Obra. Mi brillante divorcio, en el teatro del Centro

Ni soy feliz ni tengo marido

Le queda por compañía o amistad una doméstica brasileña que le trae chismes de «la otra», a través de otra doméstica simétrica, un peluquero gay y un perro. En el curso de la monótona pieza, ella interpretará a todos los demás personajes, sin más auxilio que algunas prendas de vestir masculinas.

Verá a un abogado con parálisis facial, el doctor Iturralde, cuya momento más intenso es contar ávidamente los billetes de banco con que ella abona sus honorarios; luego de varios sucesos, que incluye pesadas llamadas de teléfono a su ex, ella intentará «turismo aventura», en Minas, bajo la dirección de un improbable gaucho: en un galpón sucio reencontrará al psiquiatra, el doctor Birembaum, con quien recuperará, sin pasión, alegrías perdidas.

La pieza es pobre de inventiva y de texto; la adaptación de Andrés Tulipano incurre en repetido el error de castellanizar los nombres, como si nos incomodara que los agonistas y sus relaciones respondan a apellidos como Jones o Brown. Se mencionan además, por sus nombres, a diversos comercios locales, tiendas y supermercados; seguramente por ese amor al arte puro de la gente de teatro. La dirección de Denevi es laxa, y deja todo en manos de la intérprete; en este punto, es claro que Novarese no está a la altura de las exigencias de la obra. Si su interpretación de la mujer abandonada es aceptable, aunque apenas, la galería de personajes laterales es inconvincente.

Hace algunos años Novarese se esmeró, una y otra vez, en poner en ridículo a una locutora de televisión; hoy sus vanos esfuerzos por hacer varios papeles configuran un ridículo no menor.

MI BRILLANTE DIVORCIO, de Geraldine Aron, adaptación de Andrés Tulipano, con Silvia Novarese.

Escenografía y vestuario de Nelson Mancebo, música de Fernando Ulivi, luces de Alejandro Piastra, dirección de Jorge Denevi. Estreno del 4 de julio, teatro del Centro.

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