Obra. "Un poco de suerte", puesta en escena en el teatro del Anglo

Omar Varela: nuestro mejor comediógrafo

Muy «gentleman», aún en las pocas veces que casi los sacamos de sus casillas; pero se puede adivinar la mano de hierro en el guante de seda.

Es un hábil gerente y administrador y sus comedias son las mejores de plaza. Salvo un reciente contratiempo de su «loca víscera» (el corazón, según Sarandy Cabrera) que nos hizo llorar prematuramente su muerte y una enfermedad neurológica crónica que lleva con gracia, como si aquello fuera un panadizo o una tortícolis, todo parece sonreírle. Vemos sus obras y siempre sonreímos. A veces nos reímos. Como dramaturgo, también, es siempre descontraído y amable; nunca, esto lo ha declarado en una entrevista, es original y no quiere serlo. Escribe a medio correr, como floreándose. Quiere estar junto a su público. Escribe desde el público, como un abogado intenta ponerse en la piel de los jueces; escribe con un espectador imaginario a un lado, otro en frente corrigiéndolo, otro entrevisto en sueños. No se inquieta por la opinión de quienes llama, seguramente con alguna razón, «intelectuales pajeros».

Este es el Omar Varela que escribió «Un poco de suerte». No se afligió demasiado por el argumento, que le cayó del cielo en ocasión de una muerte de familia. Es como «Nosotras que nos queremos tanto» de Miguel Falabella, como «Hay que deshacer la casa» de Sebastián Junyent, como «Mujeres en el armario» de Eduardo Sarlós, como «Esperando la carroza» de Jacobo Langsner y hasta como «Agosto» de Tracy Letts: deudos dispersos reunidos ahora alrededor de un cadáver o de un féretro. La obra discurre según los lugares comunes del género: quienes no son originales son comunes. Una de las hermanas fastidia evocando los dichos de su marido, la otra con sus quejas a propósito de la muerta; para terminar, Varela introduce un giro imprevisto, que hace pensar en las sorpresas del género policial. Y termina la obra, suelta, laxa, transparente.

Hay otro Omar Varela, del que nos gustaría ver alguna obra. No ha escrito mucho hasta ahora. Un Omar hipercrítico, sentimental, vulnerable, un tanto acerbo, que es el que uno más quiere. No porque no sea encantador el primero; porque el segundo es más humano. Pero no la veremos nunca a esa obra hipotética: Omar se lo ha prohibido a sí mismo.

Ana Rosa y Laura Sánchez hacen las mejores interpretaciones, en el mejor nivel que es dable encontrar en esta Montevideo y Gustavo Casco actúa bien como el único hermano varón. Impecables la escenografía y el vestuario de Nelson Mancebo, ¿debemos agregar que «Un poco de suerte» está a años luz, abismos siderales, selvas amazónicas por encima de algunas obras premiadas con los «Florencios», todas las obras favorecidas con los «fondos concursables» y demás chatarra oficial? Todos lo sabemos; pero todos deberíamos reconocerlo, y no sólo alguna que otra vez.

UN POCO DE SUERTE, de Omar Varela, por la Compañía Teatral Italia Fausta, con Ana Rosa, Laura Sánchez y Gustavo Casco. Vestuario y escenografía de Nelson Mancebo, iluminación de Carlos Torres, dirección de Omar Varela. En Teatro del Anglo, sala 2.

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