CLIMA

Los desiertos convertidos en áreas vitales para disminuir el cambio climático

Los ecosistemas más grandes del planeta están en sus zonas áridas, siempre consideradas como inútiles: ahora investigadores descubren que son decisivas para enfrentar el cambio climático.

La absorción del gas por las tierras áridas aumenta a medida que las emisiones a la atmósfera lo hacen

La absorción de dióxido de carbono (CO2) por parte de las áreas desérticas del planeta, a medida que éste aumenta, se han transformado en un elemento de peso a la hora de evitar que el cambio climático sea más acelerado a lo actual, según un equipo de científicos norteamericanos.

Los estudiosos de la Universidad de Washington, encabezados por el biólogo Dave Evans, realizaron un estudio durante diez años en el desierto estadounidense del Mojave, exponiendo distintas parcelas de terreno a los niveles de CO2 actuales y a los que está previsto existan sobre la Tierra para el año 2050. La investigación se centró en la inyección de los gases de efecto invernadero a través de tubos de plástico un metro bajo el piso y el análisis de la cantidad que había absorbido el suelo con el transcurso de los años.

Una sorpresa grata en medio de tantas decepciones

“Las tierras áridas pueden aumentar su absorción del dióxido de carbono lo suficiente en el futuro hasta representar de un 15% a un 28% de la cantidad actualmente absorbida por las superficies terrestres”, concluye el estudio publicado en la revista especializada Nature Climate Change.

La absorción del gas por las tierras áridas aumenta a medida que las emisiones a la atmósfera lo hacen y podría alcanzar a absorber hasta el 8% del total de lo emitido según las proyecciones.

“Sorprende ver la magnitud de la absorción de carbono que detectamos después de tan solo 10 años, que es un periodo no muy largo de la vida de un ecosistema”, sintetizó el biólogo Evans, quien entiende que los desiertos no serán capaces de absorber todo el CO2 emitido pero que ayudarán significativamente.

La conclusión parte de la premisa que las zonas áridas del planeta son las que reciben menos de 250 milímetros de lluvia anuales; si a ellas se suman las semiáridas –las que reciben hasta 500 milímetros anuales- casi la mitad de la superficie terrestre se encuentra en esa situación.

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