económica, hasta que surgió el trabajo en Video Cable Tranqueras, que cada vez le absorbió más tiempo, dedicándose laboralmente a esa tarea.

Un jueves de carnaval, me invitó a pasar a su casa y nos sentamos alrededor de una mesa, en la sala. Apoyada a un costado, en la pared, la guitarra enfundada, como esperando el momento de salir del estuche y ponerse a tocar. A la primera invitación, fue desgranando el tiempo y, con los ojos semicerrados, recuperaba recuerdos viejos que, al ser rememorados, parecían cobrar vida.
«La música, en nuestra familia, es una cosa que la traigo desde la niñez, porque mi padre tocaba el bandoneón, aunque nunca lo vimos tocar frente a nosotros, y cantaba tango -le gustaba mucho el tango-, y mis tíos, por parte de mi madre, mi tío Alejo y Leandro Aquino, ambos fallecidos, tocaban la guitarra, y el que no tocaba cantaba. Así, por ejemplo, en navidad o fin de año siempre había música; aunque no hubiera tocadisco, siempre había música. Y uno se fue criando en ese ambiente, y así hasta que un día a mi hermano le regalan una guitarra. Yo le llevo seis años a mi hermano, pero él aprendió a tocar la guitarra primero que yo. Después, él me pasaba los tonos y yo aprendía. Mi hermano empezó a aprender la guitarra con el profesor Walter Deurruti, y yo aprendí con mi hermano los tonos y todo lo poco que sé. Y cuando digo lo poco que sé no lo digo con falsa modestia, sino porque en realidad lo mío es el cantar, me defiendo mejor en cantar que en tocar la guitarra. Es decir, que yo toco la guitarra para acompañarme y para acompañar», dice.

Hace una pausa, breve, en donde los años parecen pasar velozmente.

«Después seguimos mi hermano y yo, en las reuniones familiares, ambientando la misma, tocando la guitarra, cantando, sacando temas. De ahí salimos de dentro de la familia para tocar en rueda de amigos, en algún festejo, en alguna fiesta conmemorativa de una fecha patria, por ejemplo. Y luego las serenatas, que en Tranqueras se hacían todas las navidades».

Vuelve a dar un salto en el tiempo, buscando las palabras justas.

«Entonces se viene, todavía en la época de la dictadura, algo que existía acá, en el norte (por lo que yo sé), un momento de música nuestra, el canto popular uruguayo, y se hacían peñas, en Rivera, en el club Sarandí Universitario, que duraban hasta la medianoche. Es decir, había un militar de allá, que cuando llegaban las doce de la noche, se presentaba y nos decía: «con la guitarra guardadita, cada uno a su casita». Lo decía en una buena, de acuerdo a aquella época era en una buena, por decirlo de alguna forma, y era algo que lo cumplíamos. Pero como teníamos la frontera allí al lado, teníamos el Brasil al lado, nosotros embolsábamos la guitarra pero nos íbamos para el lado de Santana do Livramento y seguíamos cantando».

Se arrellana en la silla, me mira pero sus ojos ven más allá, afinando el recuerdo.

«Empezamos a ir a esas peñas gracias al maestro Enrique Beltrame, quien nos puso en contacto con el dúo Del Marco, integrado en aquella época por Nelson Lancet y Oscar Odriozola, que vinieron a cantar a Tranqueras y justo nosotros hicimos de teloneros de ellos. Después nos presentaron «por más que Oscar vivió un tiempo acá, en Tranqueras-, fue Beltrame quien nos presentó y de ahí sale la invitación del dúo Del Marco para que empezáramos a ir a las peñas del club Sarandí Universitario. Y esa fue una época muy linda, se hacían viernes por medio y eso nos daba ánimos a que sacáramos nuevos temas y nuevas canciones. Todavía no componíamos temas propios-precisa-, interpretábamos canciones de otros autores».

Esboza una sonrisa de satisfacción, el gozoso rememorar.

«El primer tema propio que surgió, fue ‘Cepillito’, que le pertenece a Mario, mi hermano, que habla de un murguero de Tranqueras, que era el que animaba los carnavales populares, los carnavales ‘de calle’. Ese fue el primer tema propio (Mario dice que es nuestro, pero en realidad lo hizo él -aclara-.
«Al principio interpretábamos, principalmente, temas de Los Olimareños, por eso el canto nuestro adquirió esa característica de canto a dos voces, una primera voz y una segunda voz, haciendo a veces una segunda o una octava más abajo; esa es la característica de nuestra armonización de voces.
Pasando el tiempo nos mantuvimos unidos, con mi hermano, en el tema de la música, por más que, por la diferencia de edad, cada uno tenía su barra, con música distinta, y a veces nos tocaba desempeñarnos solos. Inclusive, recuerdo que mi barra me decía: `ché, Juan Carlos, por qué solamente cantás temas folclóricos y por qué no de otros´, y sacábamos temas de otros, de Los Iracundos, de Leonardo Favio, de Sandro, de toda la música que se escuchaba en aquella época. O, por ejemplo, recuerdo una  vez que fuimos a las Termas, con mi barra (era una barra un poco modesta de efectivo económico, íbamos en carpa, con la plata contada para comer), y entonces, gente que estaba alquilando, o turistas que estaban allí, nos invitaban a las casas alquiladas, y nos esperaban con asado y la pasábamos bárbaro, ¡qué cantidad de amigos hicimos con la música!».

Reflexiona con la vista prendida a algún recuerdo, mientras compruebo que el grabador sigue en funcionamiento.

«Van pasando los años y existe una especie de retroalimentación, porque la gente te dice: `¿conoces aquélla canción?´ y entonces te van estimulando a que vos vayas tratando de sacar temas. Se da eso, que muchas veces no sólo depende sólo de uno el querer cantar y tocar la guitarra, sino que depende un poco del estímulo de las personas que te rodean».

Vuelve al hilo progresivo de sus recuerdos, al momento en que empiezan a dar el salto, a convertirse en músicos ya hechos, con estilo propio.

«A finales de la dictadura, es que empezamos a tocar como dúo, como Hermanos Rodríguez. Poco después vino la Fiesta de la Sandía que, desde la primera, siempre estuvimos, salvo la segunda no recuerdo por qué motivos-, y la última. Sabemos por qué, pero no es asunto de andar revolviendo fantasmas-.-
El asunto es que en esta clase de espectáculos, que son festivales, hay una cosa que es muy importante: ya no es como cantar para una rueda de amigos, porque tú estás arriba del escenario, estás lejos de la gente, no les ves ni la cara, no sabés si te están escuchando bien o no, hay un equipo de amplificación de por medio que muchas veces te juega una mala pasada, de repente tenés los retornos que estás escuchando bien y allá abajo no está saliendo una de las guitarras, o una de las voces, y las voces tienen que escucharse. Depende mucho del sonidista y de la calidad de los equipos. Tengo la sensación que alguna de esas actuaciones fue muy buena, porque nosotros nos escuchábamos bien  y porque el público, después que bajábamos del escenario, nos hacía saber que estaba sonando bien.»

«Ahí empezamos a crear. Yo hice un par de canciones y otras con Mario. Por ejemplo `Arriba la amarilla´ es una canción que la hicimos entre los dos. En esa época pasé por una etapa en que la Musa me acompañó por un buen tiempo, saqué algunos temas como `Agradezco´, o `El Rubio chico´ y otros temas que están en un CD que hicimos, `Ahora sí´.
«Ese CD lo íbamos a grabar, fuimos a Rivera y lo grabamos, pero no quedamos conforme con cómo había quedado, entonces íbamos y veníamos, y quedó guardado en una computadora. Hasta que un día un amigo, Fabeiro, que había comprado el Bar Americano y nos llevaba para cantar allí, nos dijo que ya era el momento de terminarlo y hacer el lanzamiento del CD, de darlo a conocer, y eso nos dio un empujón. Fabeiro nos dio una mano y lo terminamos, hicimos la presentación en el Bar Americano y después acá, en Tranqueras. Por eso se llama `Ahora sí´, porque en el momento de hacer el lanzamiento pensábamos qué nombre ponerle, porque todo trabajo tiene que tener un título, y a mí se me ocurrió `Ahora sí´ por ese motivo.
Este CD tuvo buena acogida, tanto es así que hasta el día de hoy me siguen pidiendo copias. Esa parte se la había pasado a mi hermano, para que se encargara de hacer las copias y de venderlo, porque yo no podía hacerlo por falta de tiempo, por el trabajo que hacía. Pero después Mario se tuvo que ir a Montevideo y quedó todo eso medio en el aire. Cada tanto aparece alguna persona pidiéndome una copia y dentro de mis posibilidades lo hago, pero a veces la computadora no está bien y se complica».

Duda un poco, hasta que se decide y compone la anécdota que, insistente, viene a su mente, sin poder apartarla por alguna otra, de las muchas que se agolpan, tímidas, a las puertas del recuerdo.
«Con otro grupo de amigos tuvimos un conjunto que se llamaba Las Voces del Tacuarembó (por el río Tacuarembó), y entonces le pusimos música a una letra de Santiago Reherman. Pero la letra era tan larga que le tuvimos que sacar unos pedazos, era demasiado larga. No perdía la esencia, pero al autor, por supuesto, no le gustó mucho. Entonces nosotros estábamos cantando el tema y desde el escenario veíamos que Santiago Reherman se secaba las lágrimas con un pañuelo. Y cuando terminó nuestra actuación, él viene a saludarnos, nos dice `felicitaciones, muchachos, muy linda la actuación´, y yo voy y le digo: `sí, yo vi que usted estaba muy emocionado´, y dice: `no, yo no estaba emocionado, yo estaba caliente, porque me destrozaron la letra».

Tras la risa seca pero franca, vuelve a Las Voces del Tacuarembó, integrado por Douglas Estévez, Daniel Olivera, Washington «Coco» da Silva, Mario y Juan Carlos Rodríguez, y aclara: «tocábamos temas principalmente argentinos, zambas y ese tipo de cosas».

Sobre las bandas de rock del medio, dice verlas con buenos ojos: «he observado, por ejemplo cuando se ha hecho `Rock de calle´, los valores que hay, porque son, prácticamente, autodidactas. Yo sé que Pablo Portela los ayuda mucho, que Oscar González también, pero hay mucho de preocupación de ellos mismos, horas de ensayo, etc. Creo que estamos en una buena época para ese tipo de música. El otro día conversaba con una persona que hace tiempo que no la veía, y me dijo: `¿por qué no te dedicaste más a la música?´, y yo le digo: `mirá, si yo ahora tuviera 12, 13 o 14 años, ahora, y me surgiera el tema por la música, posiblemente me dedicaría por completo´. Me parece que ahora hay más oportunidades que antes. No es fácil, hay que dedicarse. En comparación, los instrumentos, por ejemplo, son más accesibles que antes, y además, pienso que está más fácil. Pero también está lo otro, que el rock es una música que recién se está imponiendo acá en Tranqueras, entonces por ese lado puede resultar más difícil, aunque hay mucha gurisada que los apoya, pero es un apoyo logístico digamos, moral, tendría que tener un apoyo en, por ejemplo, más oportunidades de actuar».
Y finalmente la pregunta que quiere aludir al futuro: «Ahora quiero normalizar mi situación y seguir adelante. A veces miro la guitarra y me dan ganas de agarrarla, pero me digo que no, que tengo que esperar a estar bien del todo, todavía tengo un poco de dificultad para hablar. Pero sí, si la suerte me acompaña, estaré cantando y tocando como siempre».

Y agrega, como pidiendo perdón: «He intentado componer, pero el tema de la composición no es cuestión de aislarse, tenés que andar con las ganas ahí, con la canción revoloteándote en la cabeza, como me pasó con `El Rubio chico´, que lo hice cuando estaba `cableando´ en Minas de Corrales, en los viajes de ida y vuelta iba armando las estrofas. No es cuestión de estar tranquilo, sino que de repente surge la idea».

Después que apagué el grabador, me mostró el álbum de fotos y seguimos conversando y lamenté haberlo apagado, porque hablamos de los niños y niñas que, siempre que Juan Carlos actúa en alguna escuela, lo festejan y cantan con él, demostrándole un enorme cariño. Me dice, entonces: «A veces estoy arreglando algún cable (subido a una escalera), y los niños me ven y desde abajo me gritan para saludarme», y aunque dice que le interrumpe el trabajo sus ojos le brillan y asoma la alegría.

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