"Fama"

Lady Gaga lanzó su propia fragancia

Lady Gaga AFP

Gaga, de 26 años, se adueñó del espacio del museo Guggenheim en el último día de la Semana de la Moda de Nueva York para realizar un espectáculo -¿o debería llamarse publicidad?- que comenzó cuando la diva fingió estar durmiendo dentro de una réplica de la botella de Fame en plexiglás y tuvo su punto álgido cuando Mark Mahoney, el tatuador de las estrellas, completó la colección de la celebridad con un nuevo motivo en la parte trasera de su cabeza.

A los cientos de invitados que acudieron al evento, como Paris Hilton, Lindsay Lohan, Yoko Ono y otros grandes nombres de la industria de la moda neoyorquina, así como modelos, se les había pedido acudir con accesorios para la cabeza, sombreros, o, al menos, una máscara.

«En el espíritu de la estética nostálgica de Lady Gaga, os animamos a honrar su dedicación a esta fragancia y celebrar vuestra pasión compartida por la moda», afirmaba la tarjeta de invitación.

A su llegada, los invitados fueron saludados por jóvenes y musculosos modelos con el pecho descubierto y ataviados por pantalones de cuero ajustados, así como canapés de color negro y margaritas de color rojo sangre de las que salía humo, una anticipación de todo lo que se acercaba.

En una pantalla gigante fijada en la famosa galería espiral Guggenheim se mostraba el video de cinco minutos del fotógrafo neoyorquino Steven Klein para promocionar Fame, que se presenta como el primer perfume de color negro.

En él se ve a la artista que rompe todos los éxitos de ventas musicales embutida en un vestido de látex en una pesadilla de cautiverio con su cuerpo desnudo e invadido por, precisamente, musculosos modelos masculinos.

«Ya sabes, el video fue caro», dijo Klein a la revista Hollywood Reporter ante los rumores de que su elaboración costó más de un millón de dólares, «pero supongo que la película tiene un precio, la fama tiene un precio, la fragancia tiene un precio. Todo tiene un precio», afirmó.

Finalmente Gaga hizo su aparición dentro de una réplica negra del frasco, fingiendo estar dormida en una cama de terciopelo, envuelta en una estola de piel negra, mientras que las canciones de Edith Piaf llenaban el amplio espacio del Guggenheim.

A la audiencia, entre la que no había niños o adolescentes a pesar que constituyen la base demográfica de los seguidores de Gaga, le llevó unos minutos darse cuenta de que podían levantarse, meter su mano a través de un agujero en la botella y tocar a una famosa de verdad.

«Tócala, pero no la despiertes»

«Toca la mano de Lady Gaga, pero, por favor, no la despiertes», rezaban las instrucciones impresas en una inscripción, y muchos la tocaron tratando de alcanzar su mano izquierda, en la que la cantante porta un tatuaje con un motivo pacífico bajo su muñeca.

«Sus dedos estaban fríos al tacto», explicó a la AFP una invitada, Karen Menge, ataviada con un sombrero de seda rosa. «Incluso cuando parecía estar en estado inconsciente, podías sentir que de alguna forma te estabas comunicando con ella».

El juego se prolongó durante más de una hora antes de que Lady Gaga se despertara dulcemente al ritmo de «Fame» de David Bowie.

Mark Mahoney hizo entonces su entrada junto a su asistente, Was Brown, para meticulosamente añadir un nuevo tatuaje a la amplia colección de la cantante, esta vez en la parte trasera de su rasurada cabeza, parando sólo cuando esta tomaba un sorbo directamente de una botella de champán Veuve Clicquot.

«Se trata de un pequeño querubín típico del Renacimiento, un guiño a su herencia italiana», precisó el tatuador que, según contó después a la AFP, ya había llevado a cabo el motivo «Little monsters» en el brazo izquierdo de la cantante en 2010 luego de que se hiciese con dos premios Grammy.

«Hubo un poco de distracción al principio», explicó Mahoney acerca de la experiencia de trabajar en público. No sólo estaba la gente que merodeaba en el museo, afirmó, sino que también dentro de la «botella» estaba la hermana de Lady Gaga, su estilista para el pelo y otras personas, lo que lo convirtió en un lugar de trabajo extremadamente lleno.

Con un manejo del tiempo perfecto, Mark Mahoney terminó su obra poco antes de las 23H00, cuando el bar cerró sus puertas y los asistentes fueron invitados a abandonar el lugar.

«Tenemos que prepararnos para volver a la normalidad mañana», explicó un acomodador del museo mientras Gaga -que no pronunció una palabra, ni mucho menos cantó en toda la velada- desaparecía con su séquito en la oscuridad de la noche. AFP

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