Grandes músicos en un atractivo festival

Los dos más veteranos, Phil Woods (68) y Benny Golson (70), sienten el paso de los años y ya no tocan con la brillantez de hace tres o cuatro décadas. Golson hizo oír demasiado la columna de aire de su saxo tenor y su pastosa sonoridad quedó apagada ante la fuerte presencia de la batería de Terri Lyne Carrington, el contrabajo de John Patitucci y los deslumbrantes solos de la pianista Renee Rosnes. La mejor interpretación del cuarteto fue el emocionante «I Remember Clifford», con el que se homenajeó al legendario trompetista negro Clifford Brown.

Phil Woods dirige su quinteto dentro de la más pura modalidad «bop». La clásica formación trompeta-saxo-piano-contrabajo-batería se movió con las armonías, los ritmos y el cálido swing que su director impone desde hace 40 años, reforzada con los patriarcales oficios de los interminables Steve Cilmore (contrabajo) y Bill Goodwin (batería). El piano de Bill Mays sonó parejamente cuadrado y la chisporroteante trompeta de Brian Lynch trajo el sano recuerdo del Freddie Hubbard de los buenos tiempos. Woods sigue siendo el mejor saxo alto en su estilo, pero está ahora en la época de elegir las mejores notas, acentuarlas con inteligencia, frasear con calma y meditación. Nada de apuros ni excesos de técnica. La actuación del cuarteto de Michael Brecker Satisfizo a los amantes del swing impelente, enérgico, arrollador. Pareció ser el cuarteto de John Coltrane de los discos «Impulse», con los formidables Jeff Tain Watts en la onda de Elvin Jones, James Genus como Jimmy Garrison y Joey Calderazzo tocando al estilo McCoy Tyner (excepto cuando quiso hacer una parodia «free» de Cecil Taylor y se lastimó un dedo de la mano derecha).

Pero Brecker no es Coltrane. Del genial saxo tenor negro tomó lo más superficial: un estilo minimalista plagado de notas repetitivas, y escalas vomitadas furiosamente y rematadas con chillidos. Por fortuna, demostró su valía en «Round Midnight» de Thelonious Monk en el que dejó sus efectistas demostraciones y redondeó un hermoso solo utilizando la profunda sonoridad de un Sonny Rollins.

El trío Billy Childs (piano), Buster Williams (contrabajo) y Carl Allen (batería) apostó a la creación de atmósferas, todo muy cuidadito y ensayado. Los tres son maestros en sus respectivos instrumentos, pero los arreglos parecieron intelectualizar con exceso los desarrollos solistas. De éstos, sobresalió claramente el mejor solo de contrabajo que pudo escucharse en los cinco años que lleva este festival: Buster Williams fue todo musicalidad, técnica, sonido, sentido rítmico, contrastes, pulso y buen gusto. Una lección de cómo contar una historia a través de la improvisación jazzística.

Eddie Monteiro tiene un acordeón eléctrico que es un sintetizador, con el cual desfilan todos los sonidos imaginables en un teclado. Fueron muy divertidas sus actuaciones con Paquito D’Rivera, imitando piano y bajo mientras el cubano volaba con la facilidad de sus luminosas improvisaciones. Cuando se les agregó la vocalista Leny Andrade, lo «brasileiro» sentó bases en el escenario en detrimento del jazz. Menos mal que duró poco. El cuarteto del Tambo (Fattoruso, Urcola, Eskenazi y Righi) empezó bien el jueves 6 con un tema swingueante de Jimmy Heath, pero después se embarcó en «Naranjo en flor», «Luna tucumana» y «El día que me quieras», con lo cual pareció querer complacer al gran público turista. El final del festival fue a todo vapor, con nueve músicos (incluyendo a Daniel Lencina y al saxo alto Oscar Feldman) y un intenso, hipnótico y arrebatador «Blues March». (Por razones personales me fue imposible asistir a las funciones de los días miércoles 5 y viernes 7. Sorry).

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