EDITORIAL

"No es lucha de clases, es matemáticas": Obama

La crisis global del capitalismo ha traído, quizá sin quererlo, viejos debates que muchos creían superados. Incluso, ante el posible agravamiento de la situación en Grecia, que parece que no la salva nadie, ya aparecen quienes esgrimen que es necesario volver a leer a Carlos Marx, aunque algunos lo dicen porque lo creen y otros lo dicen para asustar.

Entre las cosas que impactan mucho vemos que hoy son los sectores más retrógrados, más de derecha, los que agitan el fantasma de la lucha de clases. Si los estados en crisis no privatizan, si no reducen los gastos sociales, son transformados de inmediato en manifestantes de la Plaza Roja de Moscú en 1917.

Esto lo ha sentido en el alma el propio Barack Obama, presidente de Estados Unidos, quien afirmó que recortar el déficit únicamente eliminando el gasto público, especialmente el que afecta a los grandes programas sociales ­Medicare, Medicaid y Seguridad Social­, como quieren los republicanos, no solamente es injusto sino que, además, es imposible.

«No existen atajos para reducir el déficit… Si queremos conseguirlo, hay que recortar gastos, pero también es necesario incrementar los ingresos… Esto no es lucha de clases; esto son matemáticas», dijo.

Esto fue afirmado durante una apasionada defensa que realizó ayer en favor de la política distributiva. En este sentido señaló que no permitirá ningún intento de reducir el déficit fiscal únicamente a costa de los beneficios para los pobres.

Incluso les adelantó a sus compatriotas, pero particularmente a los republicanos, que «vetaré cualquier propuesta que corte los beneficios de los pensionistas sin subir los impuestos a los más ricos».

Según «El País de Madrid», Obama apuesta a «reducir el déficit en cuatro billones de dólares en la próxima década. Si se descuenta el billón de dólares que se calcula ahorrar con las retiradas de Irak y Afganistán, la propuesta contempla alrededor de 1,5 billones de aumento de impuestos y una cantidad algo mayor de reducción de gastos, incluyendo lo que el presidente calificó de ‘modestas reformas estructurales’ en los sistema de ayudas sanitarias a los jubilados y asistencia a los pobres».

El presidente de Estados Unidos pretende eliminar las ventajas que George Bush concedió a las familias que sobrepasan los 250.000 dólares al año, así como otras que benefician a las compañías petroleras y a los aviones privados de las empresas. Esas exenciones se suponía que eran provisionales, y de hecho Obama las extendió hasta final de este año, pero los republicanos quieren ahora hacerlas definitivas, agrega «El País».

Distintos seguidores de la política estadounidense coinciden en señalar que Obama recoge las exigencias del ala izquierda del Partido Demócrata.

Estamos, pues, ante un juego político de alta intensidad en el que los partidos se juegan su futuro electoral. Dicho burdamente, Obama intenta perfilar a los demócratas como el partido que defiende a los pobres, con lo que automáticamente coloca a los republicanos como los que defienden a los ricos.

Esta política de carácter progresista está siendo aceptada por los estadounidenses. Una encuesta de la CNN muestra que el 63% de la población está a favor de subir los impuestos a los sectores más ricos y hay un 46% que cree que el presidente está más capacitado para administrar la economía, mientras que solo un 37% prefiere que lo hagan los republicanos.

A pesar de las dificultades, la batalla la está ganado Obama, pero aún falta mucho para saber si la economía remonta y si remonta la popularidad de Obama.

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