Una historia sobre embarazo adolescente, adopción y aborto

Por estos días, pude ver el filme, dirigido por Jason Reitman, sobre la historia escrita por Brooke Busey, llamada «La joven vida de Juno».

Sin duda el Oscar al mejor guión original fue, en nuestra opinión, otorgado con justicia. La historia aborda con compleja simplicidad un tema crítico de creciente importancia en nuestro tiempo: el embarazo no deseado que, en este caso, además es adolescente.

El relato se instala en una familia estadounidense de clase media, en el marco de una sociedad distinta a la nuestra y donde su sistema legal sobre adopción es, por simple, absolutamente diferente al de nuestros países. Entre nosotros, todo se basa en la desconfianza, haciendo que adoptar sea una odisea que parece destinada a agotar la voluntad de quien quiere tomar un niño en adopción. El sistema -que siempre debe ser necesariamente garantista- muchas veces parece olvidar el interés superior de salvaguardar la vida de ese niño y su futuro, además de resolver varios problemas de sus dos tipos de padres: los que dan en adopción, principalmente la mujer embarazada que muchas veces piensa en la alternativa de abortar, por un lado, y los futuros padres adoptantes, por el otro.

La historia trata de una jovencita adolescente que en medio del aburrimiento de una tarde, resuelve tener una relación sexual con su amigo, un compañero de estudios en secundaria. Un muchacho tímido, muy lejos de todo prototipo, que finalmente termina mostrando el profundo sentido de la ternura, que descubren en el amor que construyen entre ambos después del nacimiento del bebé.

Fruto de esa relación deseada, Juno queda embarazada sin desearlo.

Una amiga plena, que está cuando hay que estar, la averiguación sin tapujos para confirmar su estado de gravidez, el intento de gestionar una interrupción del embarazo en un sistema que se muestra anodino, sin reflejos ni sensibilidad, dando luego comienzo al planteamiento a sus padres, que son una pareja compuesta por su padre y su nueva esposa, que a la postre resulta ser una madre plena, llena de oficio de vida y comprensión, que está siempre muy cerca.

La joven resuelve finalmente tener a su hijo. Con la anuencia de su padre y el desconcierto del muchacho, busca contactar personas que no pueden concebir hijos propios pero que ansiosamente buscan ser padres y así lo anuncian por la prensa.

Un acuerdo ante abogado, con el padre de la joven Juno y ella misma allí activamente presente, pone en marcha el mecanismo. Todo con una sencillez que raya en lo impactante, más allá de la frescura de los diálogos y un contexto de discriminación social que aun discretamente, aparece entre los compañeros adolescentes y con la sospechada ajenidad de la madre del muchacho que se refugia en la rutina de lo cotidiano. A partir de esa historia nos pareció oportuno compartir el tema del embarazo no deseado, cuya fase más crítica es ese embarazo, el aborto y la adopción.

Se trata de procurar caminos de encuentro entre quien no quiere o no puede tener un niño y resuelve interrumpir su embarazo, y la vía de la adopción por aquellas parejas o personas individuales que darían lo mejor de sí por tener un hijo desde pequeño para hacerlo parte de su vida.

Claro está que lo esencial en la adopción es que el niño logra nacer, en una hipótesis clara de opción de vida o muerte, de nacer o abortar.

Resulta obvio que de no mediar esta adopción facilitada, el bebé no nacería, y una vida quedaría trunca en el camino.

Desde ya que estos temas duelen y mucho porque dar en adopción un hijo debe ser un desprendimiento desgarrador, que en el caso del aborto es materialmente así. Pero el dilema se torna absolutamente menor, cuando la cruel opción es vivir o morir para el niño por nacer, que es fruto de ese embarazo no deseado.

Quizás el niño cuando crezca eventualmente podrá reprochar a sus padres biológicos su entrega, pero estará vivo para poder hacerlo.

A la hora de la hora, parece bueno considerar el valor de la adopción cuando media el amor, la aptitud y el sincero deseo de los padres adoptantes, ante la insalvable situación de vida de la joven embarazada. Resulta esencial en este caso que esa mujer cuente con la ponderada y asesorada voluntad, imprescindible para quien se ve forzada a entregar a su hijo, que es su maravilloso fruto desde el milagro de la vida ya entonces concebida.

En este tiempo de prisas y ansiedades contenidas, profundizar los mecanismos de adopción también en estos casos de madres adolescentes que piensan abortar, debe ser un desafío formidable que debemos estar dispuestos a explorar como sociedad, sin eufemismos ni preconceptos, en defensa de la vida.

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