A FIRMAR

Liberar a los cinco, liberar la verdad

No es necesario tener ningún grado de concordancia, amistad o empatía particular con Cuba para ser capaz de reconocer el gravísimo atropello del que son objeto, desde el 12 de setiembre de 1998, cinco ciudadanos cubanos, prisioneros desde ese entonces en territorio de EEUU. Alcanza y sobra con guardar un mínimo apego a la justicia y a la verdad.

Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González («los cinco»), cumplían en Miami la riesgosa misión de anticipar y ayudar a prevenir actos terroristas en suelo cubano, como los que habían segado 3.478 vidas en el pasado. Las bombas terroristas no piden pasaporte y una de ellas cobró la vida del ciudadano italiano Fabio di Celmo el 4 de setiembre de 1997 en el Hotel Copacabana de La Habana. No se trata de dilucidar nada relacionado con orígenes o nacionalidades. Sino de quién es inocente y quién un terrorista, nada más.

Tras 17 meses de detención e incomunicación, al iniciarse su juicio, los cinco fueron acusados de conspiración contra EEUU. A Gerardo, Ramón y Antonio, se les sumó el cargo de conspiración para cometer espionaje. Nunca se les acusó de espionaje real, no se les encontró jamás ningún documento oficial secreto de los EEUU, ni siquiera se les acusó de poseerlo. Quedó claramente explicitado en su larguísimo juicio que sus acciones habían consistido en recabar información de las actividades de organizaciones privadas con sede en Miami, a las que en reiteradas ocasiones a lo largo del proceso (incluso en la sentencia resultante del mismo) se las califica de «terroristas».

¿No promueven acaso los EEUU la lucha frontal y global contra el terrorismo? ¿Por qué motivo entonces, teniendo conciencia de la existencia de núcleos terroristas en su propio suelo (así consta en las actas del juicio), en lugar de detener a los que siembran el terror y el odio, se opta por apresar a quienes legítimamente intentan impedirlo?

Pero los cinco fueron sentenciados a condenas que sumaron 4 cadenas perpetuas más 77 años, convirtiéndose tres de ellos en las primeras personas condenadas a cadena perpetua por casos relacionados con espionaje, curiosa distinción hacia quienes se reconoció explícitamente durante el juicio que no habían cometido espionaje. Reconocimiento expresado bajo juramento en las audiencias públicas (y que consta en las actas) por destacados jefes militares de los EEUU, como el almirante Eugene Carroll, el general Edward Breed, el general Charles Elliot Wilhelm y el teniente general James Clapper.

Paralelamente, casos efectivos de espionaje, de suministro de información clasificada de defensa nacional de los EEUU, como los de Leandro Aragoncillo, Gregg Bergersen o Lawrence Anthony Franklin han recibido sentencias a entre 4 y 12 años de prisión. Muy singular y novedosa la aritmética penal que se ha aplicado en los EEUU.

El largo proceso judicial ha seguido un intrincado camino y prácticamente a cada paso que se ha dado en dirección de hacer efectiva justicia con cinco defensores de la especie humana contra el flagelo terrorista, ha sucedido una inmediata corrección en el sentido de la arbitrariedad y ensañamiento.

Muchas voces se han alzado en denuncia de este auténtico atropello a la razón. El 27 de mayo de 2005, el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Detenciones Arbitrarias, después de estudiar los argumentos presentados por las familias de los cinco y por el gobierno de EEUU, determinó que su privación de libertad era arbitraria y exhortó a los EEUU a rectificar dicha situación. Han alzado sus voces Premios Nobel, prestigiosos intelectuales, líderes políticos, religiosos, organizaciones de defensa de los derechos humanos, Parlamentos enteros, asociaciones de abogados y juristas, etc., de todos los rincones del planeta.

Porque no se trata de estar a favor o en contra de determinada opinión política, ni de tener mayor o menor simpatía hacia Cuba. Se trata de una flagrante injusticia que ha robado ya 13 larguísimos años en la vida de cinco hombres inocentes, lastimado a sus familias y lacerado el más básico sentido de justicia.

En este momento, se ha presentado el último recurso judicial posible para su liberación, el de Habeas Corpus. Pero difícilmente sean meros tecnicismos los que hagan posible su libertad, pues de haberse respetado la legalidad y el apego a la más elemental racionalidad jurídica, los cinco ni siquiera habrían sido jamás condenados, y a lo sumo, habrían sido devueltos a sus familias en Cuba. Lo único que muy probablemente puede hacer que los EEUU rectifiquen tamaña aberración, es la más nítida y firme expresión de indignación internacional.

En el sitio del Comité Uruguayo Pro-Libertad de Los Cinco, //cteuruguay-proliberacion5.blogspot.com, se puede firmar on-line una breve declaración reclamando su libertad. En todo el mundo se están juntando firmas de seres humanos de buena voluntad, que pueden diferir en casi todo, menos en una simple y firme convicción: la de que un inocente no puede ser condenado a cadena perpetua mientras el reconocido como terrorista se pasea impunemente por las calles.

Es imprescindible que firmemos. Puede parecer un acto mínimo. Y en realidad es un esfuerzo mínimo, que no insume mayor tiempo ni energía. Pero que contribuye decisivamente a liberar a la sexta gran inocente prisionera de este caso. Pues los grandes medios de comunicación han construido una muralla de silencio ante el caso de los cinco y no han permitido que se sepa la pura y simple verdad. Casi todo lo que tenga que ver con Cuba suele ser noticia para los grandes medios. Pero de los cinco, ni media palabra.

Cada firma por la libertad de los cinco es también, por el mero hecho de enterarse y reaccionar, contribuir a liberar a la sexta gran prisionera, atrapada tras la inmensa muralla de silencio cómplice desplegada por los grandes medios: la verdad.

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