Perdidos presenta su disco

El mensaje de los encuentros

Cuando algún previsible prosista y colega habla de una «generación perdida» afiliada al rock vernáculo, como si se tratara de aquella que encabezó en la literatura Ernest Hemingway, es seguramente porque se perdió en sus propias reflexiones. La no comprensión de los fenómenos culturales o paraculturales, underground o no tanto, lleva a tales confusiones de perspectiva y meditación analítica.

En Uruguay, amigo colega, desde hace décadas formamos parte de una cadena intergeneracional que no sabe muy bien a qué pertenece y, más todavía, cuando de cultura rock se trata: al disco Perdidos bien le cabría aquello de «generación ausente y solitaria» porque si bien han cambiado algunos hábitos sociales y por tanto de comportamiento, las señales siguen siendo esencialmente las mismas.

Tampoco, colega que nunca aprendiste bien la lección de la reflexión honda, los grupos que integran el compacto Perdidos pertenecen a una tercera generación del llamado «rock nacional». Si pensamos en la generación de Totem, Psiglo y etcétera, si pensamos en la generación de Gary Rótulo, José Pedro Beledo y Siddharta, el primer Luz Roja y el Gato Eduardo (en el transcurso de la dictadura), si pensamos en la generación de Los Estómagos y Los Traidores y todo el resto de aquellas bandas tan entrañables de la década del ochenta, que produjeron una nueva camada y a la vez otra irrupción; y en estas agrupaciones de fines de siglo y principios de milenio, estaríamos clara e irrefutablemente ante una sexta séptima generación de autores vinculados al quehacer roquero. Precisar, colega.

Lo cierto es que, más allá de estas consideraciones, hay que destacar el esfuerzo propagado por las bandas que gestaron este Perdidos, un sitio nocturno montevideano que generó una movida más que interesante y por momentos de alta combustión: en el disco desfilan Loop Lascano, Kato (tal vez lo más importante del disco por su solvencia y su efectividad interpretativa y creativa, trabajando entre el funk, el punk y el rap, en una bienvenida línea pos Peyote Asesino), Camote, Cuarto Poder, Pólvora en Chimangos, Gnomos, Samurai Porno, Sórdromo (el grupo de mayor crecimiento sonoro de las últimas épocas) y Elefante.

Hay una sensación definitiva de que las bandas no delinean un mensaje porque el rebelde sin meta y el posible no future están en la propia acción escénica o en la propia gestión compositiva, y por lo tanto no lo declaman tan al modo década del ochenta, aunque con excepciones: su propia diversidad estética, sus modos estilísticos y el manejo letrístico son el mensaje. No hay eslóganes. No hay metáforas voladas. No hay crudeza por la crudeza y, si la hay, bancátela con toda su furia.

Lisa y llanamente podrían ser la generación del hastío, si hay que encasillarlos en algún sitio: hastío como medida creativa, como escenario disidente a las manifestaciones ruidosas y burbujeantes de esta época. También sería la generación de los emigrantes (ya muchos uruguayos se borraron de este mapita y por supuesto esto incluye a algunos de estos grupos que se desmembraron porque sus músicos decidieron irse de este fuckin país o quiosco llamado Uruguay que no otorga oportunidades a los más jóvenes), de la búsqueda de escapar al gris y al desencanto. No hacerle frente orgánicamente. Sencillamente, zafar. Lea amigo colega los textos y se dará cuenta, aunque no se dio cuenta demasiado de las cosas que pasan a su alrededor en términos culturales.

Perdidos es un disco de encuentro, de explosiones necesarias y bellamente poéticas en su simplicidad: desde el hip-hop al tecno, a las líneas sonoras más sofisticadas en su intencionalidad o a la explicitez tradicional roquera con una energía que emana y te cautiva, te abraza y no te impone frases célebres como aquella generación perdida que se perdió en París. Merece escucharse, como merece escucharse a Kato esta noche en Perdidos, el pub.

Perdidos. Loop Lascano, Kato, Camote, Cuarto Poder, Gnomos, Samurai Porno, Pólvora en chimangos, Sordromo y Elefante. Koala – Bizarro. 2000.

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