César Cortinas: a 115 años de su nacimiento

En nota anterior hablábamos del magistral músico maragato César Cortinas, analizando desde su nacimiento – el 9 de agosto de 1892 – hasta el año 1909, cuando logró su admisión en la Alta Escuela de Música de Berlín.

Comenzados sus estudios en la Academia citada, tropieza con el tremendo obstáculo de que representa su desconocimiento del alemán, problema que soluciona en parte asistiendo a clases de armonía y perfeccionamiento pianístico que se dictan en francés, idioma que habla correctamente, a la vez que se aboca al estudio del alemán con miras a poder asistir a las clases de alta composición del director de la Academia, el famoso músico Max Bruch.

Realiza enormes progresos en sus estudios a fuerza de sacrificar todas sus horas diarias para crecer musicalmente y por la noche concurre a toda clase de conciertos y eventos musicales.

Está deslumbrado por la música renovadora del momento y especialmente le llaman la atención Ricardo Strauss y Gustavo Charpentier. De Ricardo Strauss expresa: «Es el heredero directo de Wagner, es el músico más audaz y genial de la época, elevando a la melodía un culto sagrado». De Gustavo Charpentier dice: » La música de Charpentier es exquisita. Aquí, en este caso cabe transcribir la frase de Schumann al aparecer las primeras obras de Chopin: ¡Señores, los sombreros en tierra, un genio existe!».

Mientras tanto, aprende lo suficiente de alemán como para asistir a las clases de Max Bruch, transformándose entonces, en el único alumno sudamericano que tuvo el gran maestro berlinés y comienza asimismo a desarrollar una producción propia más variada y perfeccionista. Sus estudios y sus creaciones entonces, progresan muchísimo por esta época, pero comienza a resentirse su físico no acostumbrado a las rudezas del clima del norte europeo.

En los primeros días de diciembre padece un ataque de tuberculosis pulmonar y llega a estar al borde de la muerte, ante la desesperación de sus amigos.

Finalmente se debe trasladar en forma urgente a Suiza, para ser mejor atendido de sus dolencias y por aquellos días escribe entonces, amargas cartas a sus familiares. En ellas se aprecian con claridad dos cosas: a) que César sufría con intensidad el inmenso dolor de darse cuenta de la gran fragilidad de su estado de salud y b) que César comprende a cabalidad, el poco tiempo que tiene para materializar sus creaciones musicales.

Finalmente, en enero de 1911, le permiten retirarse del sanatorio y en marzo del mismo año regresa a París, donde aprovecha para ver importantes representaciones del Teatro de la Opera que cultivan más aun su espíritu y le estimulan su rica imaginación.

De París pasa a Bruselas en donde comienza a estudiar con Jojen, director del Conservatorio Nacional Belga, por un corto lapso, para retornar luego a Montevideo.

A fines de 1911, encontramos a César en Montevideo estudiando en los métodos que ha traído de Bélgica y recurriendo al consejo y a la enseñanza de Luis Sambuceti cuando encuentra problemas para resolver.

Asiste por aquella época a la casa de los esposos Rosen, en la calle Cerrito, donde se realiza una tertulia a la que concurren todos los que en Montevideo cultivan alguna disciplina artística.

Allí, en una de esas reuniones, recita María Eugenia Vaz Ferreira el poema «Resurrexit» del que es autora y César, cautivado por la belleza dramática de éste, resuelve componer e instrumentar una música adaptada a su texto.

Recibe críticas muy duras por su osadía y todos entienden que no está capacitado aún para intentar esa tarea. César insiste y contesta a sus familiares y amigos que tienen fe en su inspiración y que ésta y el trabajo sin desmayos han de hacerle vencer el obstáculo de sus pocos conocimientos en esta rama del arte musical.

El 12 de agosto de 1912 se estrena la obra en el Teatro Solís y la crítica es muy dura para con aquel joven compositor, que ha realizado, lo que según ellos es una muestra de atrevimiento e inconciencia, dado los escasos estudios.

Al criticarlo así dice Melitón González Carvallo -gran estudioso de César Cortinas y su obra- no comprendieron que en el trabajo expuesto «alentaba un gran vuelo lírico, una sincera inspiración y casi un hálito de genialidad, que aflora a lo largo de toda la obra y se eleva por encima de los yerros».

Hay numerosas anécdotas referentes al estreno y a los inconvenientes que hubo que salvar para llegar a él; una entre ellas nos muestra a César desesperado buscando un ejecutante de corno, al que finalmente, en la imposibilidad de encontrarlo en Montevideo tienen que ir a buscarlo a Las Piedras y conseguirle un instrumento, ya que el suyo estaba en pésimo estado y sonaba según César como «una gaita desafinada».

Los ensayos de la obra también dieron muchísimo que hablar. César tenía 20 años por aquel entonces y por lo tanto le costaba hacerse respetar. Los músicos durante el ensayo conversaban y no se concentraban en la actividad. Cuenta su hermana Laura que en los primeros ensayos «daba lástima verlo golpear con la batuta en el borde del atril, sin que nadie hiciera caso de él».

César después de tan tremenda desilusión, se concentra en seguir estudiando con énfasis y se propone conseguir una nueva pensión de estudio para continuar su perfeccionamiento en Europa.

Su segunda incursión por el viejo mundo, sus estudios y expectativas, así como otros avatares de su breve pero intensa vida los reservamos para la próxima nota. *

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