El populismo en Venezuela

Al presidente Hugo Chávez Frías se le ha calificado de populista porque supuestamente en sus discursos habla más de distribución, de apoyo a la demanda y al consumo, que de generación de riqueza.

Lo primero que deber recordarse es que el populismo, en palabras de Ernesto Laclau, en su texto La razón populista, se entiende como «El reclamo por la igualdad de derechos políticos y la participación universal de la gente común, pero unido a cierta forma de autoritarismo a menudo bajo un liderazgo carismático. También incluye demandas socialistas (o al menos la demanda de justicia social), una defensa vigorosa de la pequeña propiedad, fuertes componentes nacionalistas, y la negación de la importancia de la clase. Esto va acompañado de la afirmación de los derechos de la gente común como enfrentados a los grupos de interés privilegiados, generalmente considerados contrarios al pueblo y a la nación. Cualquiera de estos elementos pueden acentuarse según las condiciones sociales y culturales, pero están todos presentes en la mayoría de los movimientos populistas».

Mientras que en el marco del discurso neoliberal, el término populismo, en palabras del brasileño Emir Sader, ha sido utilizado para designar a «Las políticas consideradas irresponsables, aventureras, inflacionarias, que promueven concesiones sociales incompatibles con las leyes de hierro del ajuste fiscal. Serían concesiones ficticias, que terminarían produciendo su contrario: la inflación corroería el poder adquisitivo de los salarios reajustados, el equilibrio fiscal llevaría a las crisis financieras que frenarían el crecimiento económico, la elevación de impuestos y el aumento de los gastos estatales inhibiría la capacidad de inversión».

Sin embargo, en el caso venezolano, los programas sociales dadivosos y filantrópicos, desarrollados en toda la década del noventa, fueron eliminados. Desde 2003, el gobierno de Hugo Chávez Frías está desarrollando una política social a través de la Misión Robinson (para alfabetizar) Misión Sucre (para atender a los bachilleres sin cupos), Misión Ribas (dirigida a quienes no tienen el bachillerato completo), Plan Barrio Adentro (El médico permanente para la comunidad), la Misión Che Guevara (dirigida a los desempleados), así como los mercados populares y otras iniciativas que atienden a los de abajo pero también da seguridad a los sectores sociales de arriba. Estas misiones en la propuesta de reforma constitucional tendrían rango constitucional.

Estamos en presencia de una política social que casi ha extinguido el analfabetismo, incorporando a más de un millón de niños al sistema educativo primario y a miles de bachilleres a la escuela media y de educación superior, ha logrado que miles de venezolanos logren recuperar la visión de sus ojos y millones hoy tengan atención primaria en salud; inclusive que los indígenas hayan recuperado sus derechos, no sólo como pueblo, sino también políticos.

Que hoy funcionen las escuelas bolivarianas, donde los alumnos tienen garantizadas la educación, salud, alimentación y recreación; que los jubilados hayan asegurado su pensión, segura y acorde con el salario mínimo; que el salario real de los venezolanos se esté recuperando progresivamente y que los sectores empresariales tengan ganancias crecientes y seguras, es una práctica no precisamente populista.

En Venezuela, los altos índices de desempleo se atendían a través del Estado como principal fuente empleadora del país, sobre todo si los ingresos económicos lo permitían; ahora, con las mismas condiciones, el empleo se estimula a través de otras formas.

Resulta difícil calificar a un gobierno de populista con un ahorro bien significativo en las reservas internacionales, con pagos puntuales de la deuda externa, pero, a su vez, aumentando el presupuesto en educación, salud, vivienda y atención social en general. Hay que decir que hoy en día en Venezuela la relación deuda pública y producto interno bruto se ha reducido significativamente.

Ahora, a Chávez se le acusa de populista porque en Venezuela para transitar hacia una sociedad «más justa y democrática» ha requerido del desplazamiento y la «Ruptura radical con una élite corrupta y desprestigiada, sin canales de comunicación política con la vasta mayoría de la población. Es decir que cualquier avance demandaba un cambio de régimen. Pero para lograrlo, era necesario construir un nuevo actor colectivo de carácter popular. No había posibilidad alguna de cambio sin una ruptura populista. Todos sus rasgos están presentes en el caso chavista: una movilización equivalencial de masas; la constitución de un pueblo, símbolos ideológicos alrededor de los cuales se plasme esta identidad colectiva (el bolivarismo); y, finalmente, la centralidad del líder como factor aglutinante» (Ernesto Laclau. Ob. Cit.).

Lo que realmente sí es cierto es que Chávez es un hombre de búsqueda de nuevos derroteros. No es un dogmático. Es un líder que ha tenido una constante: ha sido un seguidor de las ideas de Simón Bolívar y de todos los valores de la libertad, igualdad e independencia que profesaron y defendieron nuestros libertadores, combinado con una creencia cristiana, pero ahora abrazando una posición antiimperialista y abogando por el «socialismo del siglo XXI» y en este sentido ha dicho: «Si queremos salvar a nuestro pueblo de la pobreza, de la miseria, de la explotación y contribuir a la salvación del mundo de la destrucción de la vida en el planeta, cambiemos el capitalismo. No hay otro camino. Se han intentado caminos mixtos, intermedios, que si el capitalismo humano. Esa es una gran farsa: capitalismo humano no hay, es como decir del diablo que hay un diablo santo o un santo diablo.

El único camino que tiene nuestro pueblo para salir de la fosa en la que, desde hace siglos, nos enterraron, es el camino del socialismo, que debemos inventar nosotros aquí: el socialismo a lo venezolano y adecuado al tiempo que estamos viviendo». *

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