El protector de los pueblos libres

Como homenaje al 245 Aniversario de su Natalicio, conmemorado este 19 de junio de 2009, dedicamos hoy esta columna al «Protector de los Pueblos Libres», el General José Gervasio Artigas.

 

Este hombre, que tuvo una larga vida, siempre supo ser un luchador real y leal a sus ideales y con su pueblo.

Fue un agrarista convencido al impulsar la revolución agraria, bajo la idea de que «con prevención que los más infelices sean los más privilegiados».

Fue un defensor de los intereses nacionales al proponer una forma única de mercado común territorial, promover la agricultura por medio del reparto de tierras, animales y semillas con el beneficio de que quedaban exentos de pagar impuestos las máquinas, los libros y las medicinas.

Fue un defensor de una auténtica revolución popular, al promover una democracia apoyada en la deliberación y elección popular y rechazar el modelo liberal y oligarca que traían los representantes de las superpotencias de la época. Su lucha era en favor de la paz y la justicia para los más desvalidos.

 

Lamentablemente, la probabilidad de constituir en el Río de la Plata una confederación de pueblos, fue truncada por intereses mezquinos.

Para 1819, la Liga Federal de los Pueblos Libres, se encontraba en serias dificultades, fundamentalmente frente a los enemigos externos. Ante esa situación, Artigas busca la protección y acogida para los corsarios, que bajo la bandera tricolor de la Liga Federal, crucen los mares y hostilicen a los barcos españoles y portugueses en el Atlántico y el Mediterráneo.

En ese contexto, el General José Gervasio Artigas, le envía el 29 de julio de 1819 a «El Libertador» Simón Bolívar, una carta ­la única que le dirigió­ cuya vigencia y contenido brinda el ejemplo que nos debe guiar sin desmayo hasta alcanzar la real integración de nuestros pueblos.

Por eso queremos reproducir esa carta:

«Excelentísimo señor general y presidente de la República Caracas, Don Simón Bolívar.

Unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de intereses recíprocos, luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos. La variedad en los acontecimientos de la revolución y la inmensa distancia que nos separa, me ha privado de la dulce satisfacción de impartirle tan feliz anuncio. Hoy lo demanda la oportunidad y la importancia de que los corsarios de esta república tengan la mejor acogida bajo su protección. Ellos cruzan los mares y hostilizan fuertemente a los buques españoles y portugueses, nuestros invasores. Ruego a vuestra excelencia que ellos y sus presas tengan el mayor asilo en los puertos y entre la escuadra de su mando; que su pabellón sea respetado como el signo de la grandeza oriental por su libertad patria. Por ella se ha enarbolado y no dudo que vuestra excelencia afianzará esta gloria en la protección deseada. Por mi parte, oferto igual correspondencia al pabellón de esa república, si las circunstancias de los tiempos permiten que sea afianzado en nuestros puertos. No puedo ser más expresivo en mis deseos que ofertando a vuestra excelencia la mayor cordialidad por la mejor armonía y la unión más estrecha. Firmarla es obra de sostén por intereses recíprocos. Por mi parte, nada será increpable, y espero que vuestra excelencia corresponderá escrupulosamente a esta indicación de mi deseo.

Tengo el mayor honor en saludar a vuestra excelencia por primera vez y ofertarle mis más afectuosas consideraciones».

De esta carta podemos rescatar algunos valores que prevalecieron en nuestros libertadores:

Existía un mutuo respeto y consideración.

 

La propuesta de Artigas se inscribe dentro de los principios de la reciprocidad y la solidaridad entre nuestros pueblos.

Existía un enemigo común: Los tiranos y los invasores colonialistas.

La defensa de nuestros derechos.

Siempre predomina la palabra unión.

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