SEFF'12

Y llegó la joya oculta

Cara y cruz en la sección oficial en el día de hoy. Comenzamos con la nueva película de Joachim Lafosse, quien ya pasó por el SEFF hace unos años con la fantástica Folie privée. À perdre la raison es casi casi una película redonda. Y sin duda, la mejor de las cintas a concurso en lo que llevamos de festival (y sólo dos cintas más, a priori, podrían superarla). Basada en unos terribles hechos reales que sucedieron en Bélgica, nos cuenta la historia de la joven Murielle (soberbia Emilie Dequenne, desde ya favorita indiscutible al premio a la mejor actriz), quien se casó muy joven y era muy feliz, pero que pocos años después vería como su vida cambiaba, por el comportamiento de Mounir, su marido, y la omnipresencia (incluso vivía con ellos) del doctor Pinget, viejo benefactor de Mounir. Hasta que ella no ve otra salida, más que tomar las medidas desesperadas que acabó tomando.

À perdre la raison muestra a la perfección el proceso de degradación, sometimiento y anulación a la que es sometida Murielle por su marido y su protector. El rostro de Emilie Dequenne refleja la transformación, desde la luminosidad del principio a mostrarse gris y apagado. Algunas escenas sobrecogen de manera inevitable. El uso de las elipsis es inmejorable, durante todo el metraje, pero sobre todo en la escena final, la del fatal desenlace. Además, el tratamiento de las localizaciones (prácticamente todos interiores, lo que acentúa el sentimiento de cárcel). Si tuviese diez o quince minutos menos, sería perfecta.

Por su lado, Me too, cinta rusa del director de culto Aleksey Balabanov, viene a reforzar la idea de que el cine ruso y el SEFF no suelen ser buena pareja. Estamos acostumbrados a que las cintas provenientes de aquel país que se nos cuelan en la sección oficial (exceptuando la gran Elena, del año pasado) nos dejen un sabor agridulce. Y esta no lo es menos. Es una película gamberra con una trama imposible. En ella, un mafioso, un músico, un amigo alcoholizado y el padre de este se embarcan en un viaje en busca del campanario de la felicidad, que dicen que está cerca de San Petersburgo, junto a una central nuclear abandonada por un accidente que mató a todo el que se encontraba en la localidad. Al grupo se unirá una titulada universitaria que, tras comprobar que no hay trabajo para los licenciados en filosofía, se ha reciclado como prostitutaAparte del gamberrismo y el sarcasmo ocasional, el argumento es escaso (poco más de lo ya comentado) y absurdo, los personajes lo son aún más. La película carece totalmente de ritmo, la música está utilizada de forma arbitraria y colocada de cualquier modo (casi siempre incorrecto).

Ya en la sección Las Nuevas Olas, han sido dos documentales, con resultado diverso. Primero fue la interesante Libanese Rocket Society, que nos cuenta unos hechos poco conocidos. Y es que, en los años 60, un grupo de locos y atrevidos científicos libaneses estuvo cerca de dejar en pañales a la mismísima NASA. Sus proyectos e investigaciones fueron abandonadas finalmente por órdenes políticas. Le sobra un final que se dedica más a homenajear que a ampliar lo verdaderamente importante. Pero es interesante.

Y después, Arraianos. Preciosista y esteticista, no se sabe bien qué quiere contar, mostrar o denunciar. No hay narración, no hay textos que expliquen nada, apenas hay diálogos (y no cuentan absolutamente nada). Únicamente un puñado de imágenes bellas (en una pequeña aldea en Galicia, en la frontera con Portugal) ordenadas de modo aleatorio (cualquier otra combinación de ellas habría aportado exactamente lo mismo, creedme, cualquiera). Aburrida. Muy aburrida.

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