Jorge Jellinek: de la crítica de cine a la pantalla grande

La vida útil: un entrañable homenaje al amor por el arte cinematográfico

Lo peculiar del caso es que para lograr dicho entramado, el cineasta Fernando Veiroj («Acné») se sumerge en un contexto absolutamente reconocible como la Cinemateca Uruguaya (a pesar que un intertítulo subraya que el largometraje en cuestión no reproduce la mencionada gestión institucional) y utiliza a auténticos «personajes» como el propio Manuel Martínez Carril haciendo prácticamente de sí mismo a la vez que proyecta al reconocido crítico y ex vicepresidente de la Asociación de Críticos Cinematográficos del Uruguay, Jorge Jellinek, como protagonista absoluto de una historia que roza ficción con registro documental de un estilo de vida.

El resultado, sobre todo para aquellos que nos iniciamos cinematográficamente en ese mundo de trasnoches especiales y ciclos que pasaban revista a toda la obra de un cineasta, supone una mezcla de sensaciones encontradas que puede rememorar lo que muchos experimentamos con «Cinema Paradiso». Pero más allá de ese respetuoso tono melancólico que Veiroj trata con inconfundible amor, también aparece la guiñada cómplice y la sonrisa inevitable donde reconocemos y nos reconocemos en actitudes, instancias varias y hechos que hacen a la cotidianeidad de un cine club. Para los que nunca participaron de este tipo de microuniverso puede resultar un vistazo aleccionador y reconfortante, una mirada que retrata todo el esfuerzo que hay detrás de una propuesta realizada «por amor al arte» como reza el dicho popular. Igualmente, el filme no se queda en esa pormenorizada radiografía interna sino que marca una historia sobre quiebre económico donde el cierre definitivo de la sala repercute en la existencia del proyeccionista ­ acomodador ­ crítico ­ asesor contable y reparador de butacas (entre otras actividades que han tenido todos integrantes de una organización de esta naturaleza) que, de la noche a la mañana, se enfrenta al desempleo en una suerte de intemperie vivencial difícil de asimilar.

Filmada en riguroso blanco y negro, «La vida útil» respira, a pesar de un tema que algunos podrían considerar elitista, una autenticidad esencialmente uruguaya de principio a fin. Es también un largometraje de tono minimalista que logra trazos de poesía urbana en una ciudad a re-descubrir, como parece hacer el personaje protagónico mientras observa su propia realidad en el contexto que le rodea.

Por último, cabe consignar un renglón aparte para el desempeño amateur de Jorge Jellinek, quizás el representante autóctono más genuino de intelectual enteramente dedicado al cine en cuerpo y alma, una trayectoria reconocida internacionalmente que ahora agrega esta nueva faceta de intérprete en la pantalla grande. El propio director confesó, en conferencia de prensa, que el citado periodista resultó fundamental como centro impulsor de esta amorosa fábula del cine dentro del cine. Sin llegar a proclamar que esto supone un acto de justicia, es verdaderamente saludable que el cine también registre ese amor incondicional que muchos han profesado (y profesan) por la manifestación del arte en todas sus disciplinas. En un país donde toda actividad cultural parece hacerse a pulmón, esta «vida útil» representa la necesaria labor de muchos trabajadores anónimos que pelean palmo a palmo por ese inexcusable alimento del espíritu. Hay que verla y disfrutarla.

La vida útil. (Uruguay; 2009). Dirección: Fernando Veiroj. Producción: Laura Gutman y Juan José López. Producción ejecutiva: Fernando Veiroj; Guión: Inés Bortagaray, Gonzalo Delgado, Arauco Hernández y Fernando Veiroj. Fotografía: Arauco Hernández; Música: Leo Maslíah /Macunaíma; Arte: Emilia Carlevaro; Sonido: Daniel Yalafián y Raúl Locatelli. Con Jorge Jellinek, Manuel Martínez Carril y Paola Venditto.

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