La flota de la paz; mal, muy mal usada

Un mecanismo habitual para negar las propias faltas u horrores, es atribuírselos «al otro», al enemigo. Otro, es cargar al contendiente de todo lo opuesto para uno salir airoso.

Si de quien se defiende, yo digo que ataca, escamoteo el ataque que precisamente ha generado la defensa. Si yo digo flota «de la paz», estoy diciendo que esa flota es guerrerista o algo similar.

Ana Jerozolimski es habitué en tales trasposiciones. El ejemplo anterior es del título de su nota comentando lo que seguramente ya ella sabía, del inminente ataque del ejército llamado «de Defensa» israelí sobre la flotilla de barcos que se dirigía a la Franja de Gaza con avituallamiento para la población que está allí sometida desde hace años a vejámenes multiplicados por privaciones de atención médica, de higiene, hambre y hasta sed.

El título da a entender que la flotilla no era precisamente pacífica. Como cuesta creer que un sobreviviente de Aschwitz, un sacerdote de 88 años, un escritor como Henning Mankell, sean miembros de Al Qaeda o Hamas nos dice: «los bien intencionados son utilizados y manipulados, aunque no se den cuenta», es decir, son «apenas» estúpidos.

J. comienza su nota («El mal uso de la flota «de la paz»», LA REPUBLICA, 29/5/2010): «Son varios los temas relacionados al conflicto entre Israel y los árabes, del cual derivan los problemas entre Israel y los palestinos».

Cero en historia. Los primeros problemas históricos son los de sionistas con los aborígenes o nativos, si J. prefiere, que habitaban tierras bíblicas desde tiempo inmemorial. Tanto fue así que debería llamarse «primera intifada» la lucha callejera de los palestinos contra la ocupación sistemática de los sionistas en Palestina entre 1936 y 1939, amparada por el colonialismo británico.

El afán de los sionistas de hacer desaparecer a los palestinos de sus tierras para quedarse con ellas, provocó muchísimas muertes por asesinato junto con las expulsiones masivas de pobladores palestinos en 1948 y en 1967.

A lo largo de ese conflicto se fue entretejiendo el otro, entre árabes y judíos sionistas, y en él se mezcló también la presencia británica, las afinidades con el fascismo y el nazismo (tanto de varios jeques árabes como de algunos dirigentes palestinos y de sectores del sionismo).

J. se queja de la falta de contexto para digerir «la noticia»; es decir la inminente matanza que NO se había realizado cuando ella escribe pero que sobreviene al día siguiente: «la simplificación exagerada de la noticia, que nutre al espectador simplemente de las imágenes de último momento, confiando en que quien está cómodamente sentado en su salón mirando la pantalla, no necesariamente se ha interiorizado en los procesos y razones de fondo que podrían poner todo en contexto».

Habría que aclararle a J. que fue el circuito mediático principal el que, para cuidar los intereses de Israel, no ha dicho ni una palabra durante todas las semanas previas al momento en que la flotilla de voluntarios, desarmados, pensaba llegar a las costas gazanas… los que no tienen interés en denunciar el modo en que Israel le hace la vida imposible a los palestinos, humillándolos a diario, segregándolos, hambreándolos, impidiéndoles hasta desplazarse, trabajar, estudiar: silenciaron lo que se sabía desde hace meses: los preparativos de nueve barcos, procurando llevar algo de solidaridad a un pueblo tan aislado como la actual Franja de Gaza.

J. le concede la buena fe (ya vimos, de los estúpidos) a quienes participan del operativo: «No tenemos duda de que entre los diferentes pasajeros a bordo, hay no pocos cuyo interés auténtico es prestar ayuda a una población que ellos consideran está en serios aprietos» ¿En qué quedamos? ¿Están en «serios aprietos» y en este caso es fácil ubicar al apretador, que no es Hamas, ni Irán, ni la República Bolivariana de Venezuela ni Canadá, sino Israel, o se trata de una consideración equivocada o falsa y la población de Gaza goza diariamente de agua, artículos escolares, electricidad, casas confortables, comida abundante?

Que cuide su respuesta, porque si es esto último, no se entiende tampoco su propuesta: «Israel […] ofreció entregar a los palestinos por tierra toda la mercadería y equipos que los barcos traen a bordo.» La flotilla traía vidrios para ventanas hechas añicos, cemento para reconstruir viviendas derrumbadas, sillas de rueda para mutilados por el ataque… ¿Para qué, si la población gazana está perfectamente provista?

J. escupe para arriba. Hace gala de frases de responsabilidad y buen trato que al parecer circularon entre los encargados del operativo de frenar el auxilio a Gaza: «Nuestra intención no es chocar con nadie ni lastimar a nadie. No entren en conflictos». Se parecen a las de la resolución del Consejo de Ministros israelí del lunes 24 de mayo: los barcos iban a ser abordados por personal militar o policial femenino, y vestido de blanco.

Un operativo primoroso que debe haber llenado de orgullo a los civilizados. Sólo que la realidad ha sido ligeramente más sórdida: catorce, ocho, veinte (¿?) asesinados y decenas de heridos entre gente desarmada que venía en los barcos, contra cuatro contusos o heridos entre los soldados israelíes…

¡Felicitaciones! El ejército israelí sigue manteniendo sus marcas «deportivas» de los últimos años: diez muertos ajenos por cada rasguño propio…

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