Uruguay y sus límites

Hace unas semanas escribimos un artículo titulado «El Uruguay y su destino». Un amable lector nos escribió una nota comentándolo y aportándonos sus propias reflexiones.

En el artículo decíamos: «En el tema de los límites se arregló en todo a favor de Brasil. Aún resta solucionar el Rincón de Masoller. Donde ellos dicen Arroyo Maneco… nosotros decimos Arroyo de la Invernada.» Nuestro comentarista nos dice que recorrió la Ruta 30 por la Bajada de Pena y veía a su izquierda (hacia el Norte) que todos los carteles estaban escritos en PORTUGUES, cuando en realidad ese es el Territorio Contestado, es decir que Uruguay reclama como propio.

Efectivamente, este bolsón del río Cuareim (unos 300 km

Al tratado se oponen entre otros Eduardo Acevedo, Ramón Masini y los blancos.

Eduardo Acevedo dice en 1853: «Para juzgar los tratados de 1851 nunca ha habido antiguos blancos y antiguos colorados. Todos han sido unánimes en el sentimiento de reprobación.» Sin embargo el tratado está allí. Hubo esporádicas reivindicaciones. Las denuncias fueron frecuentes en el gobierno de Lacalle y su canciller, Sergio Abreu, fue un permanente reivindicador del legítimo reclamo uruguayo nunca atendido por el gobierno brasilero.

Brasil tiene una clara política de Estado del control y defensa de sus fronteras desde la época del imperio. Se dirá que 300 km

Aquí radica el problema. Uruguay entra en la guerra, contra el Paraguay, de la Triple Alianza de la mano del general Flores. Este recibe en premio a su participación de los vecinos Argentina y Brasil la presidencia de la República, los grandes despojan a Paraguay y frenan su creciente desarrollo e Inglaterra queda feliz pues su política imperial queda a salvo con el Uruguay reordenado.

Los límites de un país pueden verse desde dentro, desde la consideración de la soberanía que hace su gente. Pueden verse desde la ideología que privilegia la «unión» de destinos de los países hermanos latinoamericanos que «juntos» enfrentarán al imperialismo internacional o directamente pueden verse desde los ojos de los distribuidores del mundo que discuten sobre mapas de países ajenos desde las metrópolis.

Las actuales circunstancias de litigio por el tema de las pasteras nos replantea las relaciones con nuestros vecinos Argentina y Brasil. Se advierte que la idea de soberanía no es la misma cuando se trata del territorio propio o la actividad en territorio uruguayo. Las relaciones comerciales adquieren tanta flexibilidad que terminan por desaparece.

Es hora de replantearnos un viejo y actual problema: nuestra identidad como nación. *

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