Esperado. Llega el último filme de la directora de "En la puta vida"

Una alegoría del ocaso de un país según Beatriz Flores Silva

Es un filme desmesurado; una alegoría absolutamente traducible para cualquier uruguayo que tenga noticias sobre nuestro pasado reciente.

Se trata del último largometraje de Beatriz Flores Silva, la directora uruguaya que mantiene el récord de haber llevado el mayor número de espectadores locales a una sala cinematográfica con el título «En la puta vida», su anterior producción.

Ahora, su nuevo proyecto repasa el tramo final de la década del sesenta, hasta la desembocadura golpista, a bordo de una familia emblemática y representativa de un tristísimo fragmento de nuestra historia.

El punto de partida ubica a Masángeles Saavedra, hija natural de un renombrado político que debe pasar a vivir con su legítima familia y altera la supuesta tranquilidad señorial de un aristocrático microuniverso.

Sin embargo, el personaje no sólo asume su rol protagónico sino que también funciona como testigo de ese mundo decadente que se cae a pedazos como la propia casona que cobija a sus habitantes. La parábola es elocuente, directa e incluso melancólica. Un retrato vívido de aquel país de las vacas gordas que, irremediablemente, se vino a menos entre presiones reaccionarias y sueños de revolución tupamara. (La analogía no se presta a confusiones y llega a ser redundante en sus tramos finales, en medio de un desborde que intenta plasmar el caos del golpe militar).

Pero descontando subrayados obvios, Flores Silva logra rescatar diálogos de chispeante ferocidad, un humor que por momentos logra picos delirantes y la estupenda actuación de buena parte de su elenco, encabezado ­sobre todo­ por Héctor Guido y Miriam Gleijer.

Si se intentara redondear un término que calificara a «Polvo nuestro que estás en los cielos», quizás la palabra más adecuada sería «exceso». Puede ser una actitud natural del avasallante temperamento de la cineasta que, contra viento y marea, llevó adelante una realización tan ardua como compleja. Probablemente pueda hablarse de un resultado desparejo, cierta irregularidad que delata ese tono tempestuoso y sanguíneo de una creadora que puso alma y corazón en la empresa.

De esta manera, la película fluye como un torrente sanguíneo acelerado que no logra disimular posibles influencias conscientes o inconscientes (¿Kusturica?¿Fellini?) pero que, igualmente, tiene el sello personal de una artista que cree y siente lo que dice.

No cabe duda que el desafío no era fácil; se trataba de resumir tiempos de guitarras negras y utopías. Quizás se quiso abarcar demasiado ­porque ningún pretérito nacional cabe en una proyección­ y algunos contenidos quedaron como cabos sueltos o enredados sin una definición precisa.

Del grotesco a la realidad descarnada, la realización alterna caricatura y crítica social como una locura carnavalera. Es así, ni más ni menos, uno de esos productos que tanto logran escandalizar como pueden llegar a amarse apasionadamente. La palabra la tiene el público.

Polvo nuestro que estás en los cielos (Uruguay, 2008) Guión y dirección: Beatriz Flores Silva. Fotografía:Francisco Gozón. Edición: Marie-Heléne Dozo. Diseño de arte: Inés Olmedo. Sonido: Dirk Bombey. Director de producción: Joaquín Carvalho. Música: Carlos Da Silveira. Con Héctor Guido, Antonella Aquistapace, Margarita Musto, Elisa García Lester, Ileana López, Augusto Mazzarelli, Miriam Gleijer y Lucio Hernández.

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