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El bastardo

En «El bastardo», el novelista argentino Carlos María Domínguez, radicado hace ya casi dos décadas en nuestro país, construye una reveladora investigación en torno al polémico escritor Roberto de las Carreras, que pincela elocuentemente las conductas sociales del Uruguay de los albores del siglo XX.

Esta extensa novela histórica recrea la vida y obra de una de las personalidades más controvertidas del Novecientos, que rompió abruptamente con los códigos morales y el discurso dominante de la época.

Roberto de las Carreras se autoproclamó «doctor en anarquismo y voluptuosidad», removiendo los prejuicios de una sociedad pacata y visceralmente conservadora, que rendía pleitesía a la cultura de las apariencias.

Protagonista de sonadas polémicas públicas y provocaciones, este poeta «maldito» que siempre reivindicó públicamente su condición de bastardo, fue un auténtico abanderado del denominado amor libre, en un tiempo histórico en el cual el matrimonio era uno de los pilares del modelo de convivencia.

Más allá de eventuales controversias, toda su vida fue una suerte de aventura de emancipación y de abierto desafío a una sociedad de la cual renegaba, aunque jamás renunció a los privilegios que le otorgó su innegable origen patricio.

Luego de dilapidar su fortuna, Roberto de las Carreras inició una inexorable fase de declinación social, que también se tradujo en un serio quebranto de salud.

Una grave enfermedad mental ­que le hizo perder la noción de la realidad y hasta de su propia historia personal­ lo condenó a una suerte de dolorosa reclusión perpetua que insumió varias décadas.

Según el especialista Arturo Sergio Visca, la obra de Roberto de las Carreras «importa más por su calidad testimonial que por sus valores literarios».

La producción del controvertido poeta, que atesoran tanto sus libros como las notas publicadas en el diario «El Día», constituye una suerte de espejo exaltador de su propia peripecia existencial.

Hay una visible impronta autobiográfica, que pone un fuerte acento en sus propias experiencias personales y la proyección social de su prédica de sesgo cuasi anarquista.

De su extensa producción poética conocida se destacan: «Al lector», «En onda azul…», «Diadema fúnebre», «Don Juan», «La visión del Arcángel», «La Venus celeste» y «El cáliz».

También fue importante su aporte en prosa poética y narrativa. En este género, sus más recordados títulos son: «Amigos» (novela), «Sueño de Oriente», Amor libre, interviews voluptuosas con Roberto de las Carreras», «La crisis del matrimonio» y «Yo no soy culpable», entre otros.

En «El bastardo», Carlos María Domínguez se mimetiza con este personaje real, en una suerte de periplo temporal y existencial que apunta a desentrañar los rígidos códigos de una sociedad que se parapetaba detrás de una falsa moral con la cual no siempre comulgaba.

El minucioso relato corrobora que Roberto de las Carreras fue un hijo de las circunstancias y un producto de una extensa sucesión de causalidades y destinos cruzados.

Personaje controvertido por antonomasia que navegó permanentemente sobre la cresta de la ola, este poeta transgresor fue la síntesis de la paradoja.

De origen patricio, aunque compartió vivencias con numerosas celebridades y paradigmáticos intelectuales de la época, fue igualmente una suerte de marginado.

Mediante un explícito retrato de un tiempo histórico singular, el novelista sigue el rumbo cardinal de la vida de Roberto de las Carreras y sus violentas colisiones con las normas de convivencias dominantes en la «aldea humana» del Montevideo de comienzos del siglo XX.

Las permanentes referencias al legado literario de Roberto de las Carreras, confirman la presencia de un intenso sesgo confesional, que, en buena medida, representaba todo lo que otros pensaban pero no se osaban decir.

Fruto de una investigación de más de tres años, Domínguez logra reconstruir el tormentoso itinerario vivencial del poeta, que, en más de un sentido, se alimentó de la controversia derivada de su propio origen.

Narrando simultáneamente en varios tiempos históricos, el novelista evoca la génesis familiar del protagonista, hijo bastardo de una acaudalada mujer independiente y transgresora.

Tejiendo sabiamente la arquitectura de las peripecias humanas, el autor retrocede en el tiempo, con el propósito de evocar el trauma de su madre Clara García de Zúñiga, casada contra su voluntad con un acaudalado hombre que no amaba, cuando era apenas una adolescente.

En esa época, los matrimonios por conveniencia eran moneda corriente entre familias de la alta sociedad, ya que la mujer carecía virtualmente de derechos.

Esa práctica social era parte de una exacerbada cultura machista firmemente arraigada en el colectivo, que reservaba todas las prerrogativas y decisiones al hombre.

De algún modo, estas actitudes, que se consideraban normales, eran parte de una autoritaria cultura de dominación de inspiración bien burguesa, que asociaba a la propia mujer con la inalienable propiedad privada.

Domínguez retrata ­explícitamente­ la desdicha de la progenitora del poeta, que nació de una relación amorosa socialmente censurada y considerada prohibida, circunstancia que lo transformó en un bastardo.

Aunque Roberto de las Carreras jamás renegó de su condición y hasta la exaltó públicamente, su actitud desafiante es, en cierto modo, una suerte de reivindicación de su madre.

La obra revela los intrincados entretelones de la sociedad rioplatense de 1900, la hipocresía de buena parte de los hombres públicos y la exasperante intromisión del Estado en la vida privada, a través de la aplicación de códigos morales inflexibles.

Más allá del mero itinerario existencial del personaje abordado, la novela indaga también en los conflictos políticos y sociales de la época, tanto en nuestro país como en la vecina Argentina.

La propia evocación de los antepasados de Roberto de las Carreras ­en particular de su abuelo materno­ está intrínsecamente asociada a personajes como Mitre, Rosas y Urquiza, figuras referentes de la historia argentina.

En el decurso del extenso relato, hay también alusiones al sitio de Paysandú y la heroica resistencia de un grupo de patriotas traicionados que lucharon hasta las últimas consecuencias, en una sangrienta y desigual batalla.

No en vano Ernesto de las Carreras, padre biológico de Roberto, fue uno de los más cercanos colaboradores de Leandro Gómez, quien encabezó la resistencia al criminal asedio perpetrado por las tropas de Venancio Flores y sus aliados extranjeros.

Mediante la trascripción de fragmentos de varios de sus más emblemáticos textos publicados, el autor exhuma el corpus de la obra de Roberto de las Carreras.

En ese contexto, corrobora que más que un escritor, el poeta fue un retratista de su época, que condensó a través de su propia e intransferible experiencia.

Su desafiante postura de dandy de vida libertina y disoluta importada desde la Europa que admiró y conoció tan entrañablemente, fue, en más de un sentido, la representación de un personaje en el tinglado de la vida.

Sin embargo, del relato se infiere ­claramente­ que a diferencia de otras conocidas personalidades de la sociedad montevideana de la época, Roberto de las Carreras siempre se representó a sí mismo.

La influencia de las lecturas de Poe y Baudelaire, dos autores sin dudas emblemáticos, resultó crucial para su controvertida producción literaria y su posterior depresión sin retorno.

Carlos María Domínguez reconstruye el doloroso tránsito del poeta de la exultante cordura al abismo de la demencia, mediante elocuentes testimonios de célebres intelectuales que le visitaron en su reclusión terminal.

Incluso, la inicial referencia al otrora esplendoroso y hoy derruido hotel Pyramides, donde se alojó el escritor tras su regreso de Europa, es una metáfora de l
a dramática decadencia del propio personaje.

«El bastardo» es una extensa investigación biográfica, que no sólo apunta rescatar la vida y la obra de un personaje tan controvertido como emblemático, sino también a retratar los agudos contrastes de una época plena de paradojas y contradicciones.

Aunque el autor no asume juicios de valor respecto al hombre y su circunstancia, sí cuestiona enérgicamente algunas conductas de la época, la doble moral y la hipocresía. Discurriendo entre el relato biográfico y el ensayo histórico, Carlos María Domínguez humaniza al personaje, exponiéndolo a la intemperie de la realidad y fustigando a una sociedad que lo excomulgó y condenó a la marginalidad para exorcizar sus culpas. *

(Editorial Alfaguara)

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