Museo de García Uriburu. Se esconde una maqueta del monumento que no fue

El Artigas secreto que se oculta en Maldonado

Una década atrás, el pintor argentino Nicolás García Uriburu sintió que le estaba devolviendo a Punta del Este todo lo que Punta del Este le había dado, cuando en un cuerpo del conjunto de edificios del histórico fuerte de Maldonado, a una cuadra de la plaza principal, inauguró su museo de las esculturas.

García Uriburu ya era célebre en los 60, cuando desarrolló una versión porteña del «por art» al retratar los toros de Palermo, pero su cuarto de hora más ruidoso lo logró entintando los canales de la ciudad de Venecia, en Italia, y su hazaña fue recogida por todos los medios internacionales.

El museo de las esculturas, el único en el país que ofrece una muestra de retrospección profunda ­hasta los orígenes mismos de la escultura en Uruguay, a mediados del siglo XIX–tiene el mérito indiscutible de rescatar del olvido a varios artistas nacionales maltratados por la posteridad.

Es una colección de unas treinta obras, de arte clásico y bueno. Una de ellas podría merecer un título sorprendente: el Artigas que no fue.

 

Futuro borrado

Está en el primer salón del museo, entrando a la izquierda. Es una maqueta completa del monumento al prócer supremo, que resultó ganadora del concurso que convocó el autócrata Máximo Santos (1882-1886) para coronar la Plaza Independencia. Es un Artigas bastante diferente al que finalmente ocupó la plaza medio siglo después, más alegre y triunfal, mientras saluda espada en mano.

La peana y el entorno del monumento también resultaban más festivos, con ocho leones haciendo guardia. Y tan confiable y verdadero era el concurso que el pintor Juan Manuel Blanes se aventuró a retratar la escultura y su pedestal como si ya existiese en la plaza en un cuadro que realizó por aquellos años, «La parada de Santos», que está en el museo de su nombre, en Montevideo.

Pero algo irregular ocurrió con los fondos asignados en el presupuesto para costear el monumento, el general Santos fue felizmente desbancado, y la suerte de aquel Artigas tan jovial quedó condenada: borrón y cuenta nueva con el monumento… aunque la novedad demoró medio siglo en llegar.

El escultor se llamaba Federico Soneira, prácticamente un desconocido en la historia del arte uruguayo. La ofuscación por el premio birlado lo llevó a instalarse en Italia, desde donde nunca regresó.

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