"Mujica no negociable"

Don José «Pepe» Mujica, el hombre que asumirá la presidencia de Uruguay luego de las elecciones que se celebrarán en el mes de octubre, el hombre que fue resistencia en los 70, formando parte de Tupamaros, en los momentos difíciles de proscripción y escarnio, manifiesto con convicción desde la intuición y desde la razón lo dicho fundamentando mi aseveración, para los que crean vislumbrar cierto futurismo en mis palabras, lo hago como acto de vida, en absoluto optimista ni delirante y agrego que no existe un solo argumento válido concreto o virtual, para que este «hombre» con todas las letras no sea el primer magistrado de la Banda Oriental en los próximos cuatro años.

 

En épocas victoriosas prefirió quedarse en lo suyo o, mejor, consagrarse al rechazo sistemático de las dádivas retóricas de los obsecuentes, de los cobardes, de los oportunistas… Reivindica con honestidad y total ausencia de resentimiento los años de prisión sufridos y asimilados con estoicismo y sabiduría, instancia que no muchos podrían dar como testimonio de vida devenido en silencio de lo transitado en dolor y pérdida, de años de oprobio y de soledad, cuando los derechos humanos, tan presentes hoy en el discurso de los «otros», brillaban por su ausencia en tiempos de dictaduras cívico-militares.

 

Mujica utiliza el anacronismo para trazar analogías. Piensa en el pueblo como sujeto de la historia. Escribe en cada acto de su rutina diaria, la historia de su «pueblo», al que ama mucho más que a los «próceres», aun los que elogia calurosamente. Se permitió criticar a los innombrables con gracia y un estilo a su manera, pues a no dudar que Don «Pepe» instaló un «Estilo Mujica» de hacer política, que será imitado por muchos candidatos políticos en un futuro no lejano, aún a la espera de resultados: la especulación no es zonza.

 

A Mujica no le agradan las anteojeras ideológicas, le desagradan la intolerancia y la desmesura, en su óptica clave de los errores cometidos en la historia del Uruguay. Opina acerca de lo que sabe, con cierto desenfado, sumado a la sensatez y la intuición de quien «ha vivido» , tampoco tiene reparos en admitir alguna equivocación, «el orgullo es pasión de estúpidos» y lleva a confrontaciones inútiles, Mujica es digno y dicha dignidad se puede apreciar en su transitar, en su aptitud y actitud con que transita su vida.

 

Pepe Mujica no es negociable; su tolerancia es auténtica y sabe ponderar cuando el gesto así lo requiere…las cosas hechas con afecto y transparencia, una de sus cualidades, que no son fáciles de llevar en este mundo violentamente afectivo.

 

«…no perdono a la vida desatenta,

 

no perdono a la tierra ni a la nada.» Estas palabras pertenecientes a un texto de Miguel Hernández podrían haber sido escritas por «Pepe» Mujica. No perdona a la muerte, ni a la nada, así es bienvenida la vida con la mirada en el futuro caminando un presente un tanto incierto en este mundo. Expresa bien el sentimiento a modo de elegía de un pueblo que no deja de soportar una existencia al margen con tanto pan amargo que ha comido.

 

Los que hasta ahora se han ocupado de él, desde perspectivas diversas, han coincidido en señalar la feliz combinación que se produce entre su discurso clara, directo, su honestidad intelectual y criterio independiente con el humor, el uso del anacronismo deliberado, el paréntesis anecdótico. Y los que lo conocen, en mayor o menor medida, lo ven coherente en palabra y acción; coincidencia que no siempre se da. Sencillez, palabra mesurada, interés por la situación del interlocutor (incluso más que por sus palabras ocasionales) contribuyen a que el tímido o el huraño se sientan cómodos en su presencia. No hay que esperar de él ni grandilocuencia, ni audacias expresivas o metafóricas.

 

Pero es imposible convencerlo de algo que fuera en contra de las certidumbres vigentes en su pensamiento y su sentir. Su apertura al diálogo y su tolerancia ­teórica y práctica­ no se cimentan en el vacío de ideas ni en la seducción mimética del interlocutor. En todo caso, si el intercambio ingresa en la vía del ofuscamiento y la cerrazón prefiere una ironía a tiempo o un contundente sarcasmo.

 

Puede equivocarse, como cualquiera, y se equivoca nomás. Errar en un razonamiento o en un argumento, confundir una información, elegir un ejemplo dudoso, extraer una conclusión apresurada. Pero lo que dice es lo que piensa, lo que cree cierto. Correspondencia difícil de hallar entre pensamiento y la palabra. Veracidad, que le dicen. Lealtad consigo mismo, además, no sólo con los otros. Sin duda, podía lograrlo con más facilidad, porque como pienso, creo que está alejado de toda «estructura de poder»: sindical, eclesiástico, militar, periodístico, docente, de todas. Y hablamos del poder, no de sus lugares de ejercicio. Finalmente: elude las formulaciones absolutas y le resultan azarosas y fuera de temporada. Como piensa que «nada es definitivo» consigue evitar esa impresión que nos dan algunos políticos ­incluso los lúcidos y profundos­ de «sabérselas todas», de estar muy por encima de temas y problemas, de dominar la verdad previamente conquistada.

 

Es autocrítico también con su estilo. Afirma que en materia histórica, «mi estilo apto para llegar a un pueblo sin distinciones de clase, color ni ideología, con el afán de ofrecer a los interlocutores síntesis fácilmente asimilables. No sumaré mis palabras a las de aquellos que compartieron con Mujica sus actos de vida, informe de lo real-real. Es preciso el fervor, confiar en que estas palabras ofrecidas humildemente al pueblo uruguayo, una vez más recorran el día del Hombre. No tiene precio, frente a las ideologías de ocasión este Pepe Mujica, que incomoda, es veraz, no es negociable(repito). No lo compro a Mujica, no lo vendo, no existe efusión de presentador en este Editorial, lo creo necesario y en tiempo, como la vida, surcada en mi persona comprometida con mi tiempo, desde la raíz de ser en esta tierra, compromiso para con un pueblo: el uruguayo y su verdadero y dignísimo representante, en este caso candidato a la presidencia de La Banda Oriental don José Mujica presente y vigente, comprometido en la circunstancia histórica de una generación, de un tiempo clave en la Historia del país.

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