La ópera se toca nuevamente hoy y el miércoles

Rita Contino es Aída

Jaime Secco

 

No vale la pena detallar el conflicto previo con la orquesta ni las idas y venidas de última hora que impidieron confeccionar programas. El locutor de CX 6 tenía los datos anotados en un papelito.

Sí, vale recordar que el objetivo era una preinauguración del complejo, por lo que el hecho de que la sala no estuviera terminada fue parte del espectáculo.

Los dos factores anteriores generaron en la sala un ambiente de perdonar detalles que en una representación formal no hubieran sido toleradas, como la acústica o un motor que zumbó los primeros 10 minutos del cuarto acto.

El complejo será realmente grandioso… cuando se inaugure, para lo que faltan dos años, según el presidente del instituto, o US$ 30 millones (a dos por año) según la misma fuente. Por ahora vale la pena no romper los escalones provisorios de la platea. La sala no da impresión de ser excesivamente grande, pero la cantidad de metros de recepción, abruman.

Para esta función, no se presentó el temido problema de rebotes de sonido. Al revés, la voz de los cantantes tendía a perderse en el espacio escénico. Si frente a ellos y en la sala hubiera sonado una gran orquesta, probablemente los hubiera ahogado.

Una orquesta mozartiana hubiera estado bien. La idea fue sustituir a la Ossodre –que últimamente no suena muy bien– con el conjunto de cámara más la banda de la Fuerza Aérea, pero ésta fue rechazada de primera y aquél no convocado.

La transcripción para dos pianos, cuya autoría no pudimos averiguar, seguramente no hace justicia a las masas sonoras requeridas por Verdi, pero los intérpretes (Eduardo Alfonso y Carmen Mariño) tocaron de forma impecable –casi a primera lectura– y lograron algunos momentos de particular emotividad. Para la marcha del segundo acto se contó con un trompetista solo: Jorge Techera.

Entre los cantantes, quizá afectados por todo el entorno, hubo un desempeño decoroso, con puntos destacados para Ariel Cazes (Rey de Egipto) y Juan C. Gebelin (Amonasro). Pero fue Rita Contino (Aída), que todo lo hace bien, la que salvó musicalmente la noche con una riqueza de recursos y matices expresivos luminosos.

Pero lo que el público del jueves pareció aplaudir más fue el vistoso toque de Stefano Poda.

Una vez más, el joven italiano mostró mano para cuadros vistosos y de potencia visual.

En Europa hace algunos decenios que la ópera se remozó, no por el repertorio sino por el uso de recursos de las vanguardias teatrales: una suerte de versión chic de Kantor. A estas puestas suele criticárseles falta de adecuación a la obra, pero no de sentido del espectáculo.

Aquí, los cambios de vestuario o las permanentes desnudeces de las masas de bailarines, los cuerpos amontonados, las manos en la punta de las astas, alguna antorcha, una tarima, la arena en el piso, logran imágenes interesantes.

Elocuentes en algunos momentos, como el saludo fascista cuando el coro pide «guerra» en el primer acto. En otros, meramente decorativos cuando no atentaban contra el clima.

La obsesión por la simetría y el estatismo muestran a Poda como creador de «cuadros». Un desperdicio poner en sus manos un cuerpo de danza, ya que los bailarines fueron usados como figurantes.

 

Homenaje a Verdi; Un piano para Aída, con dirección musical de Piero Gamba. Dirección escénica de Stefano Poda.

Carmen Mariño y Eduardo Alfonso al piano, Jorge Techera en trompeta. Coro y cuerpo de baile del Sodre. Aída: Rita Contino. Amnerys: Silvya Gorbacho. Radamés: Carlos Moreno. Ramfis: Roberto Nalerio. Rey de Egipto: Ariel Cazes. Amonasro: Juan C. Gebelin. Complejo del Sodre en construcción (Andes y Mercedes). Funciones hoy a las 16 y el próximo miércoles a las 20 a precios populares.

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