REGRESO. EL VIEJO RACING VOLVIO A PRIMERA DIVISI0N

Los cerveceros que fundaron la escuelita

La historia comenzó como prólogo de los años veinte. En el fondo de un patio primero, en un campito después del corazón del Reducto. Por la actual intersección de la calle García Morales, por donde se erige el Vilardebó, por allí se sucedieron las primeras apiladas, las corridas, los trancazos y los líos.

Primero fue Yuyito F.C., luego el nombre de otra calle del barrio, Guaycurú, hasta que hubo sentido de pertenencia y, acaso seducidos por el rimbombante sonido que tiene su nombre, sumado al esplendor que transmitía desde allende al Plata, Racing quedó estampado para siempre. Tanto que ya está orillando los primeros 90 años de vida.

Racing Club de Montevideo.

El 6 de Abril de 1919, quedó registrado su nacimiento de manera oficial.

La cercanía de la añeja estación de San Martín y Guadalupe, aún existente en su estructura edilicia, tuvo que ver con los colores de la blusa vestida por aquellos gurises y que hasta hoy perduran.

En se lugar se guardaba el tranvía de caballitos, último que llegó a transitar por la ciudad, cuya compañía tenía los colores verde y blanco, adoptados desde su fundación.

El peregrinaje marcó una etapa trascendente cuando el cuadro se instaló en el predio de Burgues y Bulevar Artigas, donde hoy funciona una dependencia del Banco de Seguros.

Allí estuvo la vieja cancha, situada frente al Colegio Poveda, el Parque Munich, luego denominado Oriental y la célebre Cervecería.

 

De ahí al mote hubo poco trecho.

Racing pasó a ser el equipo de los «cerveceros», a despecho que, con el paso del tiempo y a favor del romanticismo que acompañó a sus travesuras futboleras, el «cervecero» paso a ser «la escuelita», por las clases de fútbol bien jugado que despegaba en las canchas, más allá del resultado obtenido ante el rival de turno.

La Escuelita o La Academia, asociado todo al hermano mayor de Avellaneda.

En el «42» se registra la última mudanza y se afinca, definitivamente en Sayago, con su propia sede y el Parque Osvaldo Roberto.

El nombre de su escenario, no es otra cosa que el homenaje a uno de sus paladines, desaparecido de manera prematura, el que junto a sus hermanos ante, Germán y Armando, sostuvieron el proceso evolutivo de quienes afiliados que fueron a la Asociación Uruguaya de Fútbol, ya estuvieron en primera división en 1924, el año de la primera conquista olímpica.

Venían de lograr el título de Campeón Uruguayo en el plano Amateur y a pesar de los vaivenes que marcaron su pasaje por varias divisionales, siempre tuvo el lustre de un modo tan particular como vulnerable de plantear su juego en cualquier cancha.

Sin embargo sus cracks estuvieron vinculados a las hazañas del fútbol uruguayo. Como Santos Iriarte Campeón del Mundo en 1930.

El Canario había logrado el título de Campeón Uruguayo en la Divisional Intermedia, sin embargo sus excepcionales atributos, determinaron su convocatoria. Fue titular en la punta izquierda y marcó el tercer gol celeste, que dio vuelta el trámite ante Argentina y que tras el tanto del Manco Castro, finalizó el encuentro con un concluyente 4 a 2.

Machiavello, el arquero innovador para la época, integrante del plantel que logró la hazaña de Santa Beatriz, en 1935.

La década del 40, deposita en Millán y la Vía, a una figura rutilante, peinando a la gomina y catedrático en el vistoso juego desplegado en Boca Juniors y luego Peñarol. Argentino y buen modo, Guido Bazterrica, junto a Tenorio, Sebastián Guzmán, Alvarez y Cambiaggi, marcó una etapa brillante del fútbol uruguayo.

Jugar por el placer de hacerlo y divertirse, trae dolores de cabeza.

Por eso hubo de transitar tantas veces en la divisional de Ascenso.

Allí logró el título en varias oportunidades para retornar a la «A» y lanzar figuras que luego transcendieron al más alto nivel.

Que decir de una formidable alineación de Vignola, Huelmo y Custodio, Verdes, Ruilopez y Julio Benítez; Pírez, Mariolo Bergara, Olaza, Eladio Benítez y Dibot.

EL cuadro del 74 que volvió a Primera con la conducción de Adalberto Rodríguez, donde alternaba su hermano Chinato, Abalde Echartea, Julio Acuña, Miguel Gómez, Ney Morales, El Gordo Ravel, Ortiz, Chavez, Serrés.

En medio de ello los Cascarilla Morales, Mazurkiewiecz, Hamlet Tabárez, los hermanos Corbo, Sandoval, «El Buche» Chabay, el Flaco Alfredo Lamas, Ricardo Soría, los porteños Julio César Fernández y Eugenio Callá, que le birlaron el Uruguayo de 1963 a Peñarol.

Así se escribe la historia del Racing Club de Montevideo, disfrutando su existencia casi lúdica, en un profesionalismo de dientes apretados, ceño fruncido y exigencias que solo admiten la victoria. Ganar de cualquier forma y manera.

Por eso los vaivenes, como el sufrido duramente hace más de un lustro, cuando la crisis del 2002 y una mala administración, fundió al club y lo mandó a la «B».

Pero vistió sus mejores galas y de la mano de Los Rodríguez, uno al timón de la institución y otro haciendo goles de todos los colores en la cancha, en la mitad de la temporada, ha vuelto a Primera División.

Con Lolo Favaro primero y José Puente luego, tras colgar los zapatos, presentando en sociedad a los Anlellini, Hernández, Aguilar, Ostoloza, Dudok, Quiñones, junto a la «carpeta» del Loco Contreras, Darío Larrosa o Rodrigo Bengua.

Nos gustaría ver al flamante campeón, con aquella blusa blanca de vivos cuello y bolsillo verde, pantalones negros y medias grises, porque sería un homenaje a su identidad, la marca en el orillo de un cuadro que siempre dio vistosas demostraciones y desplegó un fútbol atildado e incomparable, a través de la actuación de sus cracks.

Y ahora que caigo, permítaseme hablar en primera persona, para señalar que virtualmente culminaros sus gloriosas carreras con la albiverde, nada más y nada menos que Juan Eduardo Hohberg y José Francisco Sasía.

El Cordobés o el Verdugo. El Narigón o el Pepe. Y no fue casualidad, quiero creer que rindieron pleitesía, a una improstituible manera de entender el juego, jamás traicionada por Sayago y el Reducto. Hoy vuelve Racing ¡Felicitaciones!

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