LIBROS

La CIA en Uruguay

En «La CIA en Uruguay», el escritor Raúl Vallarino construye una documentada investigación en torno a las operaciones desarrolladas por los servicios de espionaje norteamericanos en Uruguay.

El libro, que recrea fragmentos cruciales de nuestra historia reciente, se adentra en las actividades secretas desplegadas por servicios extranjeros en nuestro país, en las cuales también se dirimió la denominada guerra fría.

Los acontecimientos aquí narrados, que incorporan abundante documentación para una mejor comprensión del lector, corroboran, en forma absolutamente explícita e inequívoca, la inmoral injerencia de los Estados Unidos en los asuntos internos uruguayos.

Este minucioso libro de Vallarino se detiene particularmente en los aspectos más controvertidos de la batalla geopolítica desarrollada por las potencias hegemónicas en la región, durante las décadas del cincuenta, sesenta y setenta de siglo pasado.

En cierta medida, el aspecto medular del trabajo es la colaboración de dirigentes políticos y funcionarios uruguayos con los servicios secretos norteamericanos.

Uno de esos colaboradores fue Benito Nardone, apodado «Chicotazo», un rústico dirigente ruralista que emergió con fuerza en la escena pública en los años cincuenta, con un discurso ultranacionalista y presuntamente defensor de los intereses de los pequeños productores y trabajadores del campo.

Asumiendo la necesidad de elaborar una ajustada crónica de lo sucedido, el autor construye una breve historia de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que nació en el primer tramo de la posguerra, como respuesta a la necesidad de desarrollar actividades encubiertas de espionaje en diversas regiones del planeta y contrarrestar la influencia de la Unión Soviética.

El documentado relato da cuenta de las características operativas de la organización, transformada, a la sazón, en una suerte de poder paralelo que operó virtualmente en todo el mundo.

Su situación geográfica estratégica ­por estar enclavado entre dos gigantes regionales- transformó a nuestro Uruguay en un punto de referencia obligado para la CIA, que se instaló en nuestro territorio ya en las postrimerías de la década del cuarenta.

El libro corrobora que la presencia de los servicios norteamericanos era ya bastante importante en nuestro país a mediados de la década del cincuenta, cuando sobrevino el derrocamiento del presidente progresista guatemalteco, Jacobo Arbenz, en el cual naturalmente participó Estados Unidos.

Los primeros despachos enviados a Washington por los agentes encubiertos que actuaban bajo paraguas diplomático, dan cuenta de las reacciones de condena al golpe por los grupos de izquierda.

Obviamente, Vallarino no soslaya las actividades que por entonces cumplían los servicios del KGB soviético, particularmente de la española María de las Heras Jiménez.

En este segmento de la obra, el investigador se apoya en parte de las revelaciones realizadas en su libro «Patria», que documenta el accionar de la famosa espía en nuestro país, quien estuvo casada con el escritor Felisberto Hernández, lo que le permitió mimetizarse con la alta sociedad y la clase política uruguaya.

Aunque las referencias en torno a la pequeña guerra fría que se dirimía en nuestro suelo son naturalmente explícitas, el escritor concentra particularmente su trabajo sobre la figura de Nardone.

Para marcar la crucialidad de este personaje en el desarrollo de los acontecimientos, Vallarino construye una breve pero ciertamente muy ilustrativa biografía, que recrea su meteórica carrera política.

En tal sentido, el narrador evoca la actividad periodística de Nardone, tanto en los medios escritos como en radio Rural, desde donde se transformó en un auténtico referente para los pequeños productores.

De origen colorado pero igualmente acérrimo opositor al batllismo hegemónico y estatista, el incipiente dirigente comenzó a captar voluntades, mediante la reivindicación de los derechos de los trabajadores del campo.

La reproducción de parte de sus artículos periodísticos y mensajes radiales, dan cuenta de una prédica populista de derecha, que planteó la dicotomía entre la ciudad y el campo y entre los «galerudos» (grandes estancieros) y los «botudos» (trabajadores y pequeños productores).

Ello le permitió construir un núcleo muy importante de apoyo en la campaña, que competía con las poderosas gremiales empresariales del agro y, naturalmente, con el Partido Nacional, cuya mayor masa de adherentes estaba obviamente en el Interior.

Raúl Vallarino describe el sorprendente ascenso de este rústico personaje a los primeros planos de la política nacional, que culminó con la concertación del histórico pacto entre la Liga Federal de Acción Ruralista y el herrerismo, conducido, por entonces, por su líder natural, Luis Alberto de Herrera.

No resulta para nada sorprendente que uno de los mentores de Nardone haya sido Domingo Bordaberry y que en las filas del propio «Chicotazo» militara un joven Juan María Bordaberry, quien, pocos años después, encabezó el golpe de Estado cívico militar de junio de 1973.

El libro documenta la llegada del intransigente dirigente ruralista al gobierno nacional, tras la victoria electoral del Partido Nacional en los comicios de 1958.

Mediante abundante material de prensa, Vallarino destaca el prematuro desmoronamiento de la alianza herrero-ruralista, a consecuencia de la disputa por los cargos en el colegiado Consejo Nacional de Gobierno de mayoría blanca.

Sin embargo, aflora explícitamente la percepción de los servicios secretos norteamericanos en torno a este personaje singular, cuyo visceral anticomunismo lo transformó en aliado de la penetración imperialista en nuestro país.

En tal sentido, resultan absolutamente irrefutables las pruebas de los vínculos entre el dirigente y los responsables del trabajo de inteligencia desarrollado en nuestro país, con el propósito de espiar al Partido Comunista, a otros grupos de izquierda y a los sindicatos y seguir de cerca el nacimiento y crecimiento de la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional.

En un ambiente de crisis económica, agitación social y endurecimiento de las políticas represivas gubernamentales, resulta muy sugestivo que nuestro país rompiera relaciones diplomáticas con la Cuba revolucionaria y el comienzo de las actividades de grupos paramilitares de ultraderecha.

Uno de los capítulos del libro está dedicado a uno de los personajes más importantes del aparato secreto norteamericano instalado en nuestro país: Howard Hunt, transformado, a la sazón, en un auténtico asesor de Benito Nardone.

Este oscuro agente estuvo implicado en el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, en la frustrada invasión a Cuba y, pocos años después, en el escandaloso episodio de espionaje conocido públicamente como caso Watergate, que precipitó la renuncia del presidente norteamericano Richard Nixon.

El asesoramiento de Hunt fue determinante para Nardone, quien, en su libro «Peligro rojo en América Latina» publicado en 1961, denuncia ­con particular virulencia- la presunta conspiración comunista en la región y reclama mano más dura para combatirla.

El autor no ignora algunos acontecimientos vertebrales de la década del sesenta, como el derrocamiento del presidente brasileño Joao Goulart que fue auspiciado por Estados Unidos y la visita a nuestro país del guerrillero argentino Ernesto «Che» Guevara, sobre la cual su visión resulta bastante controvertida.

Mediante la transcripción de abundantes documentos desclasificados de la CIA, Vallarino confirma que nuestro país estaba sometido a una permanente vigilancia.

En tal sentido, resulta muy jugosa la perspectiva de Washington sobre los acontecimientos políticos uruguayos y las permanentes alusiones a la posibilidad de un inminente golpe de Estado, casi una década antes de la ruptura institucional.

Un revelador re
portaje realizado al ex director de Inteligencia y Enlace, comisario Alejandro Otero, se transforma también en una prueba incontrastable de las flagrantes actividades desarrolladas por los servicios de inteligencia de la potencia hegemónica en Uruguay.

«La CIA en Uruguay» es un explícito testimonio de la inmoral penetración imperialista operada en nuestro país desde la década del cincuenta, que fue preparando el terreno para la peor escalada represiva durante el gobierno de Jorge Pacheco Areco y las condiciones objetivas para el golpe de Estado, la instalación de la dictadura y de un criminal modelo totalitario. *

(Editorial Planeta)

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