¿Un ejército del Mercosur?

¿Un Estado Mayor Conjunto de todas las FFAA del Mercosur como preludio a un ejército del Cono Sur? Afirmada y desmentida una y otra vez, la noticia sobrevoló el ambiente, allá por el año 2000, cuando el entonces ministro de Defensa de Argentina, Dr. López Murphy, deslizó la novedad casi como al descuido, en el discurso que cerró la «Operación Ceibo 2000″, un ejercicio militar llevado a cabo por efectivos uruguayos y argentinos en la provincia de Paraná.

Que vuelve a tomar actualidad con los contactos que lleva a cabo el general Jobim, de Brasil. Las reacciones resultantes del comunicado, en su momento, fueron peculiares y abarcaron ese ancho espectro que va del amor al odio. Fue en ese extremo ­el odio­ donde se dieron curiosas sintonías. Porque estaban en primera línea en el rechazo, quienes en un pasado cercano se habían multinacionalizado en la «internacional de las espadas» (1973-1984) y ahora latían «como un solo corazón» con sus homónimos también multinacionalizados, pero en la extremísima izquierda, justificadores de las invasiones de Hungría y Checoslovaquia.

Hoy, ocho años mas tarde, y en consonancia con los tiempos que corren, ha trascendido que la idea de un ejército del Mercosur estaría otra vez en la carta de intenciones de Brasilia. ¿Y los uruguayos, qué? Porque entre las muchas dicotomías y paradojas de los uruguayos, está la actitud colectiva frente a la problemática de la Defensa Nacional y por ende del instrumento hábil para esa tarea, las FFAA. Para el grueso de la opinión nacional, las FFAA son pesadas, inútiles y caras amén de engrosar un Estado ya sobredimensionado. Y agregan esos críticos: «Uruguay, por su pequeñez no tiene enemigos, y de tenerlos no podría siquiera defenderse».

Sin embargo, esos uruguayos no discuten ni cuestionan que EEUU, China o Rusia tengan estados obesos donde la carga mayor provenga del presupuesto militar, aunque tales gastos sean para mantener la hegemonía imperial concebida para aplastar a los irredentos. En la lógica del imperio no basta haber conseguido la supremacía material. Requiere su correlato, el desarme mental, la aceptación apática y desmotivada de la superioridad del otro.

Por eso, y a pesar de los portaaviones o misiles de crucero, las cadenas de radio y TV trabajan incansables en la reiteración de pautas filosóficas y de conductas que tratan de tapar con vistosa perfumería dialéctica los malos olores de la escala de valores malinches inducidos o impuestos a los desheredados del mundo. Esta es la perspectiva.

Como no es improbable que los militares uruguayos sean invitados a participar de la empresa, bueno es hacer un repaso somero de algunos presupuestos básicos: 1- La Constitución dispone que: «Las FFAA tienen por misión defender la integridad territorial del Estado, su Independencia, la Paz, la Constitución, etcétera». Estas obligaciones que son interpretadas por los mandos y transformadas en tareas específicas que se cumplen con medios también específicos, tienen su numen inspirador en el poder político emanado de las urnas. 2- La Política es estrategia de la Paz. En contrapartida, la Estrategia es la política de la guerra, ese hecho social que oscila entre la ambivalencia y la confrontación armada. 3- Cada época, cada escenario tuvo/tiene su doctrina. El diccionario dice: Doctrina. «Conjunto de las opiniones, enseñanzas, dogmas y principios que hacen a una concepción filosófica o a una religión».

Para el creyente cristiano, judío o musulmán, el cuerpo doctrinario viene de muy lejos y ha sido decantado por los siglos, es el verbo mismo de Dios. Para el militar, la doctrina es algo muy distinto. Ni es permanente, ni es sagrada ni es absoluta. Por el contrario, antes que un acto de fe, es el producto de un proceso inductivo-deductivo, que para ser válido no debe reposar en la inmutabilidad de lo eterno, sino en el acompasamiento de los factores que tipifican una sociedad. 4- No hay un gran proyecto socioeconómico -y el Mercosur lo es- sin una sustentación militar.

Porque toda ruptura de viejos moldes presupone potencialmente ingredientes de violencia. Y ningún Estado es tan poderoso como para ignorar a los demás, porque todos conocen los límites de su poder. Y ninguno es tan débil como para que se prescinda de él. 5- EEUU, autoerigido en gendarme global, no ha podido detener ni la violencia étnica, ni el fundamentalismo religioso, ni las hambrunas que como maldición bíblica sacuden al mundo, ni las primitivas guerras que mantienen empantanados a sus soldados en Afganistán e Irak. 6- No debe olvidarse el ejemplo de España. Felipe González, que hizo su campaña política en base a la neutralidad militar, terminó afiliándose a la OTAN.

El pragmatismo triunfó sobre la teoría. Si España quería integrar el Primer Mundo, esto es el Mercado Común, tenía que sumarse a su sistema de defensa. 7- En cualquier lugar del mundo, las instalaciones militares son dinamizadores económicos locales y Uruguay no escapa a esta regla. En una hipotética unión militar del Cono Sur ­en el orden logístico­, ¿ que preferiría la industria uruguaya, fabricar barcos o coser mochilas? 8- En política no hay verdades absolutas, nunca se debe decir «nunca». Si una hipotética unión de las FFAA del Cono Sur puede ser el punto de arranque de un proyecto político mayor, no lo sabemos. Pero no está de más recordar que «el ejército fue anterior al Estado». Que lo imposible pueda volverse posible. Sí, por supuesto. Como en tiempos de Carlomagno existe dentro de la OTAN un ejército franco-germano. Los ex miembros del Pacto de Varsovia hacen cola para ingresar a la OTAN. 9- El general Juan Perón una vez sentenció: «El año 2000 nos encontrará unidos o sometidos». Desafío o premonición, como dijera Artigas: «La causa de los pueblos no admite la menor demora». Y ya llevamos demasiados años de retraso.

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