Dignidad arriba y regocijo abajo

 

En la Convención del Partido Nacional que tuvo lugar el domingo pasado se dio un gran paso para cumplir con el mandato del prócer y caudillo del Partido Nacional, general Aparicio Saravia.

Nuestro histórico y honorable partido político que lució, por primera vez, su divisa blanca el 19 de setiembre de 1836, con los albores de nuestra patria, en la batalla de Carpintería, no podía continuar siendo a través de sus ministros en el gabinete, una figura decorativa, en la que los principales temas de la acción de gobierno fueran resueltos, a espaldas del Partido Nacional, por el presidente Batlle.

Un ejemplo palpable de esa falta de consideración lo da la actitud inconsulta del anterior ministro de Economía y Finanzas, contador Bensión, que a pesar de los permanentes planteos de nuestro sector político desarrolló toda su gestión mirando proteger a los bancos en lugar de mirar hacia la producción, culminando con una devaluación que los nacionalistas conocimos a través de los medios de prensa.

Por ende, lo resuelto es dignidad arriba y no acción meramente electoralista puesto que todos los ciudadanos de nuestro país son conscientes de que, desde el Parlamento, cuando se requiera el voto va a estar, sin cargos ni recompensas.

Pero para que este principio de dignidad se concrete totalmente, los hombres del Partido Nacional deben renunciar a sus puestos en los entes autónomos y servicios descentralizados, organismos internacionales, personas jurídicas con integrantes designados por el Poder Ejecutivo, embajadas y demás cargos de particular confianza.

No podemos no estar y estar, no podemos criticar al gobierno y a la conducción del presidente Batlle y ocupar cargos de particular confianza.

No podemos irnos a las cuchillas y pretender seguir chupando la teta…

El Partido Nacional se ha caracterizado siempre por su coherencia y dignidad y eso es lo que yo, como modesto edil del departamento de Salto, reclamo en estos momentos.

Y falta el regocijo abajo.

Cuando Aparicio se refería al «regocijo abajo», lo hacía pensando en el bienestar del pueblo, en ayudar a los más carenciados, en resolver los problemas de los pobres.

Y esa es la tarea a la que se debe abocar el Partido Nacional desde el Parlamento para promover proyectos que ya, ya hace mucho tiempo, fueron enviados al Poder Ejecutivo sin que tuvieran la correspondiente respuesta.

Se impone urgentemente generar fuentes de trabajo que no se van a alcanzar con el ingenuo proyecto de la megaconcesión del ministro Cáceres, que ahora está resultando en una microconcesión que va a afectar más el bolsillo de la gente del Interior con los peajes.

Hay que concretar obras públicas con financiamiento externo aunque ello incida en aumentar nuestra deuda con los organismos internacionales crediticios, pero pensando en llevar a cabo las referentes a emprendimientos que tengan futura rentabilidad. Me refiero a presas hidroeléctricas, la prolongación del muelle del puerto oficial de Fray Bentos, que fue licitado hace un par de años y que el ministro Cáceres lo metió en un cajón, la construcción de un puerto oficial en Nueva Palmira que permita la operativa con contenedores, el establecimiento de la hidrovía del río Uruguay que permita transportar los productos desde Salto al Río de la Plata, al construir el corredor fluvio-lacustre que habilite el transporte por chatas desde el puerto de la Charqueada (hoy general Enrique Martínez) hasta Porto Alegre y el puerto de Río Grande, etc.

El ministro Cáceres en lugar de trancar esas iniciativas e insistir conel disparatado proyecto, por imposibilidad de financiación por el régimen de obra pública, del puente Concordia-Salto, debería desempolvar los cientos de proyectos de obra que duermen en los cajones de su despacho.

No estamos inventando la pólvora, estamos diciendo lo que hace un siglo sostuvo lord Keynes y que permitió el despegue de la miseria de muchos países que siguieron sus consejos.

Europa no sería lo que es hoy sin el Plan Marshall que favoreció a amigos y enemigos de los aliados. América Latina, que estuvo y está con la América del Norte, merece y necesita imperiosamente que se le otorgue también un Plan Marshall para salir de la tremenda recesión que nos afecta a casi todos.

Reiteramos, sólo por la vía de las obras públicas se podrá reducir la desocupación de manera significativa, sin perjuicio de promover la inversión privada y los emprendimientos que a través de ella se realicen.

Mientras se crean los puestos de trabajo, hay que darle de comer a los carenciados. Por ese motivo estamos esperando medidas más contundentes del Poder Ejecutivo para paliar esa situación y a nivel departamental que el señor intendente de Salto tenga la sensibilidad, frente a la miseria que campea en nuestro departamento, de vender el Mercedes Benz 320 CDI que utiliza en sus desplazamientos, para constituir un fondo dirigido a darles pan a los que carecen de tan vital alimento. *

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