Vigencia del ideario de Wilson Ferreira Aldunate

Hace dos años, en abril de 2007, escribí un artículo con motivo del XIX aniversario de la muerte de Wilson Ferreira. Entiendo que los conceptos vertidos en aquella oportunidad siguen teniendo total validez, máxime en este año electoral en el que la figura y el recuerdo de Wilson aparecen recurrentemente en la propaganda electoral, pero vaciados de contenido.

Sin dudea alguna fue un líder que trascendió las fronteras partidarias, siendo protagonista en primera línea de los acontecimientos socio-políticos y culturales que se desarrollaron durante el pasado siglo, y en particular en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. A cada acto de su vida pública le supo imprimir su peculiar estilo de tribuno excepcional y de orador brillante, propios de un hombre de singular talento e inconfundible personalidad, tan didáctico, elocuente y persuasivo como irónico, elegante y florido. Irrepetible.

Con su desaparición, pasó a formar parte del patrimonio intelectual y afectivo del Partido Nacional en una galería de prohombres que supieron forjar con su vínculo la rica historia de esa colectividad.

De igual manera, pero visto desde la óptica de la sociedad en su conjunto, Wilson representa la reafirmación de una intransigente búsqueda del destino nacional, de la preservación de la cohesión social y de sentimientos e ideales compartidos. No es casual, entonces, que los uruguayos hayan convertido al caudillo en un símbolo de su pertenencia por su austero patriotismo y por su generosa y desinteresada contribución a enaltecer los supremos valores de la Patria y de sus instituciones.

Creo propicio el momento y las circunstancias para transmitir a la sociedad y a las nuevas generaciones, las ideas, los valores y las actitudes que Wilson marcó con su impronta en pasajes inolvidables de su rica historia política y humana. Recordémoslo de la única forma que no se pueda desmentir ni negar su legado; hagámoslo con sus mismas palabras. De ellas podrán sacar sus propias conclusiones sin tener que recurrir a falsos profetas.

De «Nuestro Compromiso con Usted» (síntesis):

«El destino nacional y el futuro personal de los uruguayos ya no es asunto asegurado por el tiempo que pasa. Será creado a imagen de lo que logremos hacer en estos tiempos por venir. (…) Ya no se trata de sólo resolver cuál será el líder más votado. (…) Hoy, cada uruguayo debe resolver si desea o no reanimar la vida nacional sin sacrificar ni vender sus razones hondas de vivir. (…) ¿De qué pueden valer cinco años administrados con dignidad si la Nación carece de futuro? (…) ¿De qué valdrán gobernantes iluminados y burócratas laboriosos, al servicio de un pueblo desorientado, desesperanzado, resentido o retraído del proceso de construcción de la realidad nacional? (…) ¿De qué podrían servir detallados programas de gobierno si se mantiene intacto el sistema económico dominante que ha nacido, crecido, y hoy decae bajo el signo de la dependencia externa? (…)».

Y luego las propuestas:

«Se realizará la planificación regional del territorio; la Reforma Agraria facilitará el acceso a la propiedad de la tierra a quienes tengan aptitud para trabajarla; debe encararse el desarrollo industrial sobre la base de la conquista de mercados exteriores; se procederá a la expropiación de la totalidad de las instituciones bancarias privadas; creación del Consejo Superior de Salarios, asesor del MTSS, integrado con representación tripartita; en cuanto a la renta personal, se volverá al esquema inicial implantado por el PN y desvirtuado a partir de 1967; Plan Nacional de Salud y Seguro Nacional de Enfermedad (…)».

Afirmaba Wilson en el año 1985, ya en funciones el gobierno electo, que la dictadura había dejado un país profundamente herido en materia económica y social, que las heridas eran tan profundas que no valían más los parches ni los remiendos ni las viejas recetas; se requerían medidas de fondo, ya que si el país estaba herido en sus estructuras, estructurales tenían que ser sus soluciones. Medidas que venía reclamando desde 1965 y que iba a aplicar el día que llegara al gobierno. Su salud no se lo permitió; el Partido Nacional, tampoco.

El gobierno actual ha llevado a la práctica reformas estructurales que marcan un hito, un antes y un después en la vida institucional del país. Es la reivindicación de Wilson en su larga y solitaria prédica de tantos años. Es la ruptura del círculo de las negaciones y de las dilatorias de aquellos personajes que estando a su lado no creyeron en él, y de quienes hoy, a 21 años de su partida, todavía no lo han comprendido.

Debemos apoyar fervorosamente los cambios, que también son los cambios del caudillo, que tras ellos están el espíritu indoblegable y las ideas esclarecidas de quien, como el Cid Campeador, aun después de su muerte sigue ganando batallas morales y políticas.

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