Paneo de exposiciones

De la rutina a la transgresión

A pesar de su declarada muerte en diferentes períodos de la historia reciente, la pintura continúa. Es cierto: ya no es lo que era. Es que el tiempo de pintar es otro. Antes, no había cine, televisión, computadoras, conciertos masivos populares y frecuentes. La vida era difícil (y aún lo es para muchos) y el aprendizaje artístico era largo y exigente. El aspirante a creador y el creador mismo tenían todo el tiempo a su disposición, sin grandes distracciones de su oficio. La práctica de la pintura mantiene infinitos oficiantes. Pocos, muy pocos, han sabido renovar ese lenguaje, cuestionándolo, para conducirlo a nuevas perspectivas que capturen el transcurrir de una existencia en acto.

Jorge Carbajal, coloniense de 1965, con más de medio centenar en muestras colectivas y numerosas individuales, tuvo un momento feliz en 2009, cuando se incorporó al proyecto mundial Terra Australis y en el Instituto Goethe presentó Hoyo 18, breve y eficaz en su irónica formulación. Ahora en Sumamente positivo (Espacio Cultural Contemporáneo, Plaza Independencia) despliega pinturas, dibujos, objetos volumétricos (en papel, cuero, logo, tela) dominados por la forma de cruz, con erráticos amagues de auscultar la sociedad actual sin contar con el instrumental técnico adecuado.

Es encomiable la labor de Marita Yuguero desde la Sala Carlos F. Sáez en dar una primera oportunidad a los artistas del interior y de la capital. No siempre esa generosa actitud es bien correspondida. Luis «Pori» Ferrer, en Infames artigueños, supo estar a la altura del compromiso asumido: una reflexión (escasa en sus colegas) en ocasión del Bicentenario de hechos históricos aludidos sesgadamente a través de una caligrafía nerviosa y manchas violentas, con rastros de informalismo pavlotzkiano, en composiciones recreadas con sutileza,la anécdota apenas entrevista, tan fugaz e interpretable como la memoria histórica. Vale la pena detenerse en cada una de las obras y observar la destreza creadora.

Menos feliz es Fabián Perciante. Montevideano de 1972, su eclecticismo más o menos figurativo, más o menos abstracto, paleta de colores estridentes o terrosos, de materia encorpada, entre el neoexpresionismo y la geometría, demuestran una febril ansiedad expresiva hesitante en la idea y en la realización. También en la Sala Carlos F. Sáez.

Todo el tiempo del mundo es el título que Manuel Rodríguez (San José de Mayo, 1980) impuso a sus nuevas telas. Debutó en la temporada anterior en el CCE con pinturas a partir de fotografías, y ahora el mismo procedimiento toma distancia del retratado (Restó Galería SOA) con cinco cuadros realizados entre 2008 y 2011, de 110 x 150 cm. El escorzo y las pequeñas variaciones del retrato deslizan un tiempo transcurrido, permaneciendo. Hay sin embargo,ausencia de sensualidad en la sequedad de la pincelada, por momentos extendida con monotonía, como si el placer de pintar no se transmitiera al receptor, pudoroso en manifestar la afectividad, demasiado contenida.

El erotismo que osa decir su nombre recorre la instalación que se concentra en Cuida tus deseos, instalación de Gonzalo Delgado en una casona en inminente estado de demolición. Director de arte responsable de varias películas uruguayas (Whisky, La Perrera, El Custodio, Miss Tacuarembó, 3) y guionista de alguna de ellas, Gonzalo Delgado efectúa la primera exposición que se abre, a la entrada del garaje, a modo de viaje iniciático con paredes tapizadas de pequeños dibujos, en su mayoría desnudos masculinos homoeróticos, sin mayor convicción formal. El recorrido de varios pisos, por estrechas escaleras, desmiente esa primera impresión y se carga de un voltaje expresivo que pone en evidencia el talento para ensamblar los distintos ambientes, descubrir la capacidad para resolver desnudos de gran tamaño, con un trazo limpio y sintético, crear atmósferas poéticas en un cuarto y dormitorio de artista (sin la violencia de Tracy Emin) o ironizar sobre una fuente de deseos a partir de una bañera, y abrirse a la diáfana luz exterior en el jardín, con figuras dibujadas sobre papel y recortadas. Hay una cierta sordidez en el ambiente, propio de la casa deteriorada, sin la celebración sexual de un Aubrey Beardsley, los exquisitos acoplamientos del Ukiyo-e, o la franqueza expositiva de Rodin, Klimt o Picasso, entre otros muchos creadores que encararon el erotismo con total libertad operativa.

En Caminos. Reencuentros al Sur (Atrio del Palacio de la Intendencia), con un insólito buen montaje, infrecuente en ese lugar, se descubre a un ceramista mayor, discípulo de Duncan Quintela, Juan Pache (montevideano de 1942), con participación en las ferias de Nancy Bacelo en varias oportunidades, entre 1969 y 1974, que ahora vuelve, luego de recibir un premio en la Bienal de la Tetera en Shanghai el año pasado. Jarrones y platos de exquisitas formas y refinado diseño son elocuentes de una inventiva cerámica que no abunda en el país. El encuentro es con un colega de los años mozos, Coco Cano (uruguayo exiliado en Italia hace más de tres décadas), con pinturas decorativas y baldosas cerámicas más aceptables.

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