EDITORIAL

Petróleo uruguayo y la lección de Aratirí

Ancap anunció el jueves el inicio de la Ronda Uruguay II para licitar nuevas zonas marítimas para exploraciones en busca de petróleo. El ente hace años que está haciendo las cosas bien en esta materia; al menos desde la presidencia de Daniel Martínez. Se han hecho mapeos primarios, se ha contratado una prospección inicial en imágenes bidimensionales, se explora simultáneamente en el norte del país, y en cada ronda se han hecho las giras y presentaciones interesando a las principales empresas del ramo.

La energía es uno de los talones de Aquiles de nuestro desarrollo. Todo lo que se haga en la materia debe hacerse bien, porque el éxito puede significar pegar un salto enorme, directamente pasar a jugar en otra liga.

No hay forma de exagerar la importancia que tendría el hallazgo de petróleo en cantidades, calidades y precios adecuados.

También era importante el hierro. Todos los manuales hasta la década del 60 igualaban el desarrollo a la existencia de industria pesada. Hoy, la petroquímica, la biotecnología electrónica ha relativizado esto, pero sigue teniendo importancia. Aratirí vino cuando la tecnología permite explotar hierro de muy baja ley, y nunca prometió complementar su inversión con una industria siderúrgica nacional. Pero proponía una inversión importante a un plazo extenso, que al menos nos acercaba a un rubro que no producimos.

Aratirí todavía puede realizar su inversión, pero se complicó y seguramente eso nos perjudique ¿Qué falló? Cuando Fernando Puntigliano renunció a la presidencia de la Administración Nacional de Puertos para dirigir este proyecto, todo el país se ilusionó; nadie protestó ¿Por qué unos grupos con muy escasa presencia pública hicieron enfriar un proyecto cuyos informes ambientales estaban siendo estudiados con tanta severidad? ¿Por qué todavía ayer alguien puede publicar impunemente un disparate como: «Si se instala Aratirí, medio Uruguay quedará destruido»?

Hay varias respuestas. Algunos creen, efectivamente, que somos todos bobos. Además, pesa el hecho de que los temas técnicos son difíciles (a sabiendas se han dicho disparates sobre cianuro y peligros cósmicos).

Pero, al final del día, lo que debe quedar como lección es que la promesa de felicidad que prometen estos proyectos no alcanza. No sustituye al debate público, el diálogo social, la participación amplia.

La Ronda Uruguay II da un plazo de 10 años para presentar un estudio tridimensional de los sectores a estudiar. Hay plazo. Pero los plazos se agotan. Ya no toda la población, ni siquiera los frenteamplistas tienen claras cuestiones como estas dos:

¿Por qué Uruguay va a dar la explotación petrolera en concesión, cuando otros gobiernos la nacionalizan?

Es probable que los votos que le dieron el triunfo a Obama los haya obtenido por el posteriormente traicionado anuncio de que no daría más concesiones de explotaciones off shore, y los hechos mostraron su peligro ambiental ¿Uruguay quiere plataformas flotando frente a Punta del Este?

Seguramente hay otros problemas potencialmente polémicos en esta perspectiva desconocida de eventual país petrolero. Los técnicos y directivos de Ancap y el MIEM seguramente los han estudiado y elegido las mejores alternativas.

Pero ganar apoyo ciudadano para las políticas públicas no es clientelismo, es parte de la gestión administrativa. Hasta de los gastos comunes de un edificio.

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