En la Villa, un clásico de rica historia
La Villa del Cerro fue fundada en 1834 con el nombre Villa Cosmópolis. La Fortaleza «General Artigas», su faro guardián, sus plazas, sus casas sencillas y sus callecitas angostas, con nombres que evocan los países de origen de los inmigrantes, conforman su pintoresco y singular paisaje.
En este enclave rocoso de 134 metros de altura sobre el nivel del mar se inició la actividad de los saladeros, incipientes industrializadores de la carne a partir de la producción del tasajo y del extracto de carne. Esos establecimientos saladeriles fueron pioneros de la industria de la carne en Uruguay.
Durante varias décadas y hacia fines de los «sesenta», los frigoríficos constituyeron la principal industria y fuente de trabajo para sus habitantes. «La Frigorífica Uruguaya», fundada el 11 de noviembre de 1902, fue el primer establecimiento de su índole instalado en la Villa. El «Frigorífico Nacional», creado por la ley Nº 8282 de 1928, pasó a ocupar la planta donde había funcionado «La Frigorífica Uruguaya». Su actividad a pleno sumada al trabajo desarrollado por la «Compañía Swift de Montevideo», el «Frigorífico Artigas» de la «Compañía Armour» y Efcsa, marcaron épocas de esplendor.
En las primeras décadas del siglo pasado, la Villa del Cerro se convirtió en un bastión de las luchas obreras y, particularmente, de los trabajadores organizados en la Federación Obrera Autónoma de la Industria de la Carne y Afines. El puente del Pantanoso, recordado como el «Paralelo 38″ a partir de 1951, vuelve la mirada hacia la huelga general llevada a cabo por los trabajadores de los frigoríficos y otras organizaciones sindicales en solidaridad con los de Ancap, que estaban en conflicto con el gobierno de la época. A pesar de la fuerte represión, los trabajadores unidos resistieron firmemente en las calles de los barrios obreros La Teja y el Cerro.
Radicadas en la Villa del Cerro están dos de las instituciones de mayor tradición en el fútbol uruguayo: Rampla Juniors y Cerro. Los rojiverdes surgidos el 7 de enero de 1914 y los albicelestes el 1º de diciembre de 1922.
La presencia de los futbolistas de las dos enseñas clásicas en las más importantes hazañas de la gloriosa celeste de la selección uruguaya, demuestra la trascendencia histórica de ambas instituciones que, con sus trayectorias dentro y fuera de fronteras, jerarquizan el valioso itinerario del fútbol uruguayo.
Sus enfrentamientos representan uno de los principales atractivos en el marco de la competencia del deporte más popular en Uruguay. Desde sus comienzos, los clásicos protagonizados por albicelestes y rojiverdes continúan siendo los de mayor convocatoria, superada únicamente por el superclásico de Nacional y Peñarol, instituciones que cuentan con una adhesión abrumadoramente mayoritaria entre la población.
Esta singular historia se inició hace 83 años. El primer clásico se jugó el 24 de abril de 1927 en el «Parque Santa Rosa», reducto de Cerro como local. El más reciente, tuvo lugar en la mañana del domingo 24 de enero de 2010 en el Estadio Centenario y finalizó con división de honores 2 a 2. La proyección de los resultados estadísticos registra un asombroso empate técnico.
No obstante su rivalidad en los campos de juego, más de una vez, Rampla y Cerro han actuado juntos con fines solidarios en situaciones que extravasan el antagonismo surgido en el plano deportivo. El espectáculo ofrecido el 3 de junio de 1969 en el Parque «Federico Saroldi», en apoyo a los trabajadores de los frigoríficos en huelga, constituye uno de los ejemplos más emblemáticos. Sus protagonistas fueron dos equipos integrados en forma alterna por la defensa y el ataque de Cerro y de Rampla, y la Selección de Uruguay, que se preparaba para recibir en partido amistoso a Inglaterra, por entonces flamante Campeón del Mundo, en el «Monumento del Fútbol».
El clásico del próximo domingo en el Estadio Olímpico vuelve a ser el tema excluyente en los días previos al partido en cualquier lugar en que se hable de fútbol. En la Villa y al este del Pantanoso. Es la fiesta popular que protagonizan dos equipos de importante adhesión en todo tiempo y circunstancia. Es el clásico de rica y larga trayectoria, cuyas páginas más memorables recuerdan con letras de molde a sus más brillantes protagonistas. Allí, en las crónicas y relatos acuñados por varias generaciones, también están grabadas para siempre, en la memoria y en la resma, las conquistas del «Cañón ramplense» y del «Polaco albiceleste», sus máximos goleadores…
Es el encuentro más esperado por ambas parcialidades. El partido del año. Donde los jugadores entregan lo mejor de sí. Con fervor, con lealtad y con vehemencia. A veces, sin embargo, se sacan chispas en el cruce de caminos. En la cancha y en las tribunas, la pasión y el sentimiento fungen en risas, cantos, desazón y lágrimas. En el alma y en el corazón de los hinchas, en las familias que conviven diariamente en la populosa barriada y quienes las integran, muchas veces, son socios y simpatizantes de uno u otro equipo.
Villa del Cerro. Pueblo de inmigrantes, de gente humilde y trabajadores de overol. Desde la década del veinte, dos instituciones con firme arraigo en el país, renuevan con pasión un clásico multicolor. Único e intransferible. Contra la bahía y ganando la cuesta.
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