¿Qué pasó en Venezuela el 23 de enero de 1958?

El pasado miércoles 23 de enero se cumplieron cincuenta años de uno de los principales acontecimientos históricos de Venezuela, en el cual los anhelos de libertad y de igualdad –consustanciales a cualquier proyecto de sociedad que se identifique con la democracia–, estuvieron presentes en el pueblo venezolano, en particular en aquellos sectores que habían sentido en carne propia lo que significaba un gobierno que asumió como principio de su propia existencia, sobre todo en el poder, la negación de aquellos principios democráticos.

El gobierno de Marcos Pérez Jiménez, representando los intereses de la administración que en ese entonces se encontraba en Estados Unidos y de los sectores económicos, eclesiásticos y militares venezolanos que lo sustentaban, fue abriendo paso, en forma progresiva y calculada, para llegar definitivamente al poder desde el golpe cívico militar que se produjo contra el gobierno democrático del general Isaías Medina Angarita el 18 de octubre de 1945. Debemos recordar que Pérez Jiménez no aceptó formar parte de la Junta Cívico-Militar de Gobierno que se instaló en ese entonces, pero sí tendrá un puesto clave –efe del Estado Mayor Conjunto del Ejército– que le permitirá preparar las condiciones para tomar el poder en un mejor momento, lo cual ocurrirá en febrero de 1953 cuando se hace nombrar Presidente Constitucional de Venezuela, desconociendo con ello los resultados del referéndum del 30 de noviembre de 1952.

Desde que llegó al gobierno, Marcos Pérez Jiménez tendrá el apoyo de Estados Unidos, de las Fuerzas Armadas, de sectores bien importantes del empresariado venezolano y de la cúpula de la iglesia católica de nuestro país, y bajo ese sustento se mantendrá hasta el 23 de enero de 1958, utilizando métodos antidemocráticos, de terror y dictatoriales para contener los embates de las fuerzas políticas y sociales que se le oponían. Marcos Pérez Jiménez fue un dictador algo más moderno que Juan Vicente Gómez, pero igualmente autocrático. Los planes modernizadores del país no se detuvieron por esa circunstancia o por el régimen de terror que se impuso. El dictador denominó a su programa de gobierno «El nuevo ideal nacional» e impuso un patrioterismo y un folclorismo obligatorios, marchas y desfiles militares en la «Semana de la Patria» (cada 2 de diciembre), y también hizo construir numerosas obras de ingeniería ornamentales, viales y turísticas que produjeron muy buenas «comisiones» para los contratistas y cabecillas del régimen.

Ese desenfreno constructor hizo multimillonarios a unos cuantos venezolanos y extranjeros pero, a la larga, tal política expansiva de las construcciones unida al latrocinio y peculado, endeudó al gobierno más allá de sus posibilidades. La élite que hasta ese momento lo apoyaba, auspiciaba o toleraba comenzó a distanciarse y a conspirar en contra del dictador.

A esa conspiración se unieron aquellos partidos políticos todavía tolerados y los que actuaban en la clandestinidad, altos representantes del clero, ya descontentos, los colegios de profesionales universitarios, los profesores y estudiantes de educación superior y educación media, los trabajadores, los periodistas y los sectores democráticos de las Fuerzas Armadas, y de esa forma el dictador resultó repudiado y, ante la inminencia de su derrocamiento, huyó del país en la madrugada del 23 de enero de 1958.

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